Diario de un NPC

A new life (o cómo superar la pérdida)

Elena Crimental repasa la carrera de Angela He y se detiene en a new life, un juego que presenta los temas habituales de la creadora mezclados con la rutina del confinamiento.

Atención (TW): Este artículo contiene alusión a temas como la depresión, el suicidio y la COVID.

En los últimos años la denominada música lo-fi ha vivido un renacimiento auspiciado por la intrusión de la nostalgia noventera y la reivindicación del do it yourself. Con ritmos tranquilos que beben del hip hop, beats de baja calidad y un sonido sucio que emula las grabaciones caseras, consigue crear una evocadora atmósfera de añoranza, una morriña indefinida que provoca sentimientos a medio camino entre la melancolía y la relajación. Además, es interesante el fenómeno que encontramos en YouTube, donde se combinan estas melodías con pequeñas animaciones en bucle de aspecto adorable e influencias de anime, en vídeos que tienen miles de visualizaciones y que afirman ser el acompañamiento ideal para estudiar o trabajar, pero también para descansar tras un largo día o para calmar la ansiedad.

A partir de ahí, el fenómeno se ramifica y encontramos versiones con ruido de una cafetería de fondo, con melodías que derivan del jazz, que samplean temas de videojuegos de la Game Boy o que añaden el ruido que hace la lluvia al caer, mi favorito personal para concentrarme. Podríamos decir que se ha generado una cultura lo-fi. O, al menos, una estética marcada por sus patrones. De estos elementos son de los que bebe la joven creadora Angela He, que emplea una estética amable, protagonistas de rasgos dulces y trazos de acuarela para hablar de cuestiones importantes para ella y para toda una generación que navega entre lo millennial y lo Z.

El ejemplo más claro de su interés por adaptar los sonidos lo-fi a una narrativa de videojuego lo encontramos en la breve novela visual there’s this girl, en la que al ritmo de estas canciones relata las distintas etapas del romance entre dos chicas, uno de los temas recurrentes de su obra. Otras cuestiones que se repiten son las pandemias —que menciona en missed messages y que investiga en Grey Plague, una pieza de 2017 que habla de una plaga que tiene lugar en… 2020— y la pérdida de un ser querido, algo que explora de forma directa en you left me, pero también en el reciente a new life, una pieza que vio la luz el año pasado y que recoge todas sus influencias y obsesiones (la soledad, la salud mental o las parejas sáficas formadas por una persona que viste tonos pastel y otra en oscuros) para contarnos una historia de cariño, arrepentimiento y dolor frente a una herida irreparable.

En esta novela visual seguimos «un clásico romance» en el que los personajes se conocen, enamoran y casan, solo que está protagonizada por dos mujeres en lugar de la tradicional pareja heteronormativa. Lo más interesante es que se centra en la rutina, en los pequeños momentos de intimidad y, también, en aquellas situaciones que escapan a nuestro control. Una vez más He recurre a la importancia de las acciones en apariencia irrelevantes para mostrarnos que todo acto tiene su consecuencia. El problema es que la mecánica se siente algo más tramposa que en ocasiones anteriores.

Antes de profundizar más en ello, primero es importante que hablemos de missed messages, su anterior publicación. En esta pieza somos una joven estudiante sin nombre que comparte residencia con una chica llamada May y que debe decidir en qué invertir su tiempo una tarde en la que el estudio parece imposible. Aunque el juego afirma tener diferentes finales, lo interesante son las posibilidades de rejugabilidad que ofrece, pues, tras elegir nuestra primera ruta, sucederá algo que nos hará querer volver atrás en el tiempo y actuar de manera distinta. 

El objetivo es tanto decirnos que es importante aprender a leer las pequeñas señales sobre depresión y suicidio como que debemos preocuparnos por nuestros amigues y preguntar cómo están de vez en cuando. Si no lo hacemos dentro del juego, por mucho que sea más fruto del despiste que del desinterés, las consecuencias nos perseguirán para siempre. La intención es dejar claro que nuestras acciones tienen un peso y que simplemente estar ahí puede ser suficiente para ayudar a alguien. Aunque también demuestra que, aunque no seamos culpables de lo sucedido, siempre pensaremos que podríamos haber hecho más. 

Esos sentimientos de tristeza, rabia e impotencia son los que emplea He como eje de a new life, secuela directa de missed messages en la que volvemos a meternos en la piel de la joven sin nombre —que aquí descubrimos que es August— para explorar su relación con May, quién ahora es su novia y además parece haber mejorado su salud mental. De nuevo la belleza de sus imágenes, los tonos cálidos de la paleta de colores y la banda sonora lo-fi nos acompañan, ahora para descubrir el día a día de esta pareja que parece condenada a la tragedia.

Al principio pasamos brevemente por momentos clave como el primer encuentro o el primer beso entre ambas para después detenernos en la cotidianidad de la convivencia. La sorpresa llega cuando el morbigavirus (la versión alternativa del COVID, que en esta ocasión se ha originado en África) irrumpe en su ciudad y ambas se ven obligadas a aislarse en su piso. Hay honestidad en cómo muestra la rutina de cuarentena, pero también comete el error de no avisar de contenido delicado —como sí hizo en missed messages— por priorizar un impacto que se me antoja artificial.

A partir de este punto se nos ofrece la opción de retroceder en el tiempo para arreglar nuestro (supuesto) error y tener la vida apacible que tanto deseamos. Es decir, que repite la mecánica de missed messages, en la que debíamos revivir diferentes momentos que a su vez abrían nuevos caminos en los que se profundizaba en los personajes. Solo que en esta ocasión abarca un periodo de tiempo más prolongado. Sin embargo, aquí no tendremos un desenlace de cuento, sino la versión más aproximada a la realidad del edulcorado final feliz.

Porque, a pesar de que veamos a August sufrir, a new life incide en el poder del amor como fuerza inevitable que hace que el dolor posterior merezca la pena. La moraleja es que no sirve de nada perseguir olvidar el pasado, ni tampoco quedarse anclada en los remordimientos o en lo que pudo haber sido. Lo importante es atesorar los recuerdos y aceptar la pérdida, ya que se trata de una parte indivisible de nuestra experiencia vital.

Los mayores aciertos del juego son las fortalezas habituales de Angela He: su capacidad de ser cercana a través de un lenguaje realista, de intercambios breves y de atmósferas trabajadas. Desde las pequeñas conversaciones de noche en la cama a sus diálogos por WhatsApp, todas las interacciones entre las protagonistas destilan complicidad y muestran cómo construir una relación basada en el cariño y la inspiración mutua (en un sentido también artístico, porque las dos son creadoras). Ese mimo al detalle es lo que consigue cautivar al jugador y hacer que nos sintamos reflejades en las protagonistas.

También volvemos a encontrar detalles sutiles que hablan de cómo nuestra sociedad está enfocada hacia una productividad asfixiante, que ha sido más evidente que nunca durante la pandemia. Lo vemos en la reacción de May al ser ingresada, pues se lo toma como una oportunidad para parar, descansar y, simplemente, disfrutar del paso del tiempo. Y, sin querer, plantea otras cuestiones, como la codependencia dentro de la pareja o incluso cierta toxicidad, que se refleja en frases manidas como «she was mine» («ella era mía»).

No parece ser la intención de la autora. Tampoco me da la sensación de que sea especialmente consciente de estas implicaciones, pero al tener un referente tan claro como Puella Magi Madoka Magica, es inevitable que estén sobre la mesa.

Aviso, a partir de este párrafo voy a entrar en spoilers de ambas obras, ya que comparten elementos comunes.

Para empezar, las protagonistas del anime aparecen en un póster en el cuarto de August en missed messages, dejando claro la influencia que han tenido en He, quien repite su patrón estético (un tropo sáfico bastante habitual, por otro lado): Madoka es dulce, lleva el pelo corto y viste de rosa, como May; frente a ella Homura es más callada, de melena larga y vestimenta oscura, al igual que August. 

Las similitudes también abundan en la trama, ya que en las dos historias las risueñas protagonistas están condenadas a ser víctimas de una tragedia que su amiga/pareja es la única que puede evitar. De esta forma, Homura y August entran en un bucle temporal con el objetivo de alterar el pasado y cambiar el futuro de su amada. Incluso el emplear una ambientación agradable y colorida para después tratar temas mucho más oscuros podemos intuir que viene del cariño que He siente por la obra de magical girls, que se ha convertido en un icono por haber reinterpretado el género, dándole un giro oscuro y perturbador. 

Pero, a pesar de los esfuerzos de las jóvenes, siempre hay un nuevo impedimento al que deben enfrentarse. En el caso del videojuego, esto genera una sensación frustrante que quiere hablarnos de la aleatoriedad de la vida. Por desgracia, no acaba de funcionar del todo porque sintetiza demasiado las relaciones causa-efecto. Por ejemplo, para que May no fallezca a causa del COVID, basta con que no le pidamos que compre snacks en el supermercado porque así volverá directa a casa y no se contagiará. Esta simpleza es lo que acabó por sacarme del relato, en especial cuando trata con esa ligereza un tema de tan dolorosa actualidad. Aun así, se siguen planteando de fondo asuntos interesantes, como que haya personas evitando pedir cita al médico por miedo a saturar la sanidad por algo que no parece demasiado grave, pero que podría acabar siendo letal.

A lo largo de las dos horas que dura a new life (suficientes para contar la historia sin que llegue a resultar repetitivo el rejugado) tenemos que acompañar a August en su viaje a través del duelo para descubrir que la pérdida nos golpea de manera diferente en función del contexto. En mitad de la pandemia es incapaz de asumir el dolor, mientras que cuanto más ha podido vivir junto a su amada, más fácil le es obtener una sensación de cierre. A pesar de todo, Angela He es consciente de que siempre nos quedará algo pendiente, sueños por cumplir, momentos que experimentar. Pero la creadora nos quiere animar —como hace en el resto de su obra— a que amemos por mucho que eso nos rompa el corazón. Y, sobre todo, quiere pedirnos que exprimamos la vida y que aprendamos a atesorar cada pequeño momento, pues todos son valiosos. Al final, sus juegos nos hacen sentir como la música lo-fi: afligides, aunque reconfortades; algo tristes, pero extrañamente cálides.

Colaboradora

Periodista cultural y guionista peleona en busca de su propia narrativa. En «Diario de un NPC» explorará cómo se crean las historias en videojuegos y por qué funcionan las escenas que nos emocionan.

  1. ElAlexRG

    Interesante juego. Y buen artículo.

    Me llaman la atención las siguientes líneas:

    ¨(…) Por ejemplo, para que May no fallezca a causa del COVID, basta con que no le pidamos que compre snacks en el supermercado porque así volverá directa a casa y no se contagiará. (…)¨

    ¿Quizá es más por la forma, o simplemente por el mero hecho? Quiero decir, aparentemente sí que es una forma chorra o simplona de morir, lo cual no quita que seguramente sea una de las mayores situaciones de contagio de este (o casi cualquier) virus. Irónico, cruel, injusto, inesperado hasta cierto punto, azaroso, y por consiguiente, todo ello, natural y universal.

  2. Koldo Gutiérrez

    Me encantó Missed Messages, así que compré A New Life y supuso una ligera decepción, como comentas.

    Aunque los mecanismos narrativos sean similares en ambos juegos, de alguna manera apetece más probar nuevas alternativas en Missed Messages que en A New Life, quizá por el hecho de ser ahí algo obligado. En cualquier caso me encanta el estilo y sensibilidad de Angela He. Ojalá siga explorando esa camino con nuevas variaciones para no estancarse.