Análisis de Mafia II

Para nosotros, vivir de otra manera era impensable. La gente honrada que se mataba en trabajos de mierda por unos sueldos de miseria, que iba a trabajar en metro cada día y pagaba sus facturas, estaba muerta. Eran unos gilipollas. No tenían agallas. —— Henry Hill

El respeto y el poder son la base de la mayoría de grandes historias de gángsters. Sus protagonistas son interesantes por su manera de gestionar ambos recursos. En Mafia II es distinto. Lo poco que hay aquí de poder y de respeto lo acapara Leo Galante, el mejor personaje del juego y el único a quien Don Corleone estrecharía la mano. Vito Scaletta no es de ese tipo. Para él ——para nosotros—— esto es, aunque no se dé cuenta, poco más que un trabajo. Uno arriesgado, bien pagado y sí, muy distinto a ese en el puerto con el que papa les había condenado a la pobreza. El éxito o el fracaso se traducen únicamente en un dinero poco útil y en la calidad del sofá o colchón en el que duerme; la personalidad del muchacho cambia tan poco en seis años como el trato de y para los demás. En ese sentido, Tommy Angelo me pareció más trabajado en la primera entrega. En su defensa se puede decir, no obstante, que Vito casi nunca ha tenido elección. Combatir en Italia durante la Segunda Guerra Mundial fue la única manera de evitar la cárcel por una canallada de instituto y, de vuelta, las deudas habrían ahogado a su madre y a su hermana de no ser por los «trabajitos» de Joe. El resto está allí arriba, en la cita de Uno de los nuestros. La llegada del joven Scaletta a Empire Bay es precisamente uno de los grandes momentos de Mafia II. Con el uniforme, la maleta y Dean Martin cantando Let it Snow de fondo ((La banda sonora del juego es una de las mejores y más acertadas que puedo recordar. Así de claro.)), entre el taxi y la puerta de casa nos ponemos al día con un par de viejos conocidos y comprobamos que, como era de esperar, las cosas han cambiado poco en Little Italy. Es, a pesar de la temperatura bajo cero, la única escena verdaderamente cálida y familiar. Una ambientación magnífica que, por desgracia, se va diluyendo. La ciudad donde transcurre el juego tiene mucho de Nueva York y San Francisco, bastante de Chicago y no poco de Seahaven. Es difícil no sentirse un poco como el pobre Truman al comprobar lo poco que verdaderamente acaba importando Empire Bay, lo poco que se ha hecho para hacer que te sientas parte de ella. Es un bonito skyline, un mapa bien diseñado y una buena imagen de la época, pero ya. Sus restricciones acaban pasando factura a su personalidad. Visitamos varias tiendas de ropa o armas, bares, restaurantes y talleres ——más establecimientos de los deseables son clónicos——, pero nada pasa de la anécdota para cumplir. Los chicos de 2K Czech no dejan claro si querían o no hacer un sandbox, pero no dudan en arrastrar la losa más pesada del género. La importancia capital de la trama es evidente por la cantidad y calidad de las cinemáticas ——impecable el trabajo de los actores en voz inglesa, bastante por debajo el de nuestros dobladores—— y la linealidad del título. Los quince capítulos son los que son, en el orden que están, y no hay lugar para las misiones secundarias. Ningún problema con eso; al contrario. Sería de agradecer, sin embargo, un guión que pasara del notable bajo, a pesar de momentos tan geniales como el guiño en el capítulo 13. Aunque sin duda motiva lo bastante como para seguir pegado al mando a la espera del siguiente giro, hay pocos personajes memorables, los temas clave se tratan de forma superficial y todo resulta precipitado; los cambios en tu estilo de vida ——que, eso sí, aportan una variedad muy de agradecer—— impactan menos de lo esperado porque no tienes tiempo de acostumbrarte a ninguno. Que los guiones más o menos complejos sean caros de ver en videojuegos no quita el que este palidezca ante las obras maestras que le sirven de inspiración. Y si te aprovechas del aura que El Padrino, Érase una vez en América o Los Soprano le han dado a la temática, qué menos que esperar comparaciones. El ritmo se resiente, además, por la alergia a la elipsis. Porque al crear una experiencia story-driven, que dicen aquellos, se les ha ido la mano con lo segundo. Se conduce demasiado en Mafia II. El punto A y el punto B suelen estar en extremos opuestos de una ciudad que, por suerte, tampoco es enorme. Estaría hablando de un juego de 7 horas y no de 11 si pudiera saltarme los trayectos. No digo que lo hiciera siempre, ojo, pues controlar los vehículos es moderadamente agradable —tanto en modo de conducción normal como en simulador—, la policía es menos pesada y más sobornable que en Lost Heaven y contemplar la ciudad es algo que apetece durante parte de la aventura… pero no siempre. Hay taxis, pero están para dar envidia porque no se pueden coger ni con varios de los grandes en el bolsillo, y la excusa del realismo sería más fácil de comprar si el juego se mostrara convencido y convincente en todos sus otros apartados. Las diferencias entre encargos son más que suficientesy —los menos genéricos, como siempre, los mejores. Que se lo pregunten a la bomba en el hotel. Casi todo acaba con disparos, de todos modos, y el juego se las apaña bien cuando le toca hacer de shooter en tercera persona. Los tiroteos suceden siempre en localizaciones específicas, están scriptados en su justa medida, son emocionantes por culpa de unos enemigos que compensan con su puntería una IA normalilla y la relativa facilidad con la que mueres genera una acertada tensión cuando estás detrás de una columna que se va desprendiendo a lado y lado. Todas las armas, desde la Magnum hasta el amigo Tommy pasando por la escopeta o rifle M1, tienen además un comportamiento bueno a nivel de precisión, potencia y retroceso, y el sistema de detección de impactos acompaña del mismo modo. Sus problemas tiene, de todos modos. El sistema de cobertura es poco ágil, no se puede disparar sin asomar ——cosa que sí hacen los enemigos—— y el cuerpo a cuerpo es poco efectivo; cuando lo lógico sería un disparo a quemarropa, tipo Red Dead Redemption, Vito prefiere dárselas de Steven Seagal con un combo de tres golpes. Los enemigos suelen acabar de acribillarte durante el segundo puñetazo. Habría estado muy bien, ahora que lo pienso, que algún trabajo saliera como estaba previsto. Que algún objetivo no nos sorprendiera con sus 15 guardaespaldas y que alguna ejecución fuese interactiva. Algo parecido a los interrogatorios de Splinter Cell: Conviction le habrían sentado de perlas. La tríada de mecánicas se completa con el combate cuerpo a cuerpo sin armas, las peleas callejeras de toda la vida. La cosa es simple —con golpes rápidos, fuertes y movimientos de evasión— y ningún rival nos tocará mucho la cara una vez nos enseñen a contraatacar, pero las peleas son entretenidas y contundentes. Pero para hostiejas, las que se han dado en los foros del mundo por el apartado gráfico de Mafia II. Que el juego luce bastante bien en cualquier plataforma está tan claro como que la versión de PC es muy superior o que el juego no sorprende como lo habría hecho un par de años atrás. El nivel de detalle en Empire Bay es alto por la calle y excelente en la mayoría de interiores, todo el mundo aguanta muy bien un primer plano en las cinemáticas y el tratamiento de la luz es ——ya toca la broma fácil—— de película. En el otro lado de la balanza tenemos algunas animaciones robóticas—, ciertas texturas de escasa resolución, la falta de antialiasing y, claro, un framerate que tiene serios problemas para mantenerse a 30 en consolas. Tengo la impresión, de todos modos, de que tanto esto como el tema del V-sync está ligeramente mejor que en la demo. La versión de PS3 merece un tirón de orejas extra; la ausencia de césped y de charcos de sangre molesta menos, en mi opinión, que la falta de físicas en la ropa, ¡en la corbata! Mafia II no es un mal juego, pero está más cerca de serlo de lo que muchos pensábamos y deseábamos. Es un título trabajado que casi seguro te gustará si lo hizo el primer Mafia, pero ocho años son una barbaridad en videojuegos y el trabajo de 2K Czech es demasiado parecido al de Illusion Softworks, demasiado desentendido de los cambios a mejor que otros han introducido en este tiempo. Historia, ambientación y variedad pesan por encima de otras cosas en una experiencia algo anticuada pero suficiente para saciar nuestras ganas de Cosa Nostra. [7]