AnaitGames cumple diez años

Tal día como hoy, hace ya diez años, Xavi le daba al botón de «Publicar» por primera vez. AnaitGames era entonces en un blog con WordPress un poco improvisado, como si hubiese prisa por empezar, y desde luego antes de haber pensado demasiado hacia donde nos podía llevar ese clic. Nos ha llevado hasta aquí, que no es poco, con la ayuda de muchísima gente a la que nunca le daremos las gracias lo suficiente. Gracias. Y gracias otra vez. Nos hemos preparado unas palabras para la ocasión: Diez años de Anait, hostia, tú, por pinjed Cuando tenía 12 años y me compraba la Hobby Consolas para ponerme los dientes largos viendo juegos increíbles de sistemas que yo no tenía, ya sabía que dentro de mí había una pequeña glándula sadomasoquista y sufridora. Los ojos me hacían chiribitas con la capturas de Las Tortugas Ninja: Turtles in Time y creo que aún no me he recuperado de la tarde de sábado en que vi los gráficos de Donkey Kong Country y se me fundió medio cerebro. Era una época de avances visuales, de maravillas y milagros técnicos que lo colocaban a uno al borde del stendhalazo, solo matizado por la amargura de no tener todos esos juegos en la estantería. Como los primeros médicos que vieron en funcionamiento una máquina de radiografías a principios de siglo, los chavales quedábamos aturdidos con cada nuevo logro gráfico, pero siempre se trataba de lo mismo: comer por los ojos. Recuerdo haberme empapado en los textos de aquellas revistas sin darme cuenta y sin apreciar una sola frase de aquella marabunta hiperdescriptiva y juvenil. Aquellos signos de admiración triples eran como el sésamo de una hamburguesa: entraban en el trato, no sabían a mucho y probablemente entrarían en mi cuerpo y saldrían de él con el mismo aspecto sin procesar. Pasaron los años y dejé de lado la prensa del videojuego a medida que los dibujitos empezaban a parecerme algo secundario frente a asuntos relacionados con las historias o las mecánicas de juego y la vida adolescente me invitaba a descubrir otros placeres menos sedentarios aunque también menos saludables. Los videojuegos pasaron a ser una cosa que hacía de vez en cuando en mi cuarto, algo que mencionaba entre amigos en conversaciones de diez minutos y sobre lo que no desarrollaba reflexiones posteriores del mismo modo que no lo hacía con las series de anime, las zapatillas bonitas o los discos de rock. Fue una época de exposición sin síntesis, de encogerse de hombros y dejarse llevar por el estímulo. Y unos años después llegó internet. Los chats, los foros especializados, los módems rugientes y los diskettes de tres y medio llenos de fotos de la Hustler con una etiqueta donde había escrito “Archivos Windows” y un asterisco que me guiñaba un ojo con complicidad. Y conocí Mondo Píxel, y descubrí Gamerah, y empecé a leer AnaitGames. Eran tres medios completamente distintos entre sí: el primero estaba lleno de expresiones como “poso teórico” o “autoconsciente”; el segundo comparaba Final Fight con la madalena de Proust y se reía con ternura de los segueros; y el tercero era una versión más desenfadada y cercana y muy apasionada de lo que buscaban las otras dos. Recuerdo, además, que descubrí las tres en la misma semana, y la hostia emocional que me pegaron todavía resuena en mi cráneo. Gente inteligente mezclando opiniones, haciendo chistes, referenciando autores de la alta cultura y escribiendo con elegancia y profundidad argumental sobre videojuegos. ¿De dónde demonios había salido toda esa gente? Para entonces ya tenía claro que quería dedicarme a escribir, pero ni se me había pasado por la cabeza sobre qué hacerlo. Gente como El Gordo de Minnesota, John Tones o mi amigo Letras hicieron que dos de mis cosas favoritas (escribir y jugar) se dieran un tórrido abrazo, quizá con algo de magreo, en el marco mental de mis posibles actividades profesionales. Quemé dioptrías a altísima velocidad leyendo todo lo que pude, dentro y fuera de los videojuegos, antes de juntar dos frases en un texto sobre el tema, y desde aquel día no he parado de aprender. AnaitGames llevaba tiempo funcionando cuando la descubrí, y desde el primer día me contagié de la naturalidad expansiva de quienes escribían allí. El entusiasmo de Xavi, el rigor razonado de Pep, el hedonismo cultural de chiconuclear, la solera de Nae, la pluma afilada de Letras, la cabeza inquieta de Ikael, el amor musical de rhythm… Todos tenían su tics y sus filias y sus fobias, y todos las dejaban caer en sus textos, ya fuese un párrafo acompañando a un tráiler o una larga cavilación ensayística. Era un mosaico de gente estupenda que soltaba tacos y escribía guías de cócteles, pero sobre todo eran gente que tenía mucho que decir. Llevo toda la vida conociendo u observando a gente increíble y pensando “joder, me gustaría ser su amigo”, y en AnaitGames tuve la suerte de hacer esto realidad. Un sorteo que gané (¡una entrada para el preestreno de REC!) fue la excusa para entablar conversación con Xavi, y su invitación a probar suerte escribiendo unas líneas (una noticia sobre un juego de Wii, creo recordar: Deadly Creatures) llegó con la normalidad con que te pagan una cerveza en un bar, sin darle mucha importancia. Desde aquel día me aferré al mástil de un barco que había zarpado mucho antes de que yo hubiese visto siquiera el mar y su pintoresca tripulación me enseñó que el viaje iba a ser movidito de cojones. Los redactores, diseñadores, programadores y colaboradores han ido y venido siempre dejándonos horas de esfuerzo, trabajo, grandes ideas, chistes horrorosos y sobre todo mucho amor por lo que estaban tratando en sus textos y por la comunidad a la que se dirigían. Creo que ese es el gran logro de AnaitGames en todas sus etapas, por distintas que sean entre sí: la capacidad de atraer a gente increíble con algo que aportar tanto por encima como por debajo de la línea que separa contenido y comentarios. A mí personalmente Anait y su gente, vosotros y los que ya no están, me han convertido en la persona que soy ahora, porque las cantidades obscenas de tiempo que uno ha dedicado a leer y escribir en esta casa las habría invertido seguramente en vender seguros por teléfono o meter tornillos en bolsitas o drogarme junto a una tapia, y porque aquí he conocido a algunas de las personas que más quiero y a varias personalidades con las que me siento orgullosísimo de mantener o haber mantenido amistad. De no haber ganado el sorteo de REC, no sé si habría acabado mejor o peor de lo que estoy, pero desde luego el viaje de los últimos años no habría sido ni de lejos tan divertido, ni tan enriquecedor ni, sobre todo, tan importante en mi vida. Y que cumplas muchos más, AnaitGames. Diez años, por chiconuclear Cuando empezó todo esto yo era menor de edad. Han pasado diez años. En 2005 también salió el primer Guitar Hero; éramos más inocentes. Hablemos de videojuegos: hace diez años jugábamos todavía en PlayStation 2, en GameCube, en la primera Xbox. Cave Story existía pero no lo conocíamos. En 2005 todos teníamos otras preocupaciones. He estado a punto de ponerme pesimista y echar de menos 2005, pero en realidad creo que en 2015 todo está bastante mejor. Dejando de lado el hecho de que somos diez años más viejos y que los aeropatines siguen sin existir, el 2015 de AnaitGames está siendo un año para recordar. Diez años después, me da la sensación de que Anait es una web más madura y más humana, más melancólica, más leída, más viva, con más matices; quizá es porque la vivo desde dentro, pero siento un orgullo raro cuando pienso en nuestros fallos, en nuestras faltas, en nuestras imperfecciones y, qué coño, también en nuestros triunfos. Los proyectos en internet vienen y se van, nacen y mueren, pero pocas veces se transforman; creo que el nuestro sí ha mutado con los que lo llevan a cabo, y en ese sentido me resulta difícil no escribir sin ponerme un poco cursi: AnaitGames es en cierta medida una crónica de nuestra entrada en la edad adulta, a través de algo a menudo tan poco adulto como los videojuegos. En 2005 ya sabía que quería dedicarme a escribir. Sobre videojuegos y sobre todo lo demás; desde que era un crío mis dos pasiones han sido la escritura y los videojuegos. Gamerah, legendaria, me enseñó que las dos cosas que han marcado mi forma de pensar y de ser desde antes incluso de que mis padres tuvieran un ordenador con internet en casa podían fusionarse de una forma rompedora y especial. En esas seguimos, un poco; personalmente, todo lo mejor que he hecho en Anait ha intentado ser una forma de mezclar las dos (¿únicas?) cosas que se me han dado bien en la vida: juntar palabras y jugar a juegos de naves (entre otros). Personalmente, a Anait le debo casi todo. He conocido a mis mejores amigos a través de Anait; he conseguido algún trabajo gracias a Anait; he aprendido más de lo que podría haber imaginado en 2005 que aprendería gracias a las infinitas horas que he pasado escribiendo y leyendo en y para Anait. ¡Vivo con dos amigos, Carlos y Nacho, a los que conocí en Anait! Vivo y respiro Anait: cuando voy a la cocina a hacerme un café y mis compañeros de piso se están preparando para ir al trabajo, veo el logo antiguo de Anait en sus frentes. La crítica de videojuegos no me ha acostumbrado a escribir sobre emociones, pero espero que se entienda la idea. Estoy orgulloso de lo que hemos creado, se entiende. Es un lujo trabajar cada día para una comunidad con la que se puede hablar, a la que se puede conocer; es un lujo poder escribir sobre lo que nos gusta (y lo que no nos gusta) y poder charlar de tú a tú con vosotros, los que comentáis. En la última encuesta que hicimos preguntábamos sobre qué tipo de juegos preferíais que emitiéramos en Twitch o similares, y la respuesta que más votos recibió fue «Un poco de todo, pero siempre juegos que nos gusten». Casi se me saltan las lágrimas al leerlo: esa confianza en nosotros es algo de lo que podremos presumir siempre. Es algo para contar a los nietos, como se suele decir. Cuando empezó todo esto yo era menor de edad y aquí estamos, en el típico capítulo especial en el que un personaje (AnaitGames) cumple años (¡diez, repito!) y todo son flashbacks y recuerdos de lo bueno y de lo malo, un resumen de lo que ha ocurrido en las temporadas anteriores que explica cómo se ha llegado a la situación actual. El típico episodio un poco vergonzoso que jode porque crees que se hace por vagancia, por aprovechar material antiguo y rellenar una semana. Llevo un par de semanas escribiendo este texto, borrando y corrigiendo, empezando de cero y fusionando cachos. Con este monstruo de Frankenstein me doy cuenta de dos cosas: que estaré eternamente agradecido a Xavi y Pep por la oportunidad que me dieron en su momento, hace algo menos de diez años, a todos los que nos han acompañado desde 2005, a los que aún nos acompañan, a los que nos acompañarán y a los que han creído en nosotros incondicionalmente; y también que echar la vista atrás es más difícil de lo que parece. Feliz cumpleaños, Anait. Pues sí, Regreso al futuro, por Pep Sànchez Siento empezar así, pero tengo que hacerlo: se me dan fatal las celebraciones. Supongo que siempre he llevado mal lo de cumplir años y echar la vista atrás me cuesta más de lo que quisiera reconocer. En diez años de AnaitGames, como en diez años de cualquier cosa, ha pasado de todo; hay recuerdos buenos y malos, claro, pero por encima de todo está la necesidad de agradecer muchas cosas a muchísima gente. A todos los que han colaborado alguna vez en el proyecto, escribiendo o programando o diseñando, unas veces de forma desinteresada y otras tantas cobrando infinitamente menos de lo que merecían. Últimamente he pensado bastante en la enorme lista de nombres que sin duda debería ir aquí y seguro, joder, que me olvidaría de alguien. Sería profundamente injusto y humillante, así que toca fastidiarse: prefiero quedar mal con todos. Pero gracias de corazón. Tenemos también más razones que el resto para daros las gracias a todos vosotros. A los que leéis y comentáis y nos recomendáis y nos ayudáis a seguir cada día. No estoy hablando todavía del Patreon: mucho antes de que eso se inventara ya teníamos una comunidad envidiable, mejor, elegante al 100%, sin la que nunca habría sido posible hablar sobre videojuegos de una forma divertida y seria a la vez. Nunca hemos querido otra cosa. Y sí, sí, ahora encima nos pagáis. Es una sensación extraña, nos os lo voy a negar, y una gran responsabilidad. También una alegría inmensa: fue muy duro, hace no tantos meses, pensar que no llegaríamos a soplar las diez velas. Por poco no lo contamos y por eso ha sido un año difícil. Disculpas, pues, si no hay tantos globos en la fiesta como nos habría gustado: seguiremos trabajando para que sí los pueda haber la próxima vez. Es precisamente –y perdón de nuevo por toda esta mierda agridulce–, un texto que llegué a pensar como despedida lo que quería recuperar hoy. Es una anécdota que ilustra bien lo que significa para mí Anait y con suerte servirá como pequeño consejo. Resulta que, volviendo a los tópicos, todo esto me ha servido para cumplir varios sueños. El más claro, seguramente, conocer a Yu Suzuki y enseñarle Shenmueweb, mi fanpage con la que en cierto modo empezó todo. Fue el 27 de junio del año pasado, fue un momento mágico y fue un pequeño desastre: adelantaron la cita –que era para Albert Garcia; gracias una vez más por colarme– y llegué tarde, sudado como una perra y con tiempo para solo un par de preguntas. Nada de especial interés, por desgracia, ni en esa breve entrevista ni en la conferencia posterior en el Gamelab. Pocas horas después, un tal Rami Ismail nos dejó una charla para aplaudir con las orejas y nos regaló, a Víctor y a un servidor, la mejor entrevista que he hecho en este tiempo. Estrechar la mano a Yu Suzuki hizo que mereciera la pena todo el trabajo de estos años. Y sin embargo, hablar con Rami sobre un juego de doblar alfombras es un recuerdo igual de bueno, igual de grande. Tened la mente abierta y no deis nada por hecho, amigas y amigos. Diez millones de gracias, besos y abrazos a todos. Se os quiere.