La fórmula del verano

El esperado juego, que llega más de un año después de su lanzamiento en Japón, falla al equilibrar el costumbrismo veraniego con las fantásticas e infantiles aventuras de su protagonista.

El concepto de verano infantil, al menos dentro de la ficción, traspasa fronteras y se mantiene a lo largo de las generaciones. Historias que van desde Cuenta conmigo a Estiu 1993, pasando por Mi chica y Vozdevieja, utilizan el verano para narrar fábulas de maduración, con aventuras insignificantes, que se desarrollan a lo largo de días interminables. El ritmo lo marcan los pequeños rituales que intentan estructurar un periodo anárquico mientras que el tono se rige por un componente nostálgico que encontramos incluso en las historias que se ambientan en el presente y se escriben en la actualidad. Por eso no importa si el relato tiene olor a mar o se construye a través del sonido de las cigarras: las historias veraniegas protagonizadas por niños apelan a una memoria común (real y ficcionalizada) y a una percepción del tiempo compartida. Shin chan: Mi verano con el profesor — La semana infinita quiere entrar en ese canon pero actúa con demasiada timidez. Encorsetado por las necesidades de su protagonista, no encuentra la forma de desarrollar su historia de manera fluida ni de conquistarnos con sus mecánicas de slice-of-life.

El título de Millenium Kitchen empieza con la familia Nohara viajando a un pueblo remoto para pasar una semana en casa de una amiga de la infancia de Misae. En la estación de tren, la familia es abordada por un autodenominado «científico loco» que le dará al pequeño Shinnosuke una cámara de fotos capaz de convertir las imágenes y los recuerdos en dibujos. Pero este extraño profesor, dispuesto a cualquier cosa por convertirse en un villano, tiene aún un par de ases en la manga. A la vez que atrapa a Shin chan en un bucle temporal infinito, hará aparecer en el pueblo unos dinosaurios capaces de poner patas arriba la tranquila vida de sus habitantes. Shin chan: Mi verano con el profesor imita en sus premisas a las diferentes OVAs que han acompañado a la serie desde 1993 mientras que intenta acercar su jugabilidad a la de la serie Mis vacaciones de verano (Boku No Natsuyasumi). Y el principal problema es que el ritmo relajado y la jugabilidad costumbrista de la saga no terminan de cuajar con el activo y frenético Shin chan. Que el canon de «verano infantil» y sus pequeñas historias no benefician a un relato plagado de dinosaurios que necesita constantemente avanzar. 

Los elementos estéticos y visuales de Shin chan: Mi verano con el profesor chocan constantemente con las necesidades de los personajes y el tono de la serie de televisión. Desde Millenium Kitchen, gracias a su experiencia trabajando con historias veraniegas infantiles, crean un entorno atemporal realista, lleno de preciosos elementos naturales que sirven como vehículo para una nostalgia primitiva. En el ficticio pueblo de Asso no encontramos teléfonos móviles, coches modernos u ordenadores en las casas. No hay grandes cadenas de supermercados y el periódico local, en donde Shin chan empieza a colaborar como reportero infantil, pone en primera plana las nuevas recetas del restaurante vecino por delante de cualquier escándalo político. La inclusión de una naturaleza «salvaje» que podemos descubrir junto con una realidad extremadamente simple y carente de matices son las bases habituales para despertar el sentimiento nostálgico. La idea aquí es presentar un entorno que funcione de forma similar a la manera en la que percibimos la realidad siendo niños para hacer que conectemos el juego con nuestra propia infancia. Intentar remitirnos a unos «tiempos mejores» que solo lo eran porque no entendíamos los conflictos y no nos preocupaba nada más allá de nuestra situación inmediata. El problema aquí es que este tono nostálgico no termina de casar con Crayon Shin chan una serie que, de forma similar a Los Simpson, ha querido reflejar la vida de una familia (en este caso japonesa) contemporánea que, incluso a través de los ojos de un niño, ha tocado temas como los roles de género, las políticas de cuidados o el cambio en la educación. Una de las claves por las que la serie se mantiene fresca es porque los personajes son arquetípicos y se mantienen constantes a lo largo de los capítulos a pesar de los enormes cambios que sufre el entorno que los rodea. Sin embargo, las ficciones sobre el verano infantil necesitan que su protagonista evolucione, que madure aunque sea un poco, como un reflejo de la profunda huella que han dejado en él las minúsculas aventuras.

A nivel de estructura, el juego tiene serias dificultades para incorporar las necesidades de la historia en un rígido y satisfactorio bucle jugable marcado por el paso de los días. Por este motivo, cuanto menos pasa en Shin chan: Mi verano con el profesor, más agradable es la experiencia de juego. Las fricciones para incorporar el avance de la historia quedan reflejadas en la aparición del primer dinosaurio, un shock para todos los personajes, que se quedan congelados de la sorpresa, mientras Shinnosuke pesca un rato antes de irse a la cama. Cualquier jugador que tenga cierta experiencia con los juegos costumbristas de simulación adelantará en todo momento a una historia que no sabe plegarse para responder a esos avances. Por eso, en muchas ocasiones nos encontramos con que el juego inicia un tutorial o nos da explicaciones para entornos o mecánicas que ya llevamos horas desarrollando o presentará personajes a los que hemos conocido con anterioridad. Pero aunque la historia principal sea demasiado infantil y en ocasiones esté mal estructurada, las pequeñas historias protagonizadas por los secundarios tienen todo el encanto que podríamos desear. Desde los tres hermanos idénticos que deciden gastarle una broma a Shinnosuke hasta la historia de amor entre la dueña del restaurante y su amable ayudante, los secundarios dan a Asso un encanto que solo su apartado artístico logra igualar. En Shin chan: Mi verano con el profesor también sobresalen algunas buenas ideas cuya ejecución no termina de cuajar. Un buen ejemplo lo encontramos en las peleas de robots-dinosaurios que intentan reflejar partidas de piedra, papel o tijera con la épica propia de la imaginación infantil. Sin embargo, presentados en el contexto de un videojuego, estos combates, en los que la suerte es determinante, son frustrantes en el mejor de los casos y estúpidos en el peor de ellos. Especialmente cuando para conseguir todos nuestros objetivos tenemos que enfrentar más de 50 enfrentamientos sin más ayuda que las cartas de las galletas de chocolate y sus diferentes power ups.

La jugabilidad en Shin chan: Mi verano con el profesor mezcla elementos de la visual novel para contar su historia con mecánicas propias del slice of life en su faceta de simulación. Entre las actividades que podemos practicar en Asso se encuentra la pesca, la recolección de hierbas y la caza de insectos, sin que ninguna de las tres actividades sea satisfactoria ni convincente en su totalidad. La pesca, por ejemplo, es una mecánica muy sencilla y limitada, que ni siquiera cuenta con feedback en el mando (vibración) para añadir emoción. En el caso de la captura de insectos, algunos problemillas con la profundidad del campo visual y el hecho de que los bichos no tengan sombra, pueden hacer de la actividad una frustrante desilusión. Lo mismo pasa con la agricultura, que se limita a la posibilidad de regar en masa unos campos ya diseñados y cultivados, que podemos recolectar rápidamente solo pulsando un botón. El diseño aquí se olvida de que el ritmo lento de los slice-of-life es una de sus fortalezas, que hacen que la experiencia, para muchos, sea más relajada y profunda. La sorpresa en el plano jugable llega con el hecho de que, a pesar de que tenemos una cámara, y de que la historia nos invita a completar un álbum de fotos, el juego no nos permite fotografiar sus paisajes ni crear nuestros propios recuerdos a placer. Y en este sentido, es casi obligatorio decir que Alba: Una aventura mediterránea de Ustwo Games acierta en todo en lo que Millenium Kitchen falla.

Shin chan: Mi verano con el profesor — La semana infinita es adorable y fallido. Infantil, dulce y nostálgico, todo a la vez, y sin separación. A pesar de que lo intentan, Millenium Kitchen y Crayon Shin chan no maridan tan bien como podríamos esperar, y los diferentes acercamientos a la historia de los distintos equipos crean unas fricciones ineludibles para el jugador. El título, que pretendía dar con la fórmula del verano —quizás actualizarla— ni siquiera consigue atinar con el tono exacto en el que se quiere desarrollar. Hay encanto, pero poco acierto. Muy lejos de esos veranos a recordar.

[ 6,5 ]*

  • Si eres fan de Shin chan, y disfrutas con sus aventuras, sube medio punto la nota.
  • Si buscas un juego costumbrista y veraniego, con mecánicas de simulación, baja medio punto.
Redactora
  1. Miki3emes

    Una pena que no termine de cuajar, como fan acérrimo de Shin Chan me tenía enamorado. ¿Alguna recomendación de juegos «costumbristas y veraniegos» o que transmitan las sensaciones a las que apuntaba este juego?

    1. Red Blood

      @miki3emes A short hike, por ejemplo. Ojo! Es corto y simple en su propuesta pero me encandiló de principio a fin.

  2. Nessin

    Menos mal… ya empezaba a pensar que estaba loco porque todo el mundo estaba maravillado con este juego, y a mi después de terminarlo solo puedo decir que me pareció malo. Mecánicas toscas y simplonas, historia desarrollada de forma super extraña, personajes que no parecen reaccionar a lo que está pasando frente a ellos, escenas repetitivas que no aportan nada, música poco y mal utilizada…. Lo único bueno son los gráficos y que es de Shin Chan 🙁

  3. fnxvandal

    Pues jo u.u lo jugaré por el hype y por que para mi será un 7, pero vaya.

  4. Alejandro

    Aún sigue siendo 3 veces mejor que el Story Of Seasons de Doraemon.

  5. Evon

    Decimales? Nos hemos vuelto locos!!