The Berlin Apartment

17 de noviembre de 2025
PC, PlayStation 5 y Xbox Series
btf / btf, ByteRockers’ Games y Parco Games

Se puede saber mucho de alguien con tan solo ver su hogar. Al habitar un espacio de forma continuada tendemos a adecuarlo a nuestros usos y costumbres, desde la tan extendida disposición de los muebles del salón hacia el televisor hasta qué libros ocupan nuestras estanterías. La posibilidad de que nuestro entorno se amolde a nuestros gustos cual expansión de dominio en Jujutsu Kaisen a veces está limitada por algo tan obvio como las limitaciones económicas, otras por alguna cláusula del contrato de nuestro casero; quizá esto sea lo que hace tan atractivos los videojuegos en los que podemos construir el hogar de nuestros sueños y decorarlo a nuestro antojo, un entorno virtual al que merece la pena dedicarle horas y horas hasta que lo que refleje la pantalla realmente se sienta como nuestro hogar. En The Berlin Apartment no podemos modificar el piso que conecta las cinco historias que dan forma al juego, pero sí podemos saber mucho sobre quienes lo habitaron gracias a todo lo que encontramos en cada uno de sus rincones. Un mismo espacio radicalmente distinto debido a la mano de quienes hicieron de cuatro paredes un refugio. 

En The Berlin Apartment nos ponemos en la piel de una joven y curiosa muchacha que acompaña a su padre a reformar un piso situado en la capital alemana. Este momento en el tiempo, allá por 2020, sirve como hilo conductor para abordar otras cuatro historias que tuvieron lugar bajo ese mismo techo en momentos clave del siglo pasado. Puede que para quienes lo jueguen en otros continentes no sea tan evidente, pero si a alguien que ha crecido en Europa le pides que elija algún que otro año clave para Berlín seguro que coincide con al menos un par de los relatos del juego de btf: nos tocará tomar una dura decisión en plena Alemania nazi, sufriremos el duro invierno cuando la guerra se encamine a su final, intentaremos sortear las limitaciones de cierto muro y, en el que es quizá mi relato favorito, dejaremos volar nuestra imaginación pese a los intentos de encorsetar nuestra creatividad.

La fórmula es sencilla: al ayudar a nuestro padre con las tareas de adecuación del piso, que por ahora consisten en picar, romper y tirar parte de la casa, encontraremos algún objeto que permita que nuestro simpático progenitor nos cuente la historia de ese antiguo habitante de la casa. Todos los niveles del juego nos permiten movernos desde la siempre socorrida primera persona, interactuar con los distintos muebles y objetos programados para ello y transitar cada pildorita narrativa de forma muy inmersiva. Resulta difícil no encariñarse con los protagonistas de The Berlin Apartment, cada uno con algún que otro nubarrón problemático encima que ojalá poder disipar de un soplido.

El orden no es cronológico, pero quien jugara a su versión de prueba sí reconocerá que el inicio es similar, ya que el primer viaje al pasado nos lleva a 1989, con Berlín aún dividida en dos. Un experto en botánica cuya única compañía es un pez tan hablador como comunista encontrará un soplo de aire fresco a través de la correspondencia aérea que un día irrumpe por su ventana, una chispa que zarandea a este buen hombre y le devuelve el ánimo perdido tras una decisión que aún le atormenta. Resulta bastante entretenido solventar los distintos problemas que supone tratar de hacer llegar un avión de papel a otro edificio, ¡el vuelo sin motor los días de lluvia es harto complejo! 

El capítulo dura bastante más que en la demo, al igual que la historia del anciano judío cuyo negocio fue reducido a cenizas, un vistazo a una situación horrible y aterradora, sobre todo porque el jugador es bastante más consciente de lo que se está cociendo en Berlín que este buen hombre. El contraste entre su calma tanto al moverse como al hablar, el colorido de su hogar o su decisión de permitir a cierto pajarito volar —al fin— libre choca con el acoso de ciertos vecinos o la amenaza constante que encontramos con tan solo asomarnos a la ventana. Hay mucha información no explicitada por todas partes, un entorno ideal para potenciar lo que este señor comenta en alto mientras viaja por sus recuerdos al preparar la que está destinada a ser su última maleta.  

Tanto en estos dos relatos como en los dos siguientes encontraremos una serie de temas y emociones bien colocados para hacer de nuestra partida a The Berlin Apartment un rato más que satisfactorio. Son historias que importan, con un peso palpable. No se trata de una importancia artificial lograda a base de poner elementos polémicos, sino de un conjunto de voces auténticas que crecen gracias a una sólida base cimentada en tener las raíces cerca de donde el equipo pretende que su árbol crezca. En un año tan bueno en lo que a historias locales que logran volverse universales debido a su magnífico pulso narrativo y la verdad que atesoran —aquí podemos pensar en los despelote, Consume Me o A todas las palomas de Madrid les faltan dedos, por ejemplo—, The Berlin Apartment logra que su mensaje sea recibido sin torcer el gesto. Puede que estemos saturados de historias manidas y lugares comunes, por eso hay que pulir bien el relato para que nuestra barrera descienda y nos entreguemos por completo.

La última vez que me mudé recuerdo perfectamente cuándo comencé a ver el piso como un nuevo hogar en vez de ser un espacio frío y ajeno: fue cuando coloqué un pequeño objeto destinado a sujetar el cepillo de dientes. Poco a poco, tras los sudores que supone una mudanza —esa parte en Unpacking nos la saltamos, por suerte—, el espacio extraño se transformó en cotidiano y sus rincones se llenaron de historias encapsuladas en objetos de diversa índole. Puede que el relato de mi pequeño piso no sea tan concreto —e interesante— como para colarse en un juego como The Berlin Apartment, pero el trabajo narrativo de btf sin duda logra transportarnos a ese piso berlinés, consiguiendo que nos sintamos por un lado habitantes del mismo, a la vez a que la curiosidad por saber más sobre quienes realmente pasaron allí sus días nos impulsa hasta que los créditos inundan la pantalla.

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Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.