Análisis de Life is Strange: Before the Storm – Episodio 1

Ahora Deck Nine toma el testigo con Life is Strange: Before the Storm y lo hace, como tantas otras obras en los últimos treinta años de cine, literatura y televisión, intentando explicar los cómo y porqué de la angst adolescente, dando sentido al impulso teenager, tratando de hacerles menos incomprendidos.

Hay que recordar que cuando estuvimos en el pellejo de Max Cauldfield ya pudimos comprobar las razones por las que su amiga Chloe se había convertido en una especie de cabra montesa de pelo azul que se daba de cabezazos contra todas las facetas de su vida personal y familiar. La tragedia de su padre, la nueva relación de su madre, la ausencia de la propia Max y sobre todo la incertidumbre sobre el paradero de Rachel Amber, quizá la pata de la mesa de su particular naufragio vital que menos definida estaba de cara al jugador. Por eso esta precuela tiene mucho sentido: alimenta el trasfondo justo donde más falta hacía.

La primera escena de Before the Storm es profundamente adolescente, una situación clásica: Chloe pretende entrar en el concierto de una banda muy cañera pero el tipo de seguridad no se lo permite por ser menor de edad. Es un tópico deliberado que sus autores utilizan para introducir la mecánica con la que la protagonista viene a sustituir ese gimmick de ciencia ficción y manipulación del tiempo que Max traía consigo en el juego original: en el caso de Chloe, una insolencia infinita. La mecánica en cuestión consiste en iniciar discusiones y elegir las respuestas en base a la última intervención del interlocutor, de modo que Chloe no presenta argumentos nuevos sino que manipula las palabras de la persona con la que discute, convirtiéndolas en exabruptos e impertinencias hasta que gana la pelea dialéctica por pura intimidación o testarudez.

Si Max podía rebobinar el tiempo, el superpoder de Chloe es su mordacidad, su habilidad para el insulto y su actitud obstinadamente rebelde.

El resto de este primer episodio es un constante trabajo de construcción del carácter de una protagonista que aún está en las primeras fases del nihilismo juvenil que exhibe en el primer juego. Vemos como todavía no ha destruido del todo cualquier puente emocional con su madre y el novio de esta, o cómo su abandono escolar todavía es de momento mero absentismo ocasional, o cómo las cicatrices tras la muerte de su padre todavía laten y le producen febriles pesadillas llenas de simbolismos y rencores. Y lo más interesante es que participamos de esa progresión: el jugador que conoce a Chloe seguramente siente la necesidad de perseguir cierta coherencia, de hacer que Chloe diga siempre lo que se supone que diría y no lo que debería decir por el bien de todos.

El juego coquetea continuamente con ese equilibrio precario entre la agresividad y la comprensión, entre nuestro respeto por la progresión del personaje y nuestra propia brújula moral, y siempre da la opción de seguir uno u otro camino. A veces, aunque no encontremos justificación válida al comportamiento hostil de Chloe, sabemos que le corresponde ser así porque así fue tallado el personaje y así lo recordamos.

Queda pendiente todavía dilucidar exactamente el tipo de relación que Chloe establece con Rachel y que en este primer episodio se antoja algo abrupta. No falta química entre ellas, no falta atracción magníficamente expresada por un lenguaje corporal y una gestualidad depuradísimas, especialmente en el último acto, pero el vínculo recién nacido entre ambas todavía no ha cobrado cuerpo suficiente como para que uno se sienta del todo embarcado en esta hermosa aventura interpersonal. Tratándose de dos adolescentes en plenitud es complicado saber, al menos por ahora, si se trata de una pequeña inconsistencia en el guion o de otro de esos frutos de la adolescencia febril y apasionada que el adulto difícilmente comprende a salto de mata. Me voy a decantar por lo último, si os parece, y a esperar el siguiente episodio con la tranquilidad total y absoluta, ahora sí, de que Deck Nine ha entendido a la perfección por dónde van los tiros en esta historia. No era fácil. [8]