Monográfico Simogo #4

____MS. CORAZÓN
SALVAJE

Con Hermit64, una de las Arcanas de Sayonara Wild Hearts, Simogo explora las formas en que nos refugiamos, a veces peligrosamente, en los videojuegos para superar situaciones difíciles.

They say «begin again»
But I’ll treasure any fragments left behind
Linnea Olsson

Living is easy with eyes closed
John Lennon

Sayonara Wild Hearts es un juego de Simogo; de eso no cabe duda. Están presentes en él muchos de los temas comunes a todo el trabajo del estudio: la creatividad, lo oculto, la tormentosa relación entre el dolor y el arte, los videojuegos clásicos, lo pop y lo elevado. Es un arcade tan directo y sencillo como se puede uno imaginar: uno furiosamente creativo, siempre cambiante, que necesita su banda sonora (a efectos prácticos, un disco de hyperpop de Daniel Olsén, Jonathan Eng y Linnea Olsson) en la misma medida en que la banda sonora necesita al juego para ganar su sentido completo.

Es también un juego narrativamente esquivo. Creo que hay una manera de disfrutar Sayonara Wild Hearts por su valor nominal y ya, sin darle más vueltas: esa en la que sencillamente experimentas los niveles (que son, también, algo así como las visuales de cada canción, a uno por tema, siguiendo el tracklist del disco) siguiendo de manera instintiva esta historia de una mujer que «era muy feliz» hasta que «un día, su corazón se rompió tan violentamente que su tristeza resonó a través del espacio y del tiempo». Esa mujer eres tú. El tarot, el subconsciente, la psicodelia; todo eso está ahí, y es probable que la curiosidad te vaya picando y quizá de pura casualidad empieces a ver más allá del velo, detrás de esta historia de desamores, luchas internas y renaceres triunfales. Pero no es un misterio o una segunda lectura diseñada para ser obsesiva y circular, como en Lorelei and the Laser Eyes. En aquel, el laberinto era el símbolo principal de la búsqueda en la que el principal peligro es perderse, andar en círculos, mientras que en Sayonara Wild Hearts el camino es recto: siempre vas hacia delante, nunca —porque es imposible— hacia atrás.

Lo juegas una vez y quizá otra porque la música está guapa, y luego otra para ver si haces una puntuación mejor. Es un rato agradable. Vas fijándote en más detalle en esa historia que quizá te interesó desde el principio, aunque la urgencia de avanzar por los niveles la mantuviera atada a su sitio. Es una historia sobre «un armonioso universo existió más allá del nuestro» (te cuenta Queen Latifah, inesperada narradora del juego), protegido por la Sacerdotisa, la Emperatriz y el Hierofante hasta que la Muerte se cruza en el curso de la «autopista astral». El Diablo, la Luna, los Enamorados y el Ermitaño «robaron toda la armonía y la escondieron en sus viles corazones»; mientras se desvanecía, el trío de Arcanos protectores creo «una heroína», la Loca, a base de pedacitos de corazón roto, con la esperanza de que en algún momento «fuera suficientemente fuerte para salvar su mundo».

¿Qué es un desengaño amoroso si no un golpe tan duro para nuestro universo interior que de verdad tenemos la sensación de que su onda expansiva tiene efectos «a través del espacio y del tiempo»? «Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos», escribió Borges; «innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí». La Loca, nuestra heroína, recorre entonces el surco dislocado de la autopista astral enfrentándose a los Arcanos que guardan, «en sus viles corazones», la armonía que antes tenía su universo. ¿Antes de qué? ¿Antes de que su corazón se rompiera, o antes siquiera de enamorarse por primera vez?

Es una historia suficientemente abierta, ya digo, como para que uno de los placeres de Sayonara Wild Hearts (directamente sacado del uso divinatorio de la baraja del tarot, que, no está mal recordarlo, no se usó siempre para esos fines: en sus orígenes era un juego, y todavía se ve en la baraja con la que juego al solitario, otra forma de autoconocimiento) esté en interpretar lo que se nos cuenta; no para fijar en piedra lo que nos quiere decir, o para desenredar un lore hecho a golpe de patchwork, como el de Elden Ring (o, sin ir más lejos, el trasfondo de Lorelei and the Laser Eyes, la obra maestra del estudio), sino para reconstruir en tu intimidad algo así como un espejo hecho de, como la Loca, pedacitos de corazón roto. En mi caso, por supuesto, hay un Arcano en cuyas gafas de realidad virtual me vi más reflejado que en ningún otro: Hermit64, el Ermitaño.

Compuesto por niveles muy breves, siempre distintos, cuidadosamente diseñados para que sean tan importantes dentro del conjunto como por separado, Sayonara Wild Hearts es un juego en el que se nota, ya digo que es de Simogo, un mimo único; la presentación es impecable, y no se nota solo en las sensaciones que da a los mandos o en el diseño de los menús: hay mimo también in-game. Me gusta particularmente el espacio en el que se produce la escena con la que el juego empieza (una mariposa de luz entra en la habitación de la Loca y pone su mundo literalmente boca abajo, dando inicio al viaje) y acaba (la Loca regresa a su casa, entrando grácilmente por la misma ventana por la que salió volando), en gran medida porque me encantan las casas en los videojuegos. En el cuarto de la Loca —al que llega, una noche que empieza como cualquier otra, después de cenar en Värnhems Falafel; un sitio real, por cierto— hay estanterías en las que parecen faltar libros; una Game & Watch en el alféizar de la ventana; una Mega Drive en el suelo, frente a la tele; su longboard, y una maleta a los pies de la cama. También hay una cámara antigua, y una taza con lápices al lado de un ordenador portátil, y encima de una cómoda hay una libreta. ¿No está ahí ya todo el juego, resumido en apenas cinco segundos, desde el principio hasta el final?

Cuando sales por la ventana, empieza un frenético viaje interior en el que nuestra heroína se enfrenta, esta es mi interpretación, no a uno sino a varios desengaños amorosos; su corazón se rompe varias veces, y cada una de esas experiencias la transforma, la desplaza, la mueve en una dirección distinta. Cambia para no desentonar en el refugio que le toque en cada momento; se camufla en la tribu, disfrazándose con una beisbolera roja; se busca en los bosques de la psicodelia, experimentando los placeres del viaje al centro de su mente; se confunde en los demás, se disuelve en la petite mort, es ella mil veces y no lo es ninguna, imagina, perdida como está en ese bucle melancólico en el que se meten los discos cuando la aguja se escapa de su particular autopista astral.

::::En las gafas de realidad virtual de Hermit64 nos vemos reflejados quienes hemos recurrido, y recurrimos todavía, a los videojuegos para esquivar los dolores y los problemas cuando se te ponen delante::::

Se refugia también en los videojuegos, en los que se evade como parte de su particular viaje espiritual. Es una evasión que se representa de manera muy gráfica: Hermit64, que así se llama la Arcana gamer, no te persigue ni hace grandes demostraciones acrobáticas. Eres tú quien tiene que entrar en su juego, dentro de las gafas de realidad virtual que le tapan la cara, que conectan a Hermit64 con el mundo virtual y la desconectan de su realidad. Es una desconexión falsa, nunca definitiva, un refugio temporal que dura lo que dura la batería del headset; es una habitación mental, que puede ser el estudio de un artista o una cárcel. En las gafas de realidad virtual de Hermit64 nos vemos reflejados quienes hemos recurrido, y recurrimos todavía, a los videojuegos para esquivar los dolores y los problemas cuando se te ponen delante.

Pero si me gusta Sayonara Wild Hearts es por cómo presenta estos enfrentamientos con las Arcanas, que son tú y tú eres ellas, no como negaciones o arrepentimientos sino como fases que acabas aceptando, que se convierten en parte de lo que eres. El caso de Hermit64 me ha parecido particularmente interesante por cómo Simogo trata el videojuego como experiencia universal, que puede apelar tanto a quienes estamos dentro como a un público más casual, al que Sayonara Wild Hearts también se dirige. Es una representación de esta forma de jugar peligrosa, absorbente, alienante y con el potencial para separarte de los demás y del mundo, que no quiere ser una cautionary tale sobre los riesgos de meterte demasiado en las maquinitas; como el resto del juego, y como el tarot, la escena de Hermit64 no da respuestas ni sienta cátedra, sino que quiere ser una oportunidad para reflexionar sobre el pasado y sobre el futuro, un espejo negro como el de las gafas de VR de Hermit64 en el que las Locas y Locos que están jugando a Sayonara Wild Hearts se vean, de una forma u otra, y piensen en sus formas de aislarse y alejarse de los demás, que no tienen por qué ser necesariamente los videojuegos.

El enfrentamiento de la Loca con las Arcanas no es solo un combate. «Durante años», nos cuenta Queen Latifah al final del juego, la Loca «cayó por una espiral de tristeza y enfado, hasta que no pudo caer más bajo, y cayó de vuelta en su surco», como la aguja del tocadiscos. En el último nivel, te reencuentras con tus demonios pero esta vez algo ha cambiado: la tristeza y el enfado han dejado paso a la comprensión del papel que cada una de estas experiencias, cada heartbreak y cada momento vital, por violento e incontrolable que pareciera en su momento, ha jugado en lo que eres ahora. La Loca vuelve a encontrarse con Hermit64, y con el resto de Arcanas, y en vez de puñetazos reparte besos; cuando vuelve a su habitación, una guitarra aparece entre sus manos y todo el caos, el neón, el hyperpop, los colores, el ruido, la velocidad, todo eso se canaliza en una sencilla canción acústica, una expresión positiva de todo el dolor y la confusión que ha habido antes. Es, en ese momento, una canción para ella; no sabemos si acabará siendo algo que escuche otra gente; no sabemos si las estanterías de su casa volverán a estar llenas, con sus libros o con los que lleve alguien; no sabemos si las notas que tome en su libreta darán frutos más allá de las fronteras del papel. Pero la sensación de equilibrio pleno que transmite la Loca (que ya no lo es, en realidad, porque ya ha abandonado su forma de Arcana y ha vuelto a su normalidad terrestre) al final de Sayonara Wild Hearts es uno de los finales más felices que se me vienen a la cabeza en un videojuego, de una sinceridad y sencillez abrumadoras, sin grandes alardes ni logros heroicos que resuenen «a través del espacio y del tiempo»: simplemente la protagonista, en su cuarto, por primera vez en mucho tiempo sola y satisfecha, reconciliada.

MONOGRÁFICO: SIMOGO
/////////////ÍNDICE

#1// Simogo sobre Simogo
///////Una entrevista con Simon Flesser

#2// Anatomía de un bache
///////Bumpy Road
///////Pep Sànchez

#3// Un recorrido por los fractales de nuestra mente
///////Device 6
///////Mariela González

#4// Ms. Corazón Salvaje
///////Sayonara Wild Hearts
///////Víctor Martínez

#5// Ideas y afectos
///////Lorelei and the Laser Eyes
///////Marta Trivi

////////VER PORTADA