Metal Eden

2 de septiembre de 2025
PC, PlayStation 5, Xbox Series X/S
Reikon Games / Deep Silver

En Metal Eden no hace falta un botón para correr: por defecto te mueves a toda pastilla. Si algo se puede decir del first person shooter de Reikon Games (el estudio polaco que debutó con Ruiner) es que va con el acelerador pisado a fondo desde el primer minuto; apenas lo suelta un momento cuando necesita, porque no le queda otra, explicar un poco sus mecánicas más específicas. Aquí te pones en la piel de Aska, una unidad de élite que debe infiltrarse en una megalópolis flotante conquistada por una inteligencia artificial rebelde que mantiene secuestrada la conciencia de la humanidad, transferida a unos Núcleos artificiales para que sobreviva en un planeta Tierra ya inhabitable. En sus botas disparas, corres, saltas; la receta común del shooter en primera persona, pero siempre con el reproductor a x1,5.

Lo específico llega cuando empiezas a extraer núcleos, a correr por las paredes, a convertirte en esfera. Sabemos de dónde vienen esos ingredientes, pero están bien integrados. Cuando estás cerca de un enemigo, por ejemplo, puedes eliminarlos rápido extrayendo su núcleo, que luego puedes elegir cómo utilizar: puedes recuperar salud con ellos, usarlos para cargar el superpuñetazo (perfecto para eliminar escudos) o simplemente lanzarlos como si fueran una granada. (Otro aroma conocido: los golpes cuerpo a cuerpo hacen que los enemigos suelten ítems de vida.) Las arenas en las que todas todas esas decisiones a menudo tienen varias alturas, rutas que te llevan de un extremo al otro más rápido que otras y paredes por las que puedes correr, una superficie más alrededor de la que diseñar los enfrentamientos y algunos desafíos de plataformeo por lo general bastante tibios. A la media hora de empezar el juego consigues la habilidad de convertirte en una esfera, que se mueve todavía más rápido a cambio de tener menos capacidad ofensiva: sin el arsenal de Aska a mano, tienes que tirar de un rayo apenas disuasorio y misiles teledirigidos con los que hacer daño mientras correteas entre los enemigos.

Nada que objetar a todo esto: si Metal Eden tiene una virtud es la de la concreción. Se entiende por qué hay «solo» seis armas cuando ves que cada una tiene su propia personalidad, sus usos más especializados, y en parte es por la forma tan legible en que se delimitan muchas de las arenas en las que ocurren las grandes tanganas. Cada grupo de enemigos parece intentar ejercitar un músculo distinto, aunque muchas veces los ejercicios se hacen algo parecidos; aprecio lo que tiene de puramente arcade esta forma de diseñar niveles, pero, en la práctica, acabé recurriendo mucho más de lo que me habría gustado a la metralleta estándar. Es más: acabé apreciando más mi propio ejercicio de intentar sacarle el máximo partido a esta arma básica, que se puede sobrecalentar y no hace mucho daño, pero a cambio es rápida y fácil de usar y tiene munición infinita. La culpa probablemente es mía, pero la parte de mí que siempre intenta ahorrarse todas las pociones posibles en un Final Fantasy no encontró resistencia en Metal Eden. Acabas sacándole partido de vez en cuando al resto del arsenal, pero el protagonismo de la metralleta es enorme, y aunque se disfruta acaba dejando la sensación de que se podría haber aprovechado un poco más; el toma y daca de disparos, núcleos extraídos y carreras por el suelo y las paredes se acaba volviendo algo repetitivo.

Y no es por falta de esfuerzo, porque Metal Eden hace todo lo posible para que cada nivel tenga mucho movimiento, para que notes que te mueves por el tipo de espacios que esperarías en un mundo como ese; incluso para que te puedas parar a ver qué ocurre a tu alrededor, si echas el freno en algún momento. Lo hace a buen nivel durante cinco o seis horas, mientras el gameplay hace lo posible para no perder definición aunque sin dar muchos motivos para que ayudes a definirlo. No es un juego antipático, pero tampoco anima a que le prestes la atención que necesita para quedarte con lo que ocurre, con lo que te dicen por radio mientras haces wallrides. Tan rápido como llega se va Metal Eden, y se agradece la seriedad con la que se toma el tiempo que pasas con él, pero la verdad es que se echa en falta un poco más de variedad e intención para que cada pieza tenga espacio para decir algo.

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