Análisis de Viking: Battle for Asgard

analisis de viking  battle for asgard

Por PIN-HEAD A los que llevamos un tiempo en esto de los videojuegos hay algo que nos pasa continuamente: el hype, a veces no compartido por los demás, crece poco a poco en nuestro interior a medida que vemos tráilers y y capturas de algún juego aún por salir. Desarrollamos cierta predilección y cariño hacia él, esperando el momento de echarle las zarpas encima y haciendo caso omiso a los que nos intentan bajar de nuestra nube diciéndonos que tiene pinta de bluff o que directamente les parece del montón. Por algún motivo que trasciende a lo objetivo, mantenemos la fe en él. Sin embargo, el día que lo jugamos nos damos cuenta de que, en efecto, nuestros amigos tenían razón y no es más que una mediocridad. Este es el caso de Viking: Battle for Asgard: un juego que prometía, pero que ha resultado ser de lo más anodino. No destaca en nada, ni siquiera en lo malo, pero hay que ser justos y reconocer que tiene algo a su favor: la suma de sus partes le hacen alcanzar el aprobado. Aprobado raspadito, eso sí, pero digno de dedicarle unas horas antes de ser juzgado y condenado.

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Gimme some sugar, baby Tomamos el rol de Skarin, adalid cachas y melenudo, malherido en batalla y rescatado de las garras de la muerte por la diosa Freya, que nos pide a cambio que acabemos con Hel, reina del inframundo, quien intenta desencadenar el temido Ragnarok (algo parecido al Apocalipsis) en las tierras de Midgard con la ayuda de su ejército de no muertos. Mitología vikinga. Simple, fácil y vistoso. Los guionistas no se han partido los cuernos, obviamente, pero a algunos nos parece uno de esos temas que, al igual que el matar prostitutas, nunca nos aburren. Lo que ya no es tan admisible es la facilidad con la que se pierde interés en la historia. Y es que Skarin no habla, ni expresa ningún tipo de sentimiento, ni reacciona ante revelaciones que afectan directamente a su pasado. Es una especie de Terminator jebi sin ningún tipo de participación emocional en la historia más allá de las cabezas que nosotros le hacemos cortar. La mayoría del tiempo tenemos la impresión de ser una mera marioneta en las manos de una adolescente zorrita y caprichosa intentando fastidiar a otra adolescente aún más zorrita y caprichosa. Una pena y un desperdicio. It’s a trick. Get an axe El desarrollo es de lo más simple: paseamos por las extensas praderas de Midgard con relativa libertad hasta que, en ciertas zonas el cielo se oscurece, las plantas están muertas, y nuestro ya curtido sentido de la narrativa nos dice ‘aquí va a pasar algo, neng’. A continuación somos asaltados por grupos reducidos de pandilocos de piel azul armados con navajas del tamaño de espadas y gorras con forma de yelmo, con la intención de robarnos el móvil o cortarnos la cabeza. O ambas.

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Los enemigos saben aprovechar sus superioridad numérica e intentan atacarte mientras le estás midiendo el lomo a otro de ellos. Nada de hacer un rondo y pasárnoslos por la piedra uno por uno, como en las películas de Bruce Lee. Aquí, o eres una bestia y rebanas los pescuezos a pares, o apalean tu nórdico culo sin contemplaciones. Divertido, sí, pero solo por un rato. Y aquí viene el primer problema: los combates son repetitivos y limitados ad nauseam. Todo se reduce a lo siguiente: ataque débil, ataque fuerte, ejecución. Sólo dos tipos de ataque. Aunque nuestros ancestros caídos nos enseñan distintos movimientos nuevos en la Arena a lo largo del juego, la sensación sigue siendo de un sistema de combate demasiado limitado y encorsetado. Únicamente algún que otro enemigo eventual de mayor tamaño nos ofrece algo más de resistencia y pide una mayor dedicación en memorizar sus pocos patrones de ataque, aunque, oh mierda, a la hora de acabar con ellos los desarrolladores han tenido a bien hacer uso de ese invento del demonio llamado quick time events. Otro problema en los combates es el absurdo uso intensivo del slow-motion. Cuando ejecutamos a un enemigo (y hay formas hermosamente expeditivas de hacerlo, como cortarles por la mitad, sesgarles los brazos, o ensartarles con la espada para luego remacharles con un brutal hachazo del amor) suele ocurrir demasiado a menudo a cámara lenta. Esto provoca que el ritmo de las peleas sea excesivamente lento y poco fluido. Las primeras veces piensas ‘oh, wow, entrañas volando por los aires a cámara lenta, mola’, pero a las pocas horas, cuando llevas cientos de combates a tus espaldas, el tema cansa de tal forma que comienzas a contemplar seriamente la opción de hacerte el seppuku con el primer boli que encuentres por pura frustración. También existe la posibilidad de infligir un ataque sigiloso (aunque siempre violento, MUY violento) cuando nos acercamos por detrás a un pandiloco despistado. Aun así, esto no ocurre muchas veces y, en más de una ocasión, nos veremos obligados a salir por patas de la zona si los enemigos son demasiados. Otra pega: no hay función de correr. Si queremos huir momentáneamente para recuperar salud, deberemos conformarnos con el mismo ritmo trotón de siempre, mientras que los malos podrán esprintar o saltar sobre nosotros para, de un golpe, frenar nuestra escapada. Y no sabéis la rabia que da.

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Tras acabar con la miserable existencia de tus enemigos, las nubes se dispersan, los pajarillos cantan, y las flores brotan del suelo, como si en los años noventa los planetas Sega y Nintendo hubieran colisionado en un apoteósico Big Bang de amor y cielos azules. Lo mismo que en el glorioso Okami. Estos encuentros con bandadas de mongolos agresivos se repetirán en distintos contextos, justificándose a través de un objetivo que se repetirá a menudo, como rescatar a un grupo de soldados aliados tomados prisioneros por el enemigo y encerrados en una siempre molona caja torácica gigante, o recuperando un cuerno de batalla que nos permita convocar a nuestras tropas más adelante. También deberemos cumplir algunas misiones que nos encomendarán los oficiales recién liberados, como eliminar a algún traidor, reclutar a mercenarios, abastecer de recursos médicos a escuadrones heridos, o incluso alguna misión de infiltración. Oh, dear God, it’s growing bigger! Una vez cumplidas estas tareas, se nos permitirá luchar en la batalla final que se produce al completar cada una de las tres islas que componen el mapeado del juego. En estas reyertas de proporciones gargantuanas (acompañadas siempre, por cierto, de una cut-scene introductoria de lo más espectacular y épica) abandonamos el subgénero del ‘yo contra el barrio’ para adentrarnos por unos minutos en el del ‘yo contra el continente’. Como si de un Total War (también de The Creative Assembly) se tratara, nos daremos de hachazos con cientos y cientos de malotes, siempre ayudados por las tropas que hemos ido liberando a lo largo de las anteriores misiones.

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Y nos encontramos con otro error garrafal: no es posible controlar a tus soldados. Ni si quiera podemos darles sencillas indicaciones en plan ‘atacad’, ‘defended la zona’ o ‘mostradles el trasero a esos malditos ingleses’. Nada. Cero. Batallas multitudinarias con cientos de pollos descabezados pegando espadazos sin ningún criterio táctico, ayudándonos tanto como su jodidamente limitada I.A. les permite hacerlo. Aun así, los pobres muchachos hacen relativamente bien su trabajo y acaban con un volumen aceptable de enemigos, pero básicamente enfrentaremos la batalla de una forma más individualista de lo que cabría esperar. Y es que el juego nos plantea algunos subobjetivos dentro de la propia ensalada masiva de hostias en la que estamos enzarzados, como podría ser eliminar a un par de chamanes o acabar con algún lugarteniente o caudillo de Hel. Para ello podremos utilizar la ayuda de dragones, a los que podremos invocar si disponemos de ciertas runas; o directamente acercándonos y entablando una batalla cuerpo a cuerpo. Una vez cumplidos estos objetivos, la batalla será cuestión del tiempo que tardemos nosotros o nuestros soldados en acabar de limpiar la zona de enemigos. You found me beautiful once… En cuanto al apartado visual, Viking tiene algunos momentos atractivos como las ya mencionadas escenas de vídeo antes de las grandes peleas de fin de nivel, que desprenden tensión y trascendentalismo bélico; o la intro compuesta a base de bellísimos retazos tipo art book; pero el juego flojea demasiado a menudo.

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Pese a que el acabado gráfico es medianamente decente (sin salirnos de la categoría ‘del montón’), las batallas finales adolecen de los bajones de frame rate ya tradicionales en esta generación durante las luchas con muchos personajes en pantalla, al igual que el puto popping tan molesto y a veces decisivo en los combates. Resulta frustrante cuando aparece un enemigo de la nada donde hace unos segundos no había nadie. Casi tanto como los semáforos espontáneos que se nos abalanzaban en el GTA IV. A esto podemos añadirle que tanto las texturas de nuestros soldados como las de los enemigos parecen repetirse con una frecuencia que roza lo surrealista, unas animaciones correctitas dentro de lo simple, los estrepitosos errores en la iluminación y las físicas, o los ya típicos glitches que nos hacen atravesar puertas cerradas cual Patrick Swayze ochentero. Lady, I’m afraid I’m gonna have to ask you to leave the store En definitiva, un juego amargamente mediocre y sin ningún tipo de orgullo ni convencimiento de sí mismo. Un liviano entretenimiento de 11 o 12 horas, si aguantáis el tedio de la horrorosa y estúpida batalla con el final boss. Rejugabilidad inexistente, a no ser que seas uno de esos enfermos cazadores de logros, y repetitivo hasta decir ‘mátenme’. Aunque, eso sí, el juego está plagado de entrañas voladoras, espasmos sanguinolentos, épicos desmembramientos, y cabezas rodantes. Verdaderamente cautivador. Y es que, amigos, lo siento mucho pero la ultraviolencia para mí es un motivo indiscutible de aceptación, aprobación y regocijo. Soy así de facilona.

Nota: 5,5

Por Nae La verdad es que más que análisis va a parecer un contraanálisis (¡como eso que está tan de moda en el ciclismo!). La razón básica es que Viking me parece un muy buen juego, pero tal vez demasiado violento. Vamos, justo lo contrario de lo que opina Pin, para quien la violencia mola. Este sería un juego a introducir en la categoría de Warrior of the Barrio. Seguramente, además, sería el primero de todos ellos. Porque llevar un vikingo melenudo mientras destrozas a las huestes del Niflheim es una de las cosas más jebis del planeta. Puede que sea lo más jebi que veamos hasta Brutal Legend.

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El caso es que el jueguico en sí, al contrario de lo que opina el maestro Pin, me parece muy digno. En él controlamos a nuestro amigo Skarin, y al principio no somos nadie aparte de una masa de músculos con un hacha y una espada. Pero poco a poco vamos mejorando… y aprendemos nuevos golpes, ponemos runas a nuestra espada, etcétera etcétera. Por si fuera poco, no sólo mejoramos nosotros, sino que podemos ir mejorando a nuestra compañía. Tampoco es que podamos comprarles ropitas mejores y demás opciones, pero sí nos dejan, en plena batalla, liberar un grupo de bestias nórdicas y con ellas arrasar el campamento enemigo. A veces, de hecho, me pregunto cuántos enemigos han necesitado para encerrarlos. O cuántas jarras de hidromiel. Como decía Pin-Head, el juego no permite huir. Eso es premeditado, está claro. Si eres un nórdico jebi tus enemigos tienen que morir, y si te mueres vas al Valhalla, donde 100 suecas te darán placer eterno. Por ello Skarin no corre al huir. Y los enemigos le meten hachazos por la espalda. Y muere. La lástima es que en vez de aparecer en el Valhalla rodeado de suecas, vuelvas al punto de inicio. Se les debió acabar el presupuesto y no metieron el paraíso. El juego no es perfecto. Sus mejores momentos vienen en batallas to épicas como ésta:

Un análisis sin un vídeo de YouTube es como un jardín sin flores.

Y los peores son los momentos en los que la cámara te planta un árbol en medio entre tú y la batalla, cuando después de haber hecho una estrategia para dejar al enemigo fastidiado tu vikingo decide que el Valhalla mola más que la realidad, o cuando nadie te dice que puedes subir por unas hiedras para poder avanzar en la misión. Con todo, el juego me ha parecido notable, algo lógico si tenemos en cuenta que viene de la misma gente que hizo los Total War y el más que digno Spartan.

Nota: 7,5

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    Ficha técnica Plataforma: Xbox 360, PS3 Desarrollador: The Creative Assembly Distribuidor: Sega Género: Acción-aventura (Hack’n’slash) Precio: 66,96 € Código PEGI: 18+ Idioma: Traducido y doblado al castellano Fecha de salida: 28/03/2008 Web oficial: Disponible
Redactor
  1. Naufraguito

    Yo coincido con el cenobita, a mi me pareció un mojón… tanto que ni siquiera me lo terminé, lo vendí y compre el bully para la 360.

  2. landman

    Pues yo estoy más a favor del segundo análisis, y yo me lo rejugué por puro placer y pq me supo a poco, los logros son un extra, tantísimos juegos los dejo a logros mínimos pq no se merecen mi tiempo…

    Lo que los combates son repetitivos pues… no son así los beat’em up? ahora resulta que Final Fight y Streets of Rage son basura pq solo usas un botón y un combo

  3. Potajito

    Joe, a buenas horas para hacer un analisis.

  4. Nae

    «Un análisis de Anait no llega nunca ni pronto, ni tarde. Llega a su hora».

  5. Jarkendia

    Nae, no sé para qué te molestaste en responder a Potajito. Yo creo que cuando alguien dice eso, lo dice para joder.

    En fin, al lío. No comparto en nada lo expuesto por PIN-HEAD. A mi me ha parecido una puta obra maestra, aunque no extenta de fallos, que conste.

    Gráficamente, salva bastante bien la papeleta, y en toda la historia no he notado casi ninguna ralentización. Ahora bien, en la segunda isla, en el primer enfrentamiento tocho, hubo una de bugs para parar un tren. Y fue eso, junto con el final soso y la nula rejugabilidad lo que me impide darle más de un 9.

    En cuanto a lo que comentáis de correr, para huir había un truco bien fácil. Usar el empujón contra los enemigos y listo. Más de una vez escapé para recargar la vida, porque se pasaban cuatro pueblos (lo jugué en hard, como tiene que ser) en algunas zonas xd.

    Y de repetitivo, pues hasta cierto punto, como comenta mi pez-hombre favorito (landman). Es un beat’em up como tal, y cuando tenemos todas las habilidades gana MUCHO. Ahora, lo de los dragones es una quemada (y no es chiste fácil).

    PD: aprovecho para decir que si alguien se quiere desprender del juego, se lo compro gustosamente. En su día lo alquilé dos semanas hasta que me lo ventilé y me gustaría tenerlo en mi colección :$