Análisis de Kabuto Park

Orígenes Pokémon

Un agosto caluroso en el parque Kabuto, entorno ideal para atrapar insectos, entrenarlos y utilizarlos para alzarnos con la victoria. La versión realista de los cimientos de Pokémon. 

Mucho ha llovido desde que Pokémon irrumpió en nuestro imaginario popular, pero antes de aquel fenómeno noventero podemos inferir que no fueron pocos los niños que dedicaron sus infinitas tardes de verano a cazar bichos en el campo. Puede que no sea una experiencia del todo universal, lo de cazarlos digo, pero sí apela a más personas el hecho de dejar la ciudad tras el curso escolar y abrazar la fascinación que produce la naturaleza con el canto de la chicharra cuando aprieta el calor, la melodía del grillo cuando anochece, el vuelo grácil de una mariquita, el terror de una insistente avispa o el hipnótico aleteo de una mariposa. Kabuto Park consigue canalizar ese sentimiento y convertirlo en la estructura que da pie a un juego con las ideas muy claras, tan contenido como satisfactorio.

El nuevo juego de Doot —autor de Minami Lane, el relajante juego en el que gestionamos una calle con sus distintos establecimientos y viviendas— puede durar unas tres horas si vamos lanzados hacia ese final que suelen marcar los créditos, pero también puede ser un rincón digital en el que pasar mucho más tiempo si disfrutamos de cualquiera de sus facetas jugables. Si bien es cierto que la historia como tal ya habrá concluido, esta no deja de ser un marco para que las mecánicas de Kabuto Park encuentren una base sobre la que crecer.

Nada más llegar al parque nos recibe una simpática muchacha que, como Azul en Pokémon, nos explicará cómo funcionan los combates de escarabajos y nos animará a que lleguemos a lo más alto del torneo antes de que el verano llegue a su fin. Es una cuenta atrás que puede resultar algo agobiante de primeras, pero que nadie se preocupe: el tiempo solo avanza cuando superamos una ronda en el torneo, ni capturar insectos, ni perder combates, ni observar durante más tiempo del que voy a reconocer a los simpáticos bichejos en el terrario harán que el final del verano se aproxime.

Somos los dueños, por tanto, de nuestro tiempo. Todo un mes de agosto para explorar un mapa dividido en cuatro zonas, tres de ellas bloqueadas al comienzo del juego para que la progresión siga el ritmo que Doot considera oportuno. De esta forma empezaremos encontrando insectos cuya captura es relativamente sencilla y terminaremos con la versión más enrevesada, exigente y estimulante de un sistema de fácil legibilidad: cada encuentro está acompañado de una barra horizontal por la que se mueve una línea vertical, de lado a lado; nuestro objetivo es pulsar en el momento oportuno, ya sea en las franjas azuladas que permiten que nos aproximemos sin espantar al animalillo o en la franja verde que asegura la captura exitosa con nuestra red. A este sistema, según avanza el juego, se incorporan objetos como la miel, que permite ralentizar el movimiento de la línea vertical —algo recomendable para los insectos más difíciles de atrapar, pero que no es necesario si desarrollamos cierta pericia con el apuntado— o las variaciones que ofrecen las zonas avanzadas como franjas móviles, franjas con variación de tamaño o franjas intermitentes.

En cada zona puede aparecer un tipo concreto de insecto, una pool de bichos que se amplía según avanza el juego. Mediante nuestra lupa los podremos localizar; primero con incursiones breves, al final pudiendo atrapar hasta cinco especímenes por viaje. En estas búsquedas podemos toparnos, aunque es poco probable al principio, con alguna que otra criatura que presenta colores distintos al resto de sus compañeros; la aparición de estos shiny aumenta ligeramente durante la recta final del juego, no obstante quien prefiera centrarse en el combate de Kabuto Park hará bien en fijarse en otros apartados distintos a la apariencia del insecto en cuestión.

Una cosa más antes de abordar los enfrentamientos: logros al margen, no hay necesidad de capturar un ejemplar de cada tipo para completar Kabuto Park, pero quizá por herencia de aquel mantra pokémaníaco el impulso de hacerse con todos está presente. A partir de cierto momento el juego permite que cierto número de criaturas de nuestra colección —es el nombre que le da el juego, con los cuestionables matices que puede acarrear; al igual que la caza de insectos en sí, por mucho que ninguno de ellos salga herido— convivan en un terrario y algunos de los bichitos menos comunes son, precisamente, los más bonitos del juego, por lo que poder observarlos en movimiento es una recompensa más que suficiente.

Ahora sí, hablemos del combate en Kabuto Park. Ya en la demo del Steam Next Fest de febrero pudimos saborear el potencial de uno de los pilares de este juego. Reconozco que disfruto bastante más del descubrimiento de nuevos tipos de criaturas, incluso del minijuego de captura que del combate en sí; al igual que me pasa en Pokémon. No obstante, las posibilidades que ofrece el juego, gracias a la crianza de los hasta tres miembros de tu equipo y esa pizca de deckbuilding que aporta que cada animal aporte tres cartas a utilizar durante el combate, son más que suficientes para equilibrar la balanza y hacer de esta parte de Kabuto Park algo realmente entretenido; al igual que me terminó pasando en Pokémon.

Cada criatura que capturemos nos permite, antes de abandonar el lugar, consultar sus estadísticas y decidir si queremos quedarnos con ella o venderla por un número determinado de caramelos; después recogeremos este concepto. Entre sus estadísticas encontraremos algunas interesantes por pura curiosidad, como por ejemplo el tamaño del animal, además de otras que son exclusivas de Kabuto Park, aquellas que condicionan los enfrentamientos. Cada insecto tiene una cantidad concreta de puntos de fuerza, para empujar; de defensa, para resistir el empuje rival; y de velocidad de recuperación de energía, la cual utilizaremos para jugar nuestras cartas.

Habrá quien forme su equipo en función de aquellos ejemplares que portan una estrella en una de las tres estadísticas, una estrella nunca es mala señal; habrá quien prefiera que su conjunto de bichos esté formado por los más adorables; también hay espacio para que las formaciones sean dinámicas y se adecúen al rival que nos espera en cada ronda, Kabuto Park permite que todas estas opciones sean válidas y que el proceso hacia el final del verano sea de todo menos frustrante.

En mi caso, tras comprobar que los insectos voladores son muy útiles para emplear más cartas, pero no tanto para empujar sin mirar atrás como hicieron durante gran parte del torneo mis hercúleos escarabajos —sí que hubo un escarabajo hércules en el equipo un tiempo, pero no mucho—, opté por alimentar a un selecto grupo de bichejos que aunaban tanto el caerme bien como unas estadísticas útiles. Durante gran parte del torneo podemos emplear la fuerza bruta para superar a nuestros rivales, un equipo con buen nivel no sudará para pasar de ronda empujando a los contrincantes fuera del tocón.

Porque en eso consiste el combate de Kabuto Park: una sucesión de turnos breves en los que primero un equipo empuja al rival y acto seguido el otro prueba suerte hasta que uno de los dos se precipita por el lado que queda a su espalda. Durante este baile a muchas patas los humanos pueden intervenir eligiendo entre las tres cartas —de un total de nueve— que portan en la mano, cada una con un coste energético y con un efecto distinto: empujar al rival, aumentar una de las estadísticas de forma temporal, mejorar una estadística durante todo el combate a cambio de recargar la energía más lento, protegerte de ciertas cartas del rival… hay suficientes tipos de cartas como para que sea un elemento a considerar a la hora de formar nuestro equipo.

Más allá de los jefes que suponen el acceso a nuevas áreas y desbloquean también la posibilidad de subir aún más de nivel a nuestros bichos, los combates del torneo son más que asumibles durante casi todo el juego hasta la recta final. En los últimos compases de Kabuto Park es más que probable que tengamos que afrontar una caza indiscriminada de ejemplares para su posterior venta a cambio de caramelos con los que alimentar a nuestro equipo y subir así su nivel. Es un proceso llevadero ya que la captura en sí es tan breve como divertida y mientras lo hacemos seguimos buscando aquellas especies raras que nos faltan para encontrar al menos un ejemplar de cada especie en el juego. No es ni mucho menos un lastre para el ritmo de un juego que, si nos limitamos a completar sin regresar para su postgame, se puede terminar en unas tres o cuatro horas.

Doot, presente en el propio juego, regresa un año después del relajante Minami Lane con una propuesta bien pulida. Kabuto Park funciona tanto en su faceta coleccionista de bichos como por su equilibrado combate, sin olvidarse de la ternura de los niños que dan sentido a una historia con la que resulta muy sencillo dejarse llevar de vuelta a esas tardes eternas y calurosas en las que aventurarnos por el campo hacía que nuestra imaginación volara junto al resto de la fauna autóctona. Se agradece, de vez en cuando, esto de poder asomarse a una ventanita que nos devuelva a aquellos tiempos privados de estrés y responsabilidades, en los que la diversión lo bañaba todo y encontrar un insecto de colores era lo más guapo que te podía pasar.

[ 8 ]

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.