Coffee Talk Episode 2: Hibiscus & Butterfly

MEDIANOCHE EN SEATTLE

La continuación de la visual novel lanzada en 2020 continúa su apuesta por la estética reconfortante y las historias actuales a pesar de sorprendernos con una escritura aún más evidente.

EL SONIDO DEL SILENCIO

El lofi es un estilo musical que mezcla melodías, habitualmente de jazz o electrónica provenientes de los 70 y 80, con una base rítmica actual y efectos sonoros «analógicos» como el rebobinado, la estática o incluso fragmentos de diálogos de series y películas clásicas. El nombre del género, un acortamiento de low fidelity, hace referencia a su nacimiento underground, dejando claro su intención de situarse frente a las carísimas grabaciones de alta calidad que acompañan a la música popular. Para los artistas que todavía hoy en día siguen dedicándose a lo que en los años 90 se llamó «música D.I.Y», lo importante es su carácter independiente pero expansivo, el hecho de que sea un estilo amateur, totalmente alejado de lo que hacen los grandes sellos discográficos y que, sin embargo, sea escuchado por miles y miles de personas en todo el mundo. Por parte del público, los motivos para acercarse al lofi pasan por su accesibilidad —existen cientos de canales y listas de reproducción con miles de horas de música tanto en Spotify como en YouTube— pero también por su naturaleza «reconfortante», algo construido a través de sensaciones nostálgicas y su capacidad para funcionar en un segundo plano sin grandes estridencias.

En una época en la que no sabemos apreciar el silencio y en la que buscamos estímulos constantes, el lofi adquiere una omnipresencia discreta, pasando a formar parte indispensable de nuestras horas de estudio, trabajo e incluso relajación. El lofi nos ayuda a concentrarnos porque consigue estar ahí sin reclamar nuestra atención, acompañando, e incluso dando forma muchas veces, a nuestras conversaciones, pensamientos y tareas. La nostalgia, por su parte, está presente en el lofi tanto de forma sonora como visual. Parte de lo que hace al género un acompañamiento perfecto pasa por ese uso de melodías vintage ya asimiladas por la cultura pop y, de cierta forma, reconocibles. No nos reclama —nos ralentiza— porque es algo que ya hemos oído antes si no directamente sí a través de muchas obras con influencias similares. Pero, teniendo en cuenta que una parte considerable de su audiencia escucha lofi a través de YouTube, no se puede menospreciar la influencia de la imagen dentro del género. Buscar «lofi» en la plataforma de video nos invita a elegir el tono del acompañamiento a través de la previsualización de GIFs e ilustraciones escogida por sus vibes, su capacidad para trasladarnos un mensaje a través de la estética. Estas imágenes son nostálgicas, vívidamente reconocibles y están idealizadas. Lofi Girl, uno de los canales más populares dentro del género, presenta un bucle de vídeo en el que una chica, en un estilo artístico inspirado por Ghibli (el personaje está sacado directamente de Susurros del corazón), estudia en una acogedora habitación mientras dormita su gato.

Entender la estética del lofi es esencial para entender lo que propone Coffee Talk Episode 2: Hibiscus & Butterfly. A fin de cuentas, en el juego de Toge Productions no somos los protagonistas. Como la música, solo somos un elemento del escenario más.

LA SOLEDAD dETRÁS DE UNA BARRA

Coffee Talk se construye a través de sensaciones. El juego está ambientado en una cafetería nocturna que, en la ciudad de Seattle, acoge a todo tipo de criaturas en busca de un descanso en sus ajetreadas vidas. Este escenario acierta a estimular, pero también a relajar, todos nuestros sentidos. Desde el lofi que nos acompaña constantemente al sonido de la lluvia, pasando por el humo del café o las sombras de los que pasean en el exterior, todo funciona para que nos sintamos aislados y protegidos. Para que tengamos la sensación de estar en casa y de que los días pasan aunque todo se mantenga igual. Y este sentimiento es especialmente importante porque en Coffee Talk no somos los protagonistas, ni siquiera somos un personaje especialmente memorable en las vidas de todos aquellos que vienen y van. Solo somos un camarero, una cara amable, testigo de todo aquello que dejan los que visitan la cafetería. Y si la idea funciona es porque la ambientación es perfecta; porque consigue que queramos permanecer en esta agradable burbuja en la que nuestra única obligación es presentar la bebida adecuada y sentarnos a escuchar. Como el hilo musical, aquí establecemos el tono y acompañamos, dando forma a las conversaciones pero sin llegar a reclamar nada. Es solitario estar detrás de la barra pero es agradable tener la capacidad de ayudar.

Coffee Talk Episode 2: Hibiscus & Butterfly se ambienta tres años después del primer episodio. Sin embargo, salvo por las nuevas bebidas en nuestra carta, tres personajes desconocidos y una marcada ausencia, todo parece exactamente igual. En Seattle, aquellos que son diferentes, desde vampiros a hombres lobos, desde sátiros a banshees, siguen luchando quedamente contra la discriminación mientras que intentan encontrar el amor, conseguir sus sueños o entender un poco mejor todo el caos que les rodea. Pero mientras que la ambientación, los personajes e incluso los temas generales que toca Coffee Talk siguen siendo todo un acierto, el juego arrastra una falla desde su primer episodio que se hace mucho más evidente en Hibiscus & Butterfly: la obviedad en su escritura. Porque a pesar de que los diálogos con los que se narra son, en cierta forma, bastante realistas (la gente, a fin de cuentas, sí que acostumbra a comunicarse de forma relativamente directa en el mundo real) no terminan de cuadrar con lo sugerente, acogedor y mágico-costumbrista de todo lo que nos rodea. Los personajes de Hibiscus & Butterfly nos dicen abiertamente sus sentimientos y nos detallan sus racionamientos de una forma plana que evidencia que estamos ante personajes relativamente unidimensionales. Y en un juego que va, precisamente, de escucharlos hablar, esto es algo que arruina buena parte de la experiencia final. De la misma forma que hay poesía en el aire, Coffee Talk hubiera agradecido un poco de ella en su narrativa, unas gotitas de ingenio, misterio y música que hicieran de nuestros habituales, más que amigos, seres memorables.

Y si estos diálogos evidentes funcionan en este segundo episodio peor que en la primera parte es porque Hibiscus & Butterfly no habla ni del pasado ni del futuro sino que tiene los pies firmemente asentados en el presente. Aquí no encontramos una reflexión sobre la forma en la que hemos llegado a ser lo que somos o un conjunto de deseos bien formados para esos tiempos que están por llegar sino una serie de preguntas escandalosas y angustiadas sobre aquello en lo que estamos inmersos y que no podemos ignorar. Los personajes de Coffee Talk Episode 2 hablan sobre el odio en redes sociales, sobre el privilegio de clase o sobre lo caótico de las aplicaciones para ligar, pero no nos dan ninguna respuesta. Al fin y al cabo, el juego se ambienta en la barra de un bar. Los personajes vienen a nosotros para desahogarse pero no está en nuestra mano decidir por ellos, por lo que las posibles soluciones solo vienen de otros personajes y de la posible inspiración que encuentren en nuestras tazas. El final de algunas de las historias que propone Toge Productions resulta frustrante precisamente porque es abrupto, porque se llega (en la gran mayoría de los casos) a un final feliz simplemente porque se acaba el juego y es la hora de terminar. Coffee Talk es mejor cuando es ambiguo, cuando se construye sin intención de ir a ningún lugar. Cuando los personajes que tenemos delante son tan solitarios como el camarero que tenemos que controlar.

MEDIANOCHE EN SEATTLE

Como en el primer episodio, en esta continuación de Coffee Talk tendremos que «escuchar» las peticiones y necesidades de los visitantes y transformarlos en una bebida con los ingredientes que tenemos disponibles. Algunas peticiones serán directas (los personajes nos dirán exactamente los ingredientes que quieren o el nombre popular de la bebida), y otras pasarán por indicarnos qué tipo de sabor prefieren (una bebida con café muy dulce y especiada) o por apuntar a los efectos que persiguen (algo que me ayude con el dolor de garganta y sin cafeína). Para hacer las diferentes bebidas tendremos que combinar entre uno y tres ingredientes (una base, un primario y un secundario) en nuestra máquina, prestando especial atención al orden en el que lo hacemos. Las bebidas especiales —que son las que buscamos preparar en la historia principal— aparecerán con un aspecto determinado y, tras hacerla, se desbloquearán en la lista que encontraremos en una de las aplicaciones del móvil a la que podremos acceder a través de la interfaz. En las bebidas con leche, además, podremos practicar con el latte art a través del mismo sistema complicado y poco satisfactorio que encontrábamos en la primera parte. 

Acertar con las diferentes bebidas nos permitirá profundizar en nuestra amistad con los personajes, algo que podremos comprobar consultando la app llamada Tomodachill que encontraremos en nuestro móvil. Es precisamente esta app uno de los elementos menos cuidados y más molestos del diseño. Por un lado, la información que obtenemos en el perfil de los personajes no es tan interesante como para que estemos pendiente de ir desbloqueándola y, por otro, la parte de la app que imita la funcionalidad de Twitter nos obliga a entrar uno por uno en los «tweets» —a pesar de que se leen fácilmente desde el «timeline»— para quitar la notificación, además de mostrarnos la información sin hilar y desordenada. En contraste, si fallamos hasta tres veces con los pedidos de los clientes el resultado es que estos no volverán a la cafetería lo que, por supuesto, hará imposible seguir sus historias o disfrutar de sus interacciones con los demás. Sin embargo, y como sucedía en el primer capítulo, son los momentos en los que no podemos fallar los que resultan de largo los más interesantes. En ciertos momentos de la historia los personajes, en busca de respuestas e inspiración, nos pedirán que experimentemos con las recetas. Será en esos instantes cuando realmente podremos intervenir en la historia, expresando nuestro parecer a través de las preparaciones. Y como sucede en la primera parte, los finales que conseguimos tras esas escenas son abruptos y evidentes pero, también, bastante curiosos. 

Coffee Talk Episode 2: Hibiscus & Butterfly es, en el peor y en el mejor de los sentidos, extremadamente continuista con respecto a la primera parte. Por suerte, los ingredientes que hacían de su ambientación uno de los juegos más dulces del momento siguen ahí para acogernos con los brazos abiertos, llevándonos a esa inesperada burbuja de quietud y familiaridad. Pero las partes más obtusas, desde el latte art a los diálogos, no parecen haberse refinado y siguen pesando demasiado en una experiencia que se vanagloria de ser directa y contenida. Teniendo en cuenta que esta continuación trae de regreso las tramas y los personajes que ya conocíamos, es dificil verlo como un juego independiente en lugar de como una experiencia complementaria. Hibiscus & Butterfly es (y perdón) café para los muy cafeteros. Para aquellos que disfrutaron con las primeras charlas y que buscan, en sus noches insomnes, volver a esas calles embarradas.

Redactora
  1. NahuelViedma

    No jugué el primero pero que pena que las conversaciones sean tan de A=>B, justamente cuando lo guay de esas charlas es que no llegan a ningún lado la mayoría de las veces. Me preguntó si alguien del estudio habra currado de barista porque es fácil advertir esa diferencia.

  2. Maya VVVrea

    Siempre me ha llamado mucho de concepto, y con la salida del 2 he pensado que era la excusa perfecta para intentarlo, pero me he bajado la demo de Switch y me han alarmado dos cosas: 1 la increíblemente deficiente traducción al castellano y 2, independientemente del idioma, el paupérrimo nivel literario. Una pena, porque me apetecía.

    Supongo que al final era verdad que después de Disco Elysium ya nada vale.