Análisis de Children on Silentown

CON MIEDO A CRECER

Este point&click de Elf Games Works se inspira en obras como Los mundos de Coraline y El bosque para hablar de los terrores de convertirse en un adulto pegado a las normas.

Quizás hemos pasado demasiado tiempo analizando qué representan los monstruos y demasiado poco estudiando por qué nos quieren asustar. Por qué, si consideramos que en una ficción los zombies aparecen como una encarnación de los peligros del conformismo, solo sobreviven aquellos capaces de vivir al margen de la sociedad o por qué, si en otra el monstruo es un asesino acecha a un grupo de adolescentes, ataca siempre primero aquellos con comportamientos que van en contra de la moral. En este sentido, El bosque es una película especialmente interesante. En el mundo creado por M. Night Shyamalan los monstruos solo pueden atraparte si no cumples las normas, un set de reglas aparentemente arbitrarias que las nuevas generaciones aprenden del tirón y sin capacidad para poder cuestionarlas. Los seres que vienen del bosque, en esta historia, no son hadas ni brujas sino una versión del coco que nos obliga en todo momento a portarnos bien, sea lo que sea lo que signifique eso. Unos monstruos que nos asustan para mantenernos disciplinados. Para impedir que miremos bien las normas y sospechemos de aquellos que las imponen.

Children of Silentown presenta, tanto en su premisa como en algunos de sus temas, muchos paralelismos con El bosque. El título, desarrollado por el estudio italiano Elf Games Works, se ambienta en un pueblo aislado en el que los habitantes viven oprimidos tanto por unos misteriosos monstruos como por las estrictas reglas que tienen que seguir para evitarlos. La protagonista es Lucy, una adolescente asediada por pesadillas y atrapada entre la rigidez de su padre y el amor por la música que comparte con su madre. Porque en Silentown, la regla principal, igual que pasa en El bosque con la prohibición del color rojo, pasa por evitar cualquier tipo de sonido estridente, desde la música hasta el sonido de los juegos infantiles, que puedan atraer a los criaturas. Y, por supuesto, tampoco se puede salir de noche. La llegada de la oscuridad en el pequeño pueblo conlleva la desaparición de todos aquellos que han desafiado las normas. O, al menos, eso es lo que prefieren creer.

La forma en la que los adultos de Silentown lidian con las desapariciones es, de lejos, el tema más interesante —y escalofriante— del juego. «Cuando alguien desaparece se coloca su cartel de perdido en la plaza para que todo el mundo lo sepa, no porque nadie vaya a buscarlos», nos comenta uno de los chicos de nuestra edad. Porque para crearse una falsa sensación de control, los vecinos de Silentown han optado por culpar a las víctimas de todo aquello que les pasa. Señalar que el hijo del panadero quizás era un niño demasiado risueño y propenso a reír en voz alta, o que Louise casi seguro tocaba un instrumento musical todos los días después de la cena. Son los niños los únicos que intentan poner en duda esta versión oficial porque culpar a las víctimas, como vemos en el juego, es algo que hay que aprender. Una estrategia necesaria cuando la valentía infantil —esa sensación de inmortalidad que nos hace creer que nunca puede pasarnos nada— deja paso a una adultez en la que percibimos todos los peligros. IT, de Stephen King, plantea una situación muy similar. Los adultos en Derry ignoran de forma inconsciente toda la maldad que emana de la criatura porque no pueden concebir un terror semejante. Sin embargo, precisamente porque no pueden imaginarlo tampoco pueden sobreponerse a él. Porque creer es un arma de doble filo. Una que solo está bien afilada durante la infancia.

Por todo esto, Children of Silentown es también un coming-of-age que plantea la transición hacia el mundo adulto como un viaje que nos lleva a definirnos como persona y a conocer mejor el mundo que nos rodea. A la hora de plasmar el autoconocimiento la historia de Lucy toma inspiración directa en Los mundos de Coraline mostrando cómo la protagonista desarrolla ideas propias a través de la independencia. La rebeldía del personaje principal es aquí una herramienta que le ayuda a superar sus miedo y a descubrir qué líneas rojas tienen sentido y cuáles no, algo que, en la historia, equivale a descubrir la verdad sobre aquello que los adultos callan y decidir si aceptamos o rechazamos sus creencias y motivaciones. El conocimiento sobre el mundo en el que vivimos se relaciona con el desarrollo de la personalidad de Lucy a través de las canciones, el elemento de diseño más caprichoso de la propuesta. 

A lo largo de Children of Silentown nuestro personaje podrá aprender una serie de canciones que nos permitirán echar un vistazo furtivo al interior de las personas o descubrir la energía oculta que se encierra en los objetos cotidianos. Narrativamente, el hecho de que cantar (algo que va en contra de las reglas) sea la herramienta que necesitamos para conocer mejor el mundo permite dibujar a Lucy como una inconformista cuya rebeldía parte de sus gustos y su propia naturaleza. Pero a nivel mecánico el uso de las canciones es bastante irregular. Durante 4 de los cinco capítulos las diferentes canciones tienen usos claros y constantes que, por algún motivo, se reformulan de cara a los últimos puzzles en el capítulo final. La canción de los niños, por poner un ejemplo, nos permite conocer los recuerdos y deseos de las personas y «repararlos» en el caso de que haya hecho un enorme esfuerzo para intentar olvidarlos. Sin embargo, en el capítulo 5 puede usarse para detener a nuestro compañero o para hacer crecer un tipo de planta especial. La canción de nuestra madre, por otro lado, hace posible descubrir secretos en varios elementos inanimados hasta el último episodio, en el que, según el puzle, nos permite comunicarnos con nuestro compañero o eliminar un tipo de zarza. Este cambio es totalmente incomprensible y hace especialmente confusa la decisión final, un camino que tenemos que escoger por sorpresa justo en el último momento y para el cuál tendremos que escoger una canción sin entender correctamente las consecuencias de nuestros actos.

Pero aunque hay muchos elementos interesantes en el título de Elf Games y un serio compromiso con todos sus referentes (el propio estilo artístico, que en este momento está algo anticuado, ya nos remite a las películas animadas de terror para niños nacidas alrededor de la figura de Tim Burton), al final la experiencia no puede sino desinflarse. Del misterio que marcaba los dos primeros episodios no queda casi nada cuando entramos en un tercer capítulo en el que el drama nos toca directamente o en un cuarto en el que nos atrevemos a mirar a los monstruos. Y sin el terror, Children of Silentown no es más que otro point & click, uno en el que tenemos que pasar por alto que un puzle nos obligue a sustituir la goma de un tirachinas con unas medias o que otro rompecabezas, ya en la recta final, pase por hacer té o jugar al escondite por el pueblo como si aún no hubiéramos salido del tutorial. Elf Games parece saber qué quiere hacer, de dónde parte y a dónde quiere llegar, pero opta por improvisar en el camino. Por confiar en que Lucy y el misterio alrededor del pueblo son más que suficientes para que decidamos abandonarnos y dejarnos llevar.

Volvamos a los monstruos. A la idea de crecer. En el universo de Children of Silentown los niños viven aterrorizados por no saber mientras que los adultos sufren por no ser capaces de aceptar lo que está pasando. La opresión que domina el pueblo surge de la creencia de que la imaginación que hace posible admitir cualquier realidad es incompatible con la madurez suficiente para enfrentarla. Y ahí es donde Lucy puede cambiar las cosas. Al perder el miedo a crecer y al entender que puede hacerlo bajo sus propios términos la protagonista se convierte en alguien capaz de cambiar el mundo. A mejor o a peor, eso es algo que tendremos que descubrir nosotros.

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Redactora
  1. JT'Salas

    Un do-si suena bien.

    1. Nessin

      @zoro
      Quizá un do-si medio compás? 2,5? 😛

      1. JT'Salas

        @nessin
        En Twitter se ha descubierto la respuesta, creo. Pero sigue siendo genial jajaja.

      2. carndolla

        @zoro
        Y para uno que no tiene Twitter?

      3. JT'Salas

        @carndolla
        Tras ver varios tuits, imagino que una mezcla entre un siete y un juego «bueno, pero disonante».

      4. carndolla

        @zoro
        Gracias compi!

      5. JT'Salas

        @carndolla
        ¡Todo un placer!

  2. Nessin

    Mola que últimamente parece que estáis analizando muchos juegos poco conocidos (al menos por mi). Echo de menos un vídeo en el análisis para que sea más cómodo ver un poco el juego si al que lee le da curiosidad.