Cinco shooters que deberías jugar este verano

Seguimos con nuestra bienintencionada recopilación de recomendaciones veraniegas. Hoy es el turno de los juegos para los machos de verdad, esos en los que matas o mueres, aunque después de morir puedas seguir matando y matando; los que cardan la lana: los shooters. Cinco juegos que no tienen todo el reconocimiento que deberían y que pueden encontrarse a precios ridículos en cualquier capazo de baratijas, allí donde las tiendas de videojuegos (¡necias!) depositan lo que consideran morralla. Coged vuestro fusil, niños, que nos vamos de caza. Stranglehold Digámoslo ya: el cine de acción en su vertiente más pura y elemental es el chino. Si acaso, alguna coproducción como Blanco humano o algún viajecito a ultramar de John Woo como Cara a cara, pero está claro que la mano del hongkonés será decisiva hasta el día de su muerte. Y si alguna película de acción oriental ocupa el trono por encima de todas las demás, esa es sin duda Hervidero, con Chow Yun Fat: saltos imposibles, tiroteos a dos manos, más cristales atravesados por cuerpos que en tres operaciones salida juntas, munición infinita, escudos humanos y un héroe apodado Tequila que lo mismo salva a un bebé de una explosión que se carga a un ejército de las Tríadas él solito. Stranglehold es la pseudosecuela espiritual de la película, la adaptación no oficial pero sí oficiosa, con palomas por todas partes, con escenarios idénticos a los de la cinta de Woo, incluyendo el mercado con sus puestos de fruta destructible o el restaurante en el que se trafica con jilgueros en jaulas de bambú y alguna que otra sorpresa de corte más tropical. Controlamos, como no podía ser de otro modo, a un Tequila más feroz y acrobático que nunca potenciado por el siempre molón tiempo bala que podemos administrar a nuestro antojo, el uso doble de pistolas, cuatro habilidades especiales y movimientos locos usando un entorno que podemos hacer añicos a balazos. Venganza y diversión aseguradas, si es que hay alguna diferencia entre ambas, aderezadas con un gusto por el estilo y la espectacularidad que solo podía plasmar el amigo John Woo. Tiene bugs a patadas, no lo negaremos, pero, ¿acaso alguien dejaría de amar físicamente a Kate Upton si se volviese inmune a las balas o se atascara con una mesa? Singularity por chiconuclear Los viajes en el tiempo: quizá lo mejor que le ha pasado a la ficción jamás. Y Singularity no sólo es un FPS tristemente olvidado porque los viajes en el tiempo estén en el núcleo de su propuesta, sino porque los une a otro tema que la cultura popular y de derribo ha sabido hiperbolizar y retorcer hasta alzarlo a una categoría superior: lo soviético, en este caso la catástrofe científica ocurrida en 1955 en la isla ficticia de Katorga-12. Ya sabéis el dicho soviético: lo que pasa en Katorga se queda en Katorga, y por eso Nathaniel Renko, que en misión de reconocimiento cae en la isla (cuya existencia había sido ocultada), se tiene que ir enterando sobre la marcha, saltando entre 2010 y 1955, de todo el pastel. Por el camino tenemos muchos tiros, algunas mecánicas curiosas gracias a una pieza de tecnología que nos permite manipular el tiempo y cierta firma de Raven Software, encargados del desarrollo, que a mí, personalmente, me gusta mucho: quizá sea eso, el hecho de que parezca más Soldier of Fortune que algún shooter moderno y refinado, lo que hizo que Thomas Tippl, director de operaciones de Activision, afirmara que «Singularity se quedó corto en llegar a la barrera excepcional que hay en el género de los shooters», aunque, según sus propias palabras, «afortunadamente, fue Call of Duty quien subió la barrera y el déficit de Singularity se debe al rendimiento de su catálogo de DLCs». En un mundo ideal (para mí), Call of Duty se habría comido un cagarro y Singularity sería un juego universalmente aclamado y querido. Tendré que seguir intentándolo. Prey Un juego en el que la aventura y los problemas empiezan cuando entras en un bar lleno de borrachos. Que me irrumen con un rastrillo oxidado si eso no es lo más realista que habéis visto jamás en un videojuego. Además hay una abducción alienígena masiva con Don’t Fear the Reaper de los Blue Oyster Cult como banda sonora, y con eso ya deberíais tener suficientes motivos para echarle un tiento veraniego a uno de los FPS más injustamente denostados de esta generación. Además, como buenos indios cherokee, tendremos la oportunidad de viajar a otra dimensión espiritual donde nuestros ancestros nos darán consejos sobre cómo enfrentarnos a los malos, y todo esto sin necesidad de peyote ni de asfixiarnos en una Quechua con brasero. El apartado artístico es una condenada delicia y el diseño de la nave extraterrestre posee una diversidad de ambientes tan abrumadora que haría desmayarse a Alaska y Mario Vaquerizo. Zonas orgánicas se suceden con los tipicos pasillos espaciales llegando a entrelazarse en una bizarra mezcolanza de ventanillas con forma de ano que expulsan solo Dios sabe qué fluidos y puertas que parecen una vulva hipertrofiada y viscosa, dando la sensación de que estamos recorriendo el organismo una nave cuya arquitectura respira y late como un gigantesco animal. Pero lo mejor de Prey es que bajo ese colorido universo de sangre, tripas, ojetes y luces de neón también hay un esqueleto jugable magnífico. Esos puzles gravitatorios que ponen a prueba la capacidad de orientación de más de uno junto a esos portales de teletransporte son un pequeño avance hacia lo que Portal nos brindaría en toda su gloria un año después, y una inteligencia artificial bastante lograda ponen, junto a su excelsa curva de dificultad amoldable, la guinda a un pastel que si no habéis probado a estas alturas quizá sea porque no os lo merecéis. Necios. TimeShift Hay juegos a los simplemente la fortuna no les acompaña. En esta ocasión hubo un poco de mala suerte, pero el grueso del marrón fue culpa de la nula visión comercial de la desaparecida Sierra Entertainment. Y es que cuando lanzas una nueva franquicia en la misma campaña prenavideña que salen Halo 3, Call of Duty 4: Modern Warfare y la Orange Box de Valve, lo más normal es que te pegues una buena hostia a nivel comercial. Súmale a esto que algunas publicaciones se dejaron en evidencia poniéndole notas muy por debajo de lo merecido, y tienes exactamente lo que ocurrió: de TimeShift nos acordamos cuatro personas, pero los cuatro no dudaríamos ni un segundo en casarnos con él y darle tres hijos preciosos. La premisa es sencilla: estamos ante el primero de un considerable lista de FPS en los que la chicha estaba, no solo en pegar tiricos y explorar un mundo distópico, sino usar neustro traje especial para parar el tiempo, ralentizarlo o incluso rebobinarlo a voluntad. En el primer caso es especialmente divertido desarmar a tus enemigos una a uno y volver a activar el paso del tiempo, dejándoles con cara de tontos, o dispararles en la cabeza y verles morir a todos a la vez al reanudarlo. Mención especial para el efecto de las gotas de lluvia al quedar suspendidas en el aire y los puzles basados precisamente en la manipulación temporal, a un nivel similar aunque menos ingenioso de lo que un año después pondría en práctica el imprescindible Braid. Habrá quien acuse a TimeShift de no haber sido un poco más ambicioso a la hora de explotar sus propias ideas, de haber perdido la oportunidad de convertirse en un referente como sí lo hizo Half-Life 2 a base de unir un sentido privilegiado de la narrativa con un uso inteligente de las físicas, y quizá tengan razón. Quizá en parte por eso nadie se acuerda de él, pero por los cuatro chavos que debe de costar una copia a estas alturas, bien vale nuestra benevolencia. Vanquish por Pep Sànchez El primer y único juego de Mikami como parte de Platinum Games —¡tú te lo pierdes, Shinji!— tiene todo lo que se le debe pedir a un juego de acción: acción. Mucha y de la buena. Vanquish da una respuesta perfecta a cada una de las exigencias del género, y que me aspen si se trata de algo que no sea eso. El control es magnífico, el ritmo es de locos, los enemigos son más complejos que inteligentes, las armas son tan variadas como divertidas de usar y la mecánica de ralentizar el tiempo consigue dar a todos estos elementos más fuerza de la que ya tenían por separado, que no es poca. Además, por ese sutil y fantástico toque japonés en todos sus apartados, es mucho más único de lo que podría parecer. La historia es una mierda, claro que sí, y varios gatitos seguirían vivos si a Sam Gideon le hubiese tocado cumplir un par de misiones más durante la campaña, pero es muy probable que sigas sin poder superar el sexto Desafío cuando vuelvan los Corticoles. Y es de SEGA. [La ilustración que encabeza este artículo es de Ricardo Escobar. Clic en su nombre para ver más dibujos suyos.]