Píxeles y palabras

Cavidades trascendentales

El año que cierra es la ocasión perfecta para mirar atrás, no en busca de los mejores juegos, o de los que más han aportado al medio, sino de esas piezas que nos conmueven.

The ones who really love you never really leave you, you know

Giovanni, Spiritfarer

Atrás empieza a quedar el año, con apenas un mes disponible para jugar a algunos videojuegos más antes de que nos despidamos de él. Ya sea sumergirnos en aquellos títulos que en los últimos meses han colmado de expectativas nuestros calendarios, o  finiquitar aquellos que se han hecho un hueco en nuestras colecciones físicas o digitales más allá de su fecha de lanzamiento, apuramos los días para disfrutar de ellos hasta lo que nuestra cultura nos ha enseñado que es un final que da paso a otro ciclo. Así, los lanzamientos o los pendientes de años anteriores se mezclan con la ilusión del porvenir, de las ganas de ver qué nos deparan los siguientes doce meses. Un espectáculo que se repite, por aquello del cierre de año, y nos deja entre la esperanza y la desesperanza, puesto que mientras la mirada se posa en el brillante futuro, es imposible no abrazar la desazón de despedirnos de las experiencias que nos han cautivado hace escasamente unas semanas.

Es el momento tradicional para echar la vista atrás. Rememoramos videojuegos que nos gustaron más allá de nuestras expectativas y los que nos defraudaron una vez entramos en ellos, pero también evocamos los que nos enseñaron ciertas lecciones y los predilectos, los cuales pueden acabar en una de las míticas galas con las que el sector premia mayoritariamente lo popular, en vez de lo transcendental. Igualmente, hasta las obras olvidadas al haber priorizado otras o los lanzamientos que cierran el año pueden tener otra oportunidad en una de las listas de pendientes con las que iniciaremos el año. Si somos algo nostálgiques, apreciaremos sentarnos y recapitular las experiencias que hemos atesorado o reunido, sin importar si esos títulos corresponden a este año u otros. Esto es así porque cualquier videojuego puede hacernos vibrar, más allá de su origen o lanzamiento, a lo largo del año. Porque lo significativo no es acabarlos cuando están en boca de todes, sino cuando encuentran un hogar en nosotres. Es ahí cuando tienen las obras tienen un valor único para el jugador, aunque algunas tengan un mayor peso que otras.

Debido al impacto que han tenido esos videojuegos en nosotres, acabarlos puede dejarnos un vacío en el pecho. Sentimos que ese adiós es más punzante que otros y hasta podemos dejar, durante unos días, de jugar, llegando a pensar que jamás encontraremos un juego del mismo calibre. Experimentamos la desilusión, revisitamos mentalmente las escenas clave, creemos que nada estará a la misma altura y buscamos sustitutos similares (género, temática, jugabilidad, etc.). Hay quienes, en busca de las impresiones primerizas, juegan por segunda vez al título, rastreando una vez más ese amargo instante en que, sabiendo que todo terminará, el deseo de darlo por acabado y el afán de que jamás aparezca la pantalla final coexisten. Pero ese instante llegará, porque el ciclo continúa. A menos que no queramos o podamos finiquitar el juego, y con ello probablemente nos perdamos el apreciar el conjunto al completo, la finalidad es cerrar esa experiencia para darle un merecido descanso. También para aceptar que todo tiene un desenlace. Eso no tiene por qué ser malo, ya que ese vacío, a la larga, será el hogar para otro juego.

Sin embargo, el malestar está en nosotres. La temida apatía que nos invade en ese momento, junto a la introspección que puede darse en conjunto, es la consecuencia de perder los estímulos y refuerzos que han favorecido compartir un tiempo, largo o corto, con ellos. Esto se debe a que la conexión que nace de habernos implicado con sus historias, personajes, mecánicas o moralejas, es algo que trasciende una simple valoración positiva o negativa. Es algo que trasciende, dado que nos relacionamos con ellos a través de nuestras historias personales. Por eso, hasta podemos padecer esa oquedad en obras que, a priori, no son nuestras favoritas, pero que, al margen de si nos hemos enamorado o no, han supuesto un choque, una transformación o un enfoque distinto al habitual, sacándonos de nuestra zona de confort.

Todes les jugadores experimentamos ese vacío tarde o temprano, pero de cada une depende qué obra u obras le produjeron tales efectos. Como experiencias únicas, relacionadas con la persona (estado anímico, vivencias pasadas, aprendizaje, etc.) y con el título que las provoca, la selección es individual, íntima y singular. Pero la desazón y el pesar de concluir los juegos, que se atenúa con el paso del tiempo, es algo compartido en la comunidad. De esta manera, a nivel individual vamos reuniendo títulos año tras año que se quedan anclados a nuestra experiencia como jugadores. Por eso, en el impasse que es el final de año, esas intensas emociones regresan. No solo nos despedimos de un videojuego, sino de todos los que han tenido su hueco en el año. Muchos o pocos, han formado parte de nosotres como lo fueron tantos otros desde que cogimos por primera vez un mando y empezamos a jugar. El vacío interior puede ser intenso al rememorarlo, pero es bueno pensar en que no se marchan completamente, ya que perviven en nuestra memoria. 

Alejándonos un poco del concepto de Juego del Año (GOTY) y sus connotaciones, puede que sea una buena idea crear una categoría propia para homenajear a los videojuegos que nos han aportado algo que no se puede medir en gráficos, duración o precio. Es decir, no tanto para valorar los títulos por su magnitud en el sector o el medio, sino por su magnitud en nuestra historia como jugadores. Darnos, de esta manera, el placer de estimar y apreciar los títulos por lo que el medio permite construir alrededor del videojuego y en sintonía con nosotres, en vez de seguir aceptando la generalidad como norma. Aquí no importa lo que consideremos que son los premios anuales, sino el hecho de que podemos compatibilizar las alabanzas a las innovaciones en el medio y los elogios a lo que nos ha emocionado. Acaso en los dos asuntos haya un título claramente favorecido, pero también puede que rescatemos obras de la memoria. 

Después de recapacitar, el título que más me ha conmovido este año ha sido Spiritfarer. Con sus más y sus menos, el viaje de Stella, Dafodill y sus amigos trasladó inquietudes, aflicciones y cavilaciones a los diálogos y escenas con las que el estudio guía al jugador y que, en lo personal, removieron mi estado anímico. Después de los créditos, el vacío se asentó durante una buena temporada. Por consiguiente, decidí darme un margen de tiempo para despedirme de él, como si de un duelo se tratase, y más tarde empezar otros juegos que tenía pendientes. Ese espacio y esa calma posibilitaron que explorase la relación entre la obra y yo, que analizase los puntos clave de la misma y que asimilase todas las bondades que recibí de él. Otras personas empiezan nuevos títulos, similares o distintos, o aprovechan el tiempo libre para llenarlo con otro tipo de ocio (lectura, series, películas, manualidades, etc.) como atenuante a ese hueco. Aunque yo quise esperar a que estuviese preparada para seguir adelante, mi elección no es ni mejor ni peor, solo es una de tantas. 

Ahora, más allá de este ejercicio mental de cerrar una etapa, con la que nos damos un empujón para ordenar y avanzar, puede ser la ocasión perfecta para rememorar los videojuegos que nos han ayudado a crecer a lo largo del año. Esos que han dejado una huella imborrable con una frase, una canción, un personaje o un escenario, y que, por mucho que el tiempo pase, seguirán siendo inolvidables para nosotres. No importa si en total han sido decenas o apenas un par de títulos, si se han lanzando al mercado este año o en nuestra infancia, si ha sido jugando soles o en compañía… Buscar en nuestras bibliotecas, en nuestras consolas, para admirar lo que han conseguido esas obras, hacer un balance de ellas y apreciarlas por lo que fueron para une misme es dar paso a otras que nos esperan. Así honraremos nuestra participación en esas vivencias y la labor de las personas que han trabajado con ahínco en nuestros videojuegos especiales para, de forma hábil o cercana, conmovernos. Es un espacio que considero que nos merecemos como jugadores y como comunidad.

Colaboradora

Apasionada de los videojuegos independientes y de la comunicación, no duda en hablar sobre videojuegos allá donde es bienvenida. La curiosidad me lleva a buscar respuestas en los lugares menos sospechados, así que siempre tengo preparadas algunas preguntas.

  1. Koldo Gutiérrez

    Buena reflexión.

    En esta época de mil estímulos y distracciones, acentuada por los confinamientos, fagocitamos productos culturales a toda velocidad sin dejarlos reposar ni apenas reflexionar. A veces es mejor echar el freno, darle vueltas a lo que acabas de ver/leer/jugar, profundizar en la obra leyendo referencias y debatiendo con amigos para darte cuenta del alcance que ha tenido.

    Sigo teniendo pendiente Spiritfarer y tiene toda la pinta de que será justo de ese tipo de obras que te dejan un poso y te acompañan para siempre.