Las casualidades existen. A veces producen coincidencias difíciles de explicar, tan poco probables como lo es que nos percatemos de ellas. Hace unos días, poco después de terminar Sopa: Tale of the Solen Potato —o el relato de la papa robada si lo jugamos en español—, me topé con varios discursos en distintos medios a favor de que tanto la crítica como la audiencia se aproximaran a las obras culturales desde un punto de vista menos analítico, que de vez en cuando dejaran que fuera la emoción quien guiara la experiencia y no sometieran todo al escrutinio de la lógica; menos sentido y más sentimiento. Creo que hay espació —de sobra, de hecho— para la emoción dentro del análisis, pero sí estoy de acuerdo que en ocasiones construimos ciertas barreras debido a cuestiones técnicas del videojuego en cuestión que pueden alejarnos de lo que atesora en su núcleo.
Comento esto porque igual hay quien tuerce el morro por el apartado gráfico del juego de StudioBando o que resopla en alguna ocasión durante la partida por algún que otro momento en el que la cámara no colabora, pero si nos entregamos a lo que este juego quiere ofrecernos sin activar esa parte más analítica no nos costará nada disfrutar de un viaje de dos o tres horas sobrado de mimo y ternura. Su protagonista, Miho, se ve inmerso en una persecución río abajo tras el escurridizo ladrón que se ha llevado el saco de patatas que su abuela necesitaba para preparar un guiso. Y quién quiere decepcionar a su abuela.
Los quebraderos de cabeza a los que nos enfrentaremos se resuelven a base de hablar con los personajes de la zona, saber qué necesitan y atar cabos para saber cómo poder conseguirlo con los pocos objetos que tenemos a nuestra disposición. Una estructura muy de aventura point and click en la que encontraremos a mucha gente dispuesta a ayudarnos… después de que hayamos hecho algo por ellos. Al principio puede parecer que el elenco de Sopa: Tale of the Stolen Potato es algo insustancial, pero esta sensación desaparece tras el primer tercio del juego; en lo que a los anfibios se refiere, el ladrón no es el único con algo de chicha, hay cierta rana anciana que encuentra el espacio suficiente para emocionarnos un poco, aunque los personajes con más trasfondo son los humanos que copan la parte central de la historia.
No tengo nada en contra de las ranas capaces de andar sobre sus ancas y comunicarse, quizá sí tenga algo contra aquellas que son unas tramposas redomadas, pero la parte en la que Miho tiene que ingeniárselas para resolver las peticiones de varios humanos es bastante más interesante a nivel jugable: la cadena de favores cuenta con más eslabones, las conversaciones tienen más chicha, la forma de resolver ciertos rompecabezas requiere de más pasos y/o de soluciones menos evidentes y en definitiva consigue que se convierta en una sección satisfactoria.




Aún queda un último tercio para llegar hasta los créditos de Sopa: Tale of the Stolen Potato, todavía tendremos que volver a vérnoslas con el infame ladrón de patatas y poner fin a este entuerto. No es un juego que busque que nos tronchemos de risa, pero tiene algunas cosas bastante graciosas que demuestran el pulso creativo detrás de él. Es bastante gracioso que el ladronzuelo afane un saco de patatas y resulte que las ranas que habitan el mercado donde intenta venderlas odien este alimento. Y hablando de patatas, hay un detalle muy fino relacionado con la obtención de una de ellas y un pájaro, un momento disruptivo por la irrupción del ave en uno de esos momentos tan de videojuego, aparentemente alejados de la realidad en sí de la historia, que el verlo interrumpido por el apetito de una gaviota resulta tan sorprendente como genial.
De pequeño pasé muchos veranos con mi abuela en el pueblo, mientras mis padres trabajaban en la ciudad. Al igual que Miho, si ella necesitaba un ingrediente de la despensa o que hiciera algún recado lo hacía de buen grado. No tuve la suerte de vivir las desventuras que tiene que superar Miho para conseguir recuperar las patatas robadas, pero estoy convencido de que hubiera sido igual de tenaz hasta lograrlo con tal de no decepcionar a mi abuela. Pocos motivos más fuertes para enfrentarse al mundo que preservar la felicidad de un ser querido, tanto es así que el aparentemente indolente Miho se vuelve el muchacho más intrépido y decidido para lograr que su Nana prepare su sancocho. Otra de las partes interesantes de Sopa: Tale of the Stolen Potato, que el plato que sirve como pistoletazo de salida para la trama sea un guiso típico de varios países hispanohablantes en América.
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