Primeras impresiones de Hitman: Absolution

Recuerdo un vídeo de Hitman: Absolution que a más de uno nos puso los dientes largos: ese en el que el Agente 47 se daba una vuelta por un mercado lleno de gente, abriéndose paso entre la multitud mientras tramaba su golpe. Aunque en su día se usó de demo técnica para dejar ver las posibilidades del motor gráfico, el otro día pude jugar ese nivel como parte de la demostración pre-E3 que organizó Koch Media para adelantarnos algunos de los juegos más destacados de su futuro catálogo, en versiones idénticas a las que podremos jugar en Los Angeles. Le tenía ganas a este Hitman, sin duda, pero nunca pensé que podría alegrarme tanto de volver a ver a un señor calvo, trajeado y con un código de barras en la nuca.

A pesar de que también tiene niveles más basados en la acción más directa, el nivel de Chinatown que pude probar dejaba claro que nadie se ha olvidado de los que esperan una experiencia Hitman como las de toda la vida. No sabemos si esos niveles de tiros y demencia serán un contrapunto a los más tradicionales o viceversa, pero sí puedo deciros que la tecnología le ha hecho un favor enorme al Agente 47: la plaza del mercado en la que estaba el objetivo que debía eliminar se notaba viva, la sensación de estar infiltrándose era muy palpable y la cantidad de rutinas que seguían los personajes y de rincones que nos daban pie a nuevas estrategias para finalizar la misión era enorme.

La primera parte del nivel era común sin importar qué estrategia quisiéramos seguir para llegar al final de la misión: teníamos que adentrarnos en el mercado por un callejón y localizar a nuestro objetivo, un pez gordo de los bajos fondos de Chinatown. A partir de ese momento la libertad era absoluta: podíamos acabar con el tipo de la forma más elaborada posible, o de la más esperpéntica (un ejemplo: se le podían dejar caer encima un montón de palés y una plataforma metálica mientras el pobre diablo echaba un pis en un rincón), o simplemente ir y pegarle un tiro en la puta cara; el éxito de la misión depende más de cómo ejecutemos nuestra estrategia que de la estrategia misma, y esto es muy agradable: el juego da flexibilidad y no recompensa que nuestra forma de hacer las cosas sea barroca, sino que la puesta en escena sea limpia.

Yo mismo pude probar varias maneras de eliminar al tipejo. En una primera intentona quise hacerme el listo y pegarle un tiro escondido en un ángulo relativamente ciego del escenario, entre bolsas de basura. Mi prueba a la inteligencia artificial tuvo un feliz resultado: resulta que los guardias de seguridad no eran tontos, y no tardaron en ver al calvo inusualmente bien vestido que espiaba desde la mugre. Traté de huir pero no hubo forma: como recordaba de anteriores Hitman, en el fondo sólo soy un calvo corriendo con un traje de seda, y los tiros de los muchos guardias no tardaron en abatirme penosamente.

Más calmado, decidí seguir paso a paso la forma de terminar la misión que nos habían enseñado a modo de toma de contacto en Koch Media. Todo de lujo: esperé a que el chino llamara a su camello, cuando el camello fue a por la cocaína le maté y me puse su ropa pero algo se torció y acabé cayendo en la tentación de, en lugar de sabotear el coche del mafioso para que le reventara en los morros, usar un rifle que había en el apartamento del camello para volarle la cara a mi objetivo. Misión cumplida: una vez que el tío está frío y yo fuera de toda sospecha (nadie me ha visto, por suerte), recupero mi traje y salgo por la puerta de un restaurante de pollo frito. Sensacional.

La tercera vez decidí ponerme experimental. Saboteé una caja de electricidad para llamar la atención del policía que guardaba la casa del camello, y que antes no me había dicho nada gracias a mi disfraz. Me cargué al policía y me puse su ropa; di unas vueltas por los alrededores buscando qué hacer, y acabé decidiéndome por robar un poco de veneno de un exótico pez chino. ¿Qué hacer con él? Podía envenenar la droga que el camello le iba a vender, y esperar a que el villano cayera después de esnifarla, pero decidí envenenar el plato que tenían preparado para él en su restaurante de confianza. Con mucho sigilo conseguí colocar la dosis mortal en su comida; me cambié de ropa mientras al mafioso le entraba hambre, y cuando volví pude ver desde lo lejos cómo daba un bocado y el veneno comenzaba a hacer efecto. En pocos segundos el tipo estaba muerto. Misión cumplida, de nuevo.

La variedad parece una característica clave del juego. Una forma muy inteligente de animar al jugador a ser variado ha sido añadir una serie de logros internos en cada misión, un sistema de objetivos que nos recompensa con una serie de puntos en función de qué estrategia hayamos elegido. Si matamos al tipo con el rifle de francotirador nos dan una serie de puntos, y si envenenamos su comida nos dan otros; pero si además hemos envenenado todo lo que el tipo puede consumir nos dan más, y si robamos la cinta de una cámara de seguridad que nos puede haber visto, lo mismo: más puntos. La rejugabilidad está servida: estos objetivos sirven para picarnos con los amigos para ver quién consigue más puntos, pero también como guía para el jugador curioso, porque nos dan pistas de las muchas posibilidades que ofrecen los niveles.

Visualmente lo que más me impresionó fue la cantidad de gente que había en pantalla. Según nos dijeron, eran unas 500 personas; no obstante, el motor puede llegar a mostrar 1.200 individuos al mismo tiempo, con lo que podemos esperar aglomeraciones en las que meter el morro para hacernos invisibles y eliminar a nuestros enemigos. No es un portento visual, pero va bastante sobrado en todo: las imágenes por segundo eran sólidas, los modelos estaban detallados y, sobre todo, conseguía formar un cuadro vivo, en lugar de un espacio muy bonito pero que no pasa de naturaleza muerta tridimensional. El trabajo de creación de ambientes, al menos en el nivel que vi, es sensacional.

Ya os decía antes que Hitman: Absolution era uno de los juegos que más esperaba de este E3, y haberlo jugado sólo me ha confirmado las buenas vibraciones que me venía dando. Si algo bueno tiene su propuesta tan abierta y variada es que cuando lo vuelva a jugar en el Convention Center de Los Angeles seguro que lo disfrutaré de nuevo, y de una manera diferente; las ganas que tengo de tener conmigo la versión final y dedicarle el montón de horas que se merece, eso sí, serán las mismas: muchas.