Tenemos que hablar de Aloy

Modo de espera

Empiezas un juego, lo dejas; meses después, decides volver a intentarlo… ¿Cómo gestionar una situación así, tan cotidiana y tan compleja?

Una PlayStation 5 ha entrado en mi casa. Lo digo con la boca pequeña, porque esta consola no era, ni mucho menos, la siguiente opción prioritaria en mi lista de deseos. La oportunidad de adquirirla de segunda mano a un precio «razonable», pero, ante todo, el precio de los videojuegos, en especial los físicos de segunda mano, ha acabado por convencerme. Aun así, reitero mi recomendación de que, si quieres entrar en la actual generación, teniendo como preferencia el catálogo y la economía, otros sistemas pueden ser más adecuados. Pero aquí estoy, con el último sistema de Sony en el salón, al lado del televisor, compitiendo por ver cuál de las dos ocupa más espacio, y, en teoría, nuevas experiencias digitales que explorar. ¿Os sorprende si os digo que el primer título que he instalado es Horizon Forbidden West de PS4? 

Me regalaron Forbidden West en invierno. Aunque disfruté de la primera aventura de Aloy, tuve que tener fe en ella hasta que accioné el mecanismo que empujó el conjunto. Entonces es fascinante. Pero mientras no encajan las piezas, que viene a ser el último cuarto de la historia, el hecho de explorar el mundo, matar a máquinas y hacer encargos puede resultar cargante. Pensando en esa primera experiencia, tuve claro que compraría el juego una vez hubiese pasado el período de lanzamiento. Por un lado, esperaba a un estado anímico en el que me apeteciese meterme en un mundo abierto; por el otro, un precio que se acomodase a mi bolsillo. Llegó pasados unos cuantos meses porque no tenía prisa ni quería tenerla. Una vez instalé el juego, empecé la partida y tras 15 horas… paré. El temido adulting me tuvo atada durante meses. 

¿Sabéis esas espinas que se quedan clavadas? El título de Guerrilla Games era una de ellas. En realidad, tengo una lista cada vez más grande de videojuegos que se han quedado en pausa. Hay un fenómeno llamado «pereza» que me hace difícil regresar a obras lúdicas que he dejado a medias, hasta cuando me han gustado. No suele pasarme con lecturas o series, pero sí con videojuegos. Mi predisposición es que, si tengo que interrumpir durante semanas el videojuego, una y otra vez, lo dejo. Y si lo dejo, no vuelvo. ¿Por qué? Principalmente, porque el «mañana» se transforma en «pasado mañana», y cuando me he dado cuenta, no sé ni cómo se salta ni quién lo protagoniza. Entro en un círculo vicioso, que pocas veces he conseguido romper, y ese es el punto de no retorno, porque cuando llevas 30, 40 u 80 horas a un juego, siendo une adulte con decenas de responsabilidades y teniendo varios lanzamientos semanales en la mira, quizás no te apetezca volver a empezar. 

Admitámoslo: no pasa nada por hacerlo. Aun en el supuesto de hacer el esfuerzo por reintegrarte en el videojuego abandonado, las primeras horas son desesperantes. ¿A dónde iba? ¿Se dispara la flecha así? ¿Quién eres tú? ¿Por qué el pueblo está ardiendo? Cuanto más abierto el mundo, más preguntas en el aire y más iconos exclamativos en el mapa (¿cuándo desbloqueé tantas zonas?). No obstante, todo te lleva al mismo destino: vas a morir, inclusive cuando el instinto de la repetición haga que pongas los dedos en los botones adecuados. Es una lucha entre tu cabeza y el videojuego, que ya no está en el tutorial, porque llevas (llevabas) 25 horas antes de tu «amnesia». Si de por sí juego en Fácil o Normal, os juro que retomar un título, después de meses de ausencia, clama ponerlo en modo Historia. Sé que hay personas que son inmunes a todo lo que explico. Obviamente, no soy una de ellas. Elegides, desde aquí os pido humildemente que me deis un poco del antídoto. Gracias.

En fin, que volví a Horizon Forbbiden West. Instalé la versión para PS5 y traspasé mi partida (llevaba casi 20 horas, claro que iba a hacerlo). Tener una consola por estrenar me animó un poco; querer tachar el título de mi lista, más; ver las conferencias del No E3 y los lanzamientos que se nos vienen encima me convenció del todo. Ahora mismo guío a Aloy por el Oeste de Estados Unidos sin mirar atrás, de un punto a otro, esperando ver los créditos más pronto que tarde. Pero esto no es lo habitual, fundamentalmente cuando no siento una conexión fuerte con la obra, y no descarto que, si vuelvo a no tener tiempo de jugar, lo deje estar. De hecho, os hablé hace tiempo de que no hay ni debería haber una obligación de terminar los videojuegos. La obra de Guerrilla Games podría acabar en ese cajón, dado que hay elementos que me rechinan en su ejecución. Por ahora, está en la estantería de excepciones que confirman la norma: las obras que descuido, por un motivo u otro, se quedan en el limbo.

Esto me provoca frustración, desesperación, tristeza e inconformidad, ya que quiero romper la relación con un videojuego en mis términos, no dejarlo porque es imposible que en días de 24 horas no pueda coger un mando. Pero la vida adulta, regida por el capitalismo, no me lo permite. Es ella quien toma esa decisión. Esto me lleva a que, al final, no sé ni qué tengo pendiente, con lo que busco en mis librerías físicas y digitales cada cierto tiempo, añadiendo nuevos y tachando algunos (pocas veces) en mi cuaderno, y me doy cuenta de que deseo y no deseo retomar mis videojuegos a medias. Es una dicotomía que nunca he logrado apaciguar. Como tiendo a elegir un videojuego en función de lo que me apetece, de los lanzamientos que me llaman la atención y de recomendaciones de personas cercanas, siento que ese tren ya pasó. 

También es cierto que, cuando regresas, parece que todo es superior o inferior a lo que habías captado meses atrás. Es decir, que te has construido una imagen mental de lo que era el título, hasta que topas con los errores que te hacen perder reiteradamente contra un jefe o te ríes con un diálogo cómico inesperado. Al final, el tiempo no pasa en balde, tanto en tu ser como en tu jugar. Así, de volver al videojuego dejado, todo suma, y parece que tomar esa decisión es como escalar un muro que está hecho de ladrillos de muchos tipos: escasez de tiempo y energía, percepciones particulares pasadas, mundos virtuales enormes, descentralización de las metas del videojuego, fórmulas genéricas, combinaciones de botones de aprendizaje y dominio complejo, duraciones que alcanzan las varias decenas de horas, avalanchas de lanzamientos, FOMO… El cemento es el ecosistema que basa, impregna y hace hasta deseables esas prácticas del capitalismo.

Quiero romper la relación con un videojuego en mis términos, no dejarlo porque es imposible que en días de 24 horas no pueda coger un mando

Acabar con el capitalismo sería lo ideal. Ahora bien, la opción más alcanzable en el presente para nosotres es adaptarnos y deconstruirnos como jugadores ante las trampas del sistema (no temer a que muera le protagoniste, acomodar el nivel de dificultad, dejar sin remordimientos un videojuego que no nos convence, omitir las misiones secundarias que queramos, intercalar varios títulos para descansar, darnos épocas de desconexión…). Sin ser la manera adecuada de solucionarlo, es la que he encontrado para, por ejemplo, animarme a regresar a un videojuego que quiero terminar. No tenemos culpa de sobrevivir en un sistema en el cual nuestro ocio nunca será prioritario, pero tenemos varias responsabilidades, entre ellas, de cómo nos tratamos a nosotres mismes. Así que mi partida de Horizon Forbbiden West está en dificultad Fácil, hago pocas misiones secundarias, uso guías y no recojo coleccionables. Hoy he coronado el muro. No como quería, pero lo he hecho.

A veces, con eso basta.

Colaboradora

Apasionada de los videojuegos independientes y de la comunicación, no duda en hablar sobre videojuegos allá donde es bienvenida. La curiosidad me lleva a buscar respuestas en los lugares menos sospechados, así que siempre tengo preparadas algunas preguntas.

  1. Leto

    Y no pasa nada. Quiero decir, creo que es una práctica más habitual de lo que parece, y no se acaba el mundo. Digo, el aparcar un juego durante un tiempo y retomarlo más tarde. A mí me ha ocurrido en ocasiones, aunque en mi caso vuelvo con energías renovadas y el producto me termina gustando mucho. Si lo dejo por hastío no suelo volver a él porque recuerdo esa sensación y se me quitan las ganas.

    En otras ocasiones es por la densidad de la propuesta. Red Dead Redemption 2 lo terminé dejando porque la falta de tiempo, y una sensación muy extraña de jugar dos horas y no haber avanzado apenas nada, hizo que me frustrara y viese que era un juego al que no podía dedicar el tiempo requerido para evitar esa frustración. Juegos que invitan a perderse y hacer las sesiones tuyas. El problema es ese, tener poco tiempo y tener la sensación de que hay que aprovechar las escasas sesiones que uno tiene para avanzar. Curiosamente eso no me ha ocurrido con «Forbbiden west».

    Y es que el título de Guerrilla me enamoró desde el primer instante. Dejé de lado el minijuego de las piezas, porque si me ponía con ello me invadía eso de estar perdiendo el tiempo en mis sesiones, pero en el resto de tareas me lo pasaba tan bien, y me invadía una plenitud jugona tal, que nunca tuve esa impresión de jugar contra el reloj. Al final, con expansión incluida, le he metido 170 horas repartidas en 4 meses, y más feliz que el pompas.

    Otro caso curioso en mi experiencia ha sido «God of war Ragnarok», pero es algo creo que muy personal. Y es que el ocio de los videojuegos me va por rachas. Tengo meses durante el año que no suelto el mando en mis pocos ratos de ocio, y después otros meses en los que no lo toco porque me invaden otros intereses, y al final hay que escoger entre ocios. Ragnarok fue una víctima de esto, y mira que me parece una auténtica joya, pero me he tirado desde enero hasta ahora sin jugarlo, y sin jugar a absolutamente nada desde enero hasta abril (curiosamente fue la salida de la expansión de Forbbiden West la que me hizo retomar los videojuegos este año), no porque el juego fuese malo o me invadiese el hastío (aunque sí confieso que es otro caso de juego densísimo) sino por una mera cuestión de apetencia personal entre ocios diversos. Y, como digo, hay que elegir.

    Al final del día concuerdo con lo que se dice, no sentir obligaciones en esto de los videojuegos (ni en ningún ocio en general) ya que son para disfrutarlos y no rayarse. Es cierto que el dejar algún título a medias es como cuando dejamos un libro sin terminar, esa espinita molesta y subyugante, pero erigirse por encima de ello y no tratarlo como una especie de obligación es un logro en sí mismo. Así que mucho ánimo, y no olvidar que el modo de jugar es algo personal e intransferible, y nunca, una obligación.

  2. orwellKILL

    No se vosotr@s, pero empiezo a pensar que hacerse mayor implica disfrutar de lo que ha elegido un@ mism@ y descartar lo que no ha elegido un@ mism@.
    Mirar pa dentro.
    Con esta perogrullada vengo a decir que si no me hago daño y no se lo hago a l@s demás, voy a disfrutar mi tiempo como me salga de las gonadas.
    Partidas a medias, modo historia, pereza, fomo…
    Que más da?
    Disfruta tu tiempo como te sea disfrutable!!!

    Editado por última vez 11 julio 2023 | 13:35
  3. Gordobellavista

    Es un problema esto porque los juegos son hoy muy complejos y, como los dejes un tiempo, es verdad que luego no te acuerdas de nada. Especialmente en juegos de colonias o de cadenas de montaje, rollo Oxigen Not Included o Satisfactory. Ahí no sólo has olvidado el control, es que no te acuerdas de cómo tienes organizado el mundo así que, cuando te apetece volver, lo haces empezando una partida nueva. Lógicamente, en esta te cansas incluso antes que en la primera, y el resultado final es una serie de guardados con fecha creciente y avances en la partida decrecientes.

    Y me encanta echar la culpa de todo al capitalismo porque se suele acertar, pero en este caso, hablo personalmente, sería deshonesto hacerlo. La mayoría de las veces, cuando he abandonado un juego, lo he hecho para irme con otro.

  4. NahuelViedma

    Yo creo que tiempo solemos tener, o mejor dicho, estas angustias con el consumo de obras aparecen cuando como sujetos tenemos el tiempo que nos permite elegir actuar y la elección lamentablemente ya no la toma alguien por nosotros. Generalmente en los días donde la vida apremia y no tengo hueco para jugar o leer, tampoco lo tengo para divagar en la función de esas actividades, recién tomo conciencia de ello cuando tengo tiempo libre.

    Una muestra fiable del chivo expiatorio de la cuestión del tiempo como causante es el tiempo que destinamos en Twitter, en Discord o mismo aquí en Anait, leyendo, comentando, pensando, etc.

    Seguramente estos artículos le sirvan a muchísima gente, poder ver en ellos la posibilidad de dejar lastres percibidos como mandatos gamers, pero nunca hay que perder de vista que cada quién tendrá su historia personal con los jueguitos. Por momentos les veo como con muchas ganas de jugar sin conflicto alguno, no sé si no me estarán vendiendo un nuevo deber ser xD

  5. suer_one

    Mi experiencia con ese juego es absolutamente calcada. Y al final en fácil, sin secundarias y consultando una guía en cuanto notaba que me atascaba… lo terminé. Porque era eso o dejarlo para siempre… y prefiero haberlo completado.

  6. molekiller

    Yo ya no me fustigo por dejar juegos a medias. El último sonado el Elden Ring. Por algún motivo los juegos de From dejan de motivarme cuando llevo alrededor del 70% de juego. Es pensar en volver y me da una pereza de cojones.

  7. hache_rodri

    mi partida de Horizon Forbbiden West está en dificultad Fácil, hago pocas misiones secundarias, uso guías y no recojo coleccionables

    Y no pasa nada, como dicen por aquí. Cada uno juega a videojuegos de la manera que quiere.

    Muchas gracias por poner palabras a esta reflexión que todos les aficionades tenemos

  8. Cristian Sarmiento

    Concuerdo con la falta de tiempo, para mí, esto se agudiza con una amplia gama de opciones y no solo dentro del mundo de los videojuegos, pueden ser series, libros, películas, etc, al final del día, cuando me pongo a pensar en cuál de todos mis hobbys, es el más complicado de ejecutar, siempre me vienen a la cabeza los videojuegos, no hace falta mucho para que uno de los múltiples bombardeos publicitarios me hagan dudar si deberia estar atacando este juego, justo ahora en este jefe del cual no puedo pasar o debería estar ocupando el disminuido tiempo que tengo para el ocio en ver la última temporada que salio de una serie, leyendo un libro o viendo una película. Creo que para poder tener una sesión de juego de calidad se necesita cierto «mindset» uno en el que no veamos como se agotan los minutos a cada paso que damos, me gustaria tener el super poder de aislar mi mente de todas las cosas que tengo en espera y simplemente poder sumergirme en el juego que tengo delante, y recordar por que me encanta todo esto.