Avance de Red Faction: Guerrilla

Como tantos otros, no pude evitar reír un poquillo al ver las primeras imágenes de este juego en NeoGAF. Asentí al leer el comentario que decía “este foro se va a comer vivo este juego” y me descojoné al llegar al famoso montaje del avestruz. No, Red Faction: Guerrilla no parecía uno de esos juegos que la gente espera con ganas. Pero la cosa cambió un poco con los primeros vídeos, bastante más con la reciente demo y sigue cambiando con la versión casi final que nos llegó hace unos días. Con Guerrilla volveremos a Marte 50 años después de lo sucedido en el primer Red Faction y en el pellejo de Alec Mason, un tipo no especialmente carismático (tampoco especialmente poco), pero experto en demoliciones, que mola más; es el típico que se compra una gabardina con muchos bolsillos para llevar, además de las llaves, el móvil y la cartera, unas cuantas minas remotas. No habrá tiempo para saber mucho más sobre el protagonista, porque tras un breve tutorial y un trágico pero predecible suceso, Mason se une a la lucha de los rebeldes contra la Earth Defense Force (EDF) y empieza la acción. La revolución es en plan sandbox, que ahora se lleva mucho, de modo que tocará conducir por un considerable cacho de la superficie de Marte en busca de misiones que nos permitan ir expulsando a la EDF de cada una de las áreas en las que se divide el juego. En un orden concreto, eso sí. La estructura, pues, nos resultará familiar. Hay que cumplir un cierto número de misiones secundarias —desde eliminar a todos los enemigos de una zona hasta llevar un vehículo de un punto a otro cagando leches, pasando por retos con un ligero toque de puzle en los que tendremos que demoler una estructura con límite de tiempo y munición— para que las principales pasen a estar disponibles. Y cuando todo está resuelto en Parker, hacemos las maletas y montamos otro campamento en Dust. Así hasta que el símbolo del puño alzado con el martillo tape las seis u ocho áreas que dividen el mapa. Sin embargo, la gracia está mucho más en el cómo que en el qué. Casi todos los objetivos tienen que ver con derrumbar edicicios, instalaciones y cosas en general. La destrucción es el núcleo del juego y está resuelto de una forma ejemplar. Ya sea a martillazos, a base de alunizajes o mediante un recital de explosiones que dejaría sin voz a nuestro querido Tio Masclet, convertir una base enemiga —o no— en un amasijo de piedras y chatarra —que además es la moneda de cambio por allí— resulta verdaderamente divertido y gratificante. Ayuda, en mi opinión, el cambio a vista en tercera persona, ayudan las armas, algunas realmente originales (ojo con el rifle Nano Forge: desintegrar literalmente partes clave de la estructura de un enorme puente hasta que éste colapsa y se viene abajo es una delicia), y ayuda sobre todo el Geomod 2.0. El motor de físicas es clave tanto en lo jugable como en lo técnico: permite hacer pedazos absolutamente todo aquello que no sea roca marciana de una forma bastante realista, sin apenas ralentizaciones y generando muchísimos menos bugs y fallos de los que podría parecer. Casi ninguno, de hecho. Así, Guerrilla sorprende con situaciones realmente espectaculares a pesar de un popping evidente pero no molesto y de que el resto de su apartado gráfico, con modelados, animaciones y efectos de iluminación más que correctos, tampoco es que sea de otro planeta (juas, juas). En algo más de seis horas de juego sólo he encontrado dos problemas destacables. El primero es que se muere mucho. Demasiado. A la que la lías un poco parda destrozando cuatro cosas (algo inevitable porque cuando no es directamente el objetivo, lo haces por pura diversión) suena la alarma, empiezan a llegar soldados por todas partes y a menos que tengas un vehículo cerca, te dejan frito en poco tiempo. La única penalización es un pequeño descenso en la moral de tus compañeros —que se puede recuperar fácilmente—, pero aguantar la pantalla de carga y tener que ir otra vez desde la base hasta el lugar donde está la misión molesta bastante más. Por otra parte, estaría bien que las distintas áreas estuvieran un poco más diferenciadas. Se habla de terraformación, pero parece un recurso poco exprimido porque todo lo que yo he visto de momento se parece bastante. De todos modos, eso es algo que tocará juzgar habiendo dedicado más tiempo a título de Volition. Entonces hablaremos también de si la duración es acertada y de si las nuevas armas y accesorios —armaduras, jetpack…— que iremos desbloqueando logran evitar que la aventura se haga repetitiva. Ah, y queda pendiente el multijugador, que no está todavía disponible en esta versión. En definitiva, la demo que ya deberíais haber probado no engaña. Red Faction: Guerrilla se presenta como un juego interesantísimo a pesar de —o precisamente gracias a— basarse de forma descarada y casi exclusiva en el inmenso placer que supone el arte de romper cosas por nomaqs. Tan simple, básico, divertido y efectivo como eso.