Una reseña de La evolución paralela: La biología aplicada en los videojuegos

Linneo en el Páramo

Antonio Flores Ledesma analiza el libro de Erik Aostri, una colección de ensayos que utilizan los videojuegos como base para explicar algunos conceptos clave en biología.

Una novedad libresca sobre videojuegos asoma en este inicio turbulento de 2022. Parece frívolo dedicar espacio a algo que se puede considerar insustancial en un momento en que todo el mundo se está enfrentando a la nueva obra de Miyazaki. Se podría decir lo mismo de quien se dedica a discutir (por enésima vez) sobre la dificultad y a darle vueltas al lore de un videojuego, frente al peligro de la destrucción mutua asegurada en una potencial guerra mundial. Por eso, al contrario, es importante la salida de un libro como este, La evolución paralela: La biología aplicada en los videojuegos, de Erik Aostri; no porque su tema sea relevante «ahora», sino porque nos vuelca en el conocimiento, en la conciencia crítica de la realidad, sea a través de su mirada directa o sea, como en este caso, a través de los videojuegos. Es importante; ahora hay que discutir si el resultado es satisfactorio.

Lo pedagógico

La biología se suma a la arqueología y la neurociencia en su relación divulgativa con los videojuegos. Este tipo de fenómenos editoriales suelen darse en los inicios de la andadura de los estudios científicos, o en su ampliación (al menos aquí en España), junto con los monográficos sobre determinadas obras. Ya ocurrió, por ejemplo, con esa moda de libros de X serie y filosofía (Los simpsons y la filosofía, Dr. House y la filosofía, Superhéroes y filosofía, y así otras veces). Hoy, parece que las series ya están más que integradas en los estudios académicos, y ahora le toca a los videojuegos seguir ampliando su espacio editorial divulgativo al mismo tiempo que la investigación superior amplia en España su volumen de trabajos. Todas son buenas noticias. Al menos siempre y cuando no sea una burbuja editorial.

La moda tira, y los temas «del momento» suelen llevar a producir en masa obras mediocres que ponen en relación diferentes elementos porque el mercado lo pide, independientemente de la calidad. La mitad de esos libros sobre la serie que fuera y la filosofía, a no ser que fueras un fan desaforado de la serie y un desconocedor absoluto de la filosofía, resultaban un churro. Por suerte, no es el caso de los videojuegos: las (todavía) pequeñas editoriales dedicadas a este mundo están sabiendo seleccionar sus publicaciones, y todavía queda espacio para desarrollar tranquilamente trabajos relevantes, o, al menos, iniciáticos (como ya comenté con Archeogaming de Reinhardt). La evolución paralela de Erik Aostri se suma con solvencia a este mundo (aunque eso no le evite algunos roces).

Nos solemos sorprender cuando alguien explica de forma comprensible contenidos relacionados con las ciencias de la naturaleza, porque en el imaginario colectivo suelen ser cosas obtusas que sólo una élite intelectual formada en sus arcanos puede comprender. Parece incluso que, en muchos casos, las ciencias «duras» (la física, especialmente), son intraducibles al lenguaje coloquial (mientras que en cualquier asunto de ciencias sociales todo el mundo sabe opinar sin tener, muchas veces, las mínimas nociones concretas del tema). Esta excepcionalidad de la explicación divulgativa de la ciencia es una chorrada. Son los malos profesores y divulgadores los culpables de este mito de la ciencia, y no la dificultad teórica (que puede ser mayor que en otros ámbitos, pero por cuestiones de código, no de lógica). 

Corremos el riesgo de quemar la serie temática «videojuego y X» (yo el primero), sobre todo si se vulgariza, si se toma a quien lee por tonto, si suponemos que hay conceptos «demasiado difíciles» y nos dedicamos a escamotear contenidos para favorecer la «legibilidad»; pero no deja de ser un buen ejemplo y ejercicio de convergencia. Si existen temas relacionados con la biología en un videojuego, es porque apunta a una realidad que soporta esas concepciones, una sociedad que habla de esos problemas. Estos videojuegos hablan desde el presente, desde problemas del presente que se traducen no sólo en problemas científicos, sino también en problemas sociales, en inquietudes globales. Es algo que expresa el libro constantemente, y que explica esa «evolución paralela»: los problemas biológicos en los videojuegos no son solo lore, o «ciencia ficción»; son actualidad científica expresada a través de los videojuegos.

Al libro de Aostri tal vez le falta sistematicidad: personalmente, me hubiera resultado mucho más ilustrativo y comprensible si hubiera tomado el edificio biológico desde la base, desde el origen de la vida —y esas cosas—, y a partir de ahí ir desglosando disciplinas. No es de extrañar que el capítulo 3, dedicado a la genética a través de Assassin’s Creed, Metal Gear Solid, o Fallout 3, sea sin duda el mejor, y la explicación en torno al ADN es clara y permite una lectura muy educativa que pone las bases de todo lo demás. Es cierto que al final hay mucha ciencia ficción, y se disocia la explicación científica de la trama ficticia del videojuego que, casi accidentalmente en ocasiones, incluye concepciones científicas. Pero esto no elimina la convergencia, y la posibilidad de poner sobre la mesa la biología dentro del videojuego como acicate para aprender sobre biología fuera de él.

Lo científico

Aostri no se va por las ramas: desde títulos muy conocidos para cualquier persona que juegue habitualmente, desgrana diferentes ramas de la biología abordando temas concretos en cada capítulo. No se abarca «toda» la biología en cuanto a sus contenidos concretos, pero sí se ofrece un panorama general de diferentes elementos y tópicos, algunos más conocidos, otros menos, que nos abren desde el videojuego a los temas de la biología. Es importante el subtítulo del libro —«la biología aplicada EN los videojuegos»—: hay una doble función que no expresa simple convergencia, sino que marca que se va a hablar de cómo los videojuegos aplican la biología y de cómo la biología se puede aplicar a los videojuego. Este doble camino encuentra su expresión en todo el texto.

El capítulo inicial, dedicado a la zoología (el estudio de los animales), vale de ejemplo claro para esto, sobre todo cuando se habla de Pokemon: ¿cuántas veces no habremos fabulado sobre una taxonomía de los pokemon mientras recorríamos Kanto o Sinoh? ¿No actuábamos como zoólogos inconscientes (porque se nos olvidaba) cuando rellenabamos la Pokédex con cada nueva captura? Pensado desde una perspectiva científica (y en esto puede ayudar bastante la nueva entrega de Pokemon Legends: Arceus), la tarea de catalogación y comprensión de la vida natural es una visión crítica de la realidad del mundo, que nos relaciona con la realidad de elementos como la evolución, la etología (su comportamiento), o las estrategias que toman los seres vivos para su supervivencia. Es cierto que en Pokemon la razón se vuelve instrumental y todo este conocimiento lo aplicamos a ser los mejores entrenadores, pero este hecho no tiene por qué ahogar la mirada científica. Esto mismo se puede pensar en el Páramo de Fallout 3, donde los animales mutantes se nos presentan como un catálogo nuevo de seres que observar y entender, aunque los peligros y los objetivos aquí tengan que ver con otros aspectos de la biología.

Como ya he comentado, el mejor capítulo a mi juicio es el tercero, dedicado a la genética. Es fascinante. Todo lo que tiene que ver con el ADN, con el genoma, con la reproducción del código de la vida, está perfectamente hilvanado con la forma de entender la genética en Assassin’s Creed o en Metal Gear Solid. Sobre todo, la obra de Kojima parece un vector perfecto para desarrollar ciertos elementos que aquí se presentan. No voy a entrar en detalles porque seguro que incurro en inexactitudes (igual ya lo he hecho), pero quiero hacer notar que hay cuestiones sobre el ADN que creía entender que ahora, con esta perspectiva ampliada desde sus implicaciones videolúdicas, se me han aclarado. Otro tanto se puede decir con un tema de tanta actualidad como lo virológico, la microbiología y la parasitología, que se exploran a través de Resident Evil o The Last of Us. Aquí se observa el tema de la «biología aplicada»: estos videojuegos usan conceptos y elementos reales de la biología modificados según sus necesidades para desarrollar en torno a ellos tramas interesantes, pero la cuestión aquí es que esos elementos tienen bases reales, y nos explican sin atisbarlo en la trama problemas actuales de la disciplina, como es el uso en medicina de virus y su función en el cuerpo humano y la historia genética que tienen los virus en el cuerpo humano. Es ficción, pero es real.

Es cierto que, a veces, el autor se mete en jardines como quien no quiere la cosa y los deja pisados sin justificación. Se le va la mano en la valoración polémica de algunas obras (la primera entrega de no sé qué saga no fue buena,… tal videojuego revolucionó no sé qué, así, inopidanamente,…), y la selección de obras es útil pero exigua, muy centrada en las necesidades de la explicación (algo nada censurable, por otra parte; son necesidades). No creo que este libro sea para quien sepa de biología; no porque sea poco preciso o frívolo, sino porque se nota que está escrito para ser claro y no problematizar. Este es un problema con las referencias: entiendo ese impulso academicista de señalar las fuentes, sobre todo las que tratan cuestiones muy concretas sobre problemas biológicos muy recientes (hay muchas referencias a papers de esta clase); pero es irrelevante cuando el lectorado medio —y me incluyo, aunque yo sí sea de mirar papers— no va a buscar esas citas, y haría falta poner obras de referencia más generales que sí permitan al lectorado profundizar en los temas (en general, en la divulgación no se ponen referencias). En cambio, quien tenga un catálogo mental amplio de videojuegos, le puede valer para empezar desde esas bases a repensar títulos ya jugados, y tal vez mirar de otra forma la generación procedural de No Man’s Sky desde una perspectiva científica (algo a lo que invita el videojuego, aunque igual no lo juguemos así).

Un punto en común prácticamente a lo largo de todo el libro que conecta obras y temas es la ciencia ficción. La biología, en la ficción, parece tomar fuerza cuando se la piensa desde las posibilidades de sus principios, antes que desde sus hechos constatables. Pero esto también nos da fuerza para pensar de forma científica, porque parece que, al final, todo es ficción, es «fantasía», pero sus postulados tienen una base cognitiva fuerte, y eso nos hace imaginar en la ficción posibilidades reales. Aquí soy yo quien se sale del tiesto, pero las propuesta, al final del libro, que abordan la biotecnología y la astrobiología son propuestas de futuro, son descubrimientos por hacer. La mano que se da aquí la biología con la ficción cobra un impulso sin precedentes en la forma de movernos y de entender la realidad que ofrece el videojuego. Aostri deja muchas puertas abiertas, como también lo deja la actual investigación biológica y las actuales producciones videolúdicas. Es un conocimiento importante para el presente, una reflexión no exenta de riesgos, pero también de avances que acaben con algunos problemas del presente. Y la ciencia también imagina futuros posibles brillantes.

Bracero cultural. Especialista en Adorno y ornamentación. PhD. Estética, marxismo y filosofía de la historia. Escribo sobre ideología en la cultura, videojuegos y literatura.

  1. lolskiller

    Muy interesante, apuntado!

  2. carlosgargra

    ¿Dónde se puede conseguir? Lo he visto en Amazon, pero no entra en prime y cobran 5€ en gastos de envío (sí, mentalidad de TIESO)

      1. carlosgargra

        @orlando_furioso
        GRACIAS