PlayStation 4: la crónica desde Nueva York

Me ha sorprendido no encontrarme a un público exaltado que silbase y aplaudiese cuando se ha anunciado que el nombre final de la consola es PlayStation 4, ni escuchar vítores cuando se ha visto el mando o los primeros minutos del nuevo Killzone: Shadow Fall. En el E3 se aplauden hasta los eructos del presentador y hoy, que nos estaban golpeando con furia con miles de datos extremadamente impactantes, nadie decía ni pío.

Quizás éste ha sido el motivo, de hecho: mucha información por procesar y, posiblemente, por entender. No sé si es que soy demasiado entusiasta —sí, era de aquellos a los que Molinete les coló que Kinect era el no va más- pero he acabado con la sensación de que Sony ha hecho una presentación fabulosa. De las mejores que he visto, de hecho.

Hoy Sony nos ha demostrado que lo ha entendido todo, y creo que muchos de nosotros todavía no. Y esto suele ser al revés.

Los Uncharteds, los juegos de rol demenciales, las grandes franquicias y las nuevas IPs ya llegarán. No hace falta que Naughty Dog nos demuestre que saben hacer juegos ni que nos pongan un tráiler con letras bien grandes y suelos que se derrumban para saber que habrá un Uncharted para PS4 más pronto que tarde, ni que nos digan que el próximo Battlefield será la releche. No os pongáis nerviosos, que esto no es ni Move ni Kinect. Aquí vamos sobre seguro. Veámoslo con algo de perspectiva.

Hoy querían contarnos otra cosa.

La conferencia ha sido tremendamente hardcore: nos han explicado qué tecnología hay detrás de la máquina y qué planteamiento estratégico seguirán. En vez de intentar que nos adaptemos a su sistema ellos han demostrado que pueden adaptarse al nuestro; seguirán como siempre, pero ampliando las posibilidades a base de darle herramientas creativas potentísimas a los desarrolladores.

La integración con redes sociales y la posibilidad de seguir jugando fuera de casa es intachablemente inteligente, aunque falta por ver qué tal funcionará Gaikai. Pero, a pesar de todo, y como ya preveíamos, el juego online y cooperativo da un salto cualitativo importante y lo que puede salir de ahí -Destiny es solo el principio- tiene mucho potencial. Digamos que no pone en peligro el juego tradicional pero expande sus posibilidades. También será mucho más fácil programar para esta nueva consola, y al principio ya han dicho que habrá lugar para free2play, MMOs y juegos indie, hasta ahora territorio monopolizado por los PCs. Coño, si hasta han soltado a Jonathan Blow durante un buen rato.

Pero lo que realmente me pone más es que todo encaja con mucha finura. No están haciendo experimentos ni cucamonas: todas y cada una de las cosas que nos han contado sobre cómo funcionará la PS4 tienen todo el sentido del mundo. Es una consola más rápida -eso de darle al botón de encender y seguir por dónde íbamos, el poder descargarlo todo de fondo…-, es una consola más conectada en todos los sentidos y que construye una megarred social útil y versátil, que acoge a todo tipo de jugadores, desde el que empieza y necesita ayuda al que quiere jugar solo o al que tiene 10.000 fans que lo quieren ver jugar, es una consola que vendrá con nosotros a todas partes. Es sólida, bien pensada, brutalmente inteligente, pero a la vez llena de posibilidades con las que crear juegos fabulosos y experiencias para todos los gustos sin caer en excentricidades patéticas. Yo me imagino a Jenova Chen con esto y me da un patatús.

En resumen: creo que desanimarse porque las manos del puto juego de coches no estaban bien hechas o porque no han enseñado ese juego-en-concreto que queríamos es tener las miras un poco cortas. Eso ya vendrá: ¿quién es tan cenizo para pensar lo contrario? Hay que dar las gracias, de hecho, de que hayan salido con algo tan hardcoreta.

Hoy toca entender a Sony. Hoy toca imaginar qué harán nuestras personas favoritas del mundo con todo lo que hemos visto: nuestros amigos y los desarrolladores a los que admiramos.