¿Qué nos ha parecido Xbox One?

Crisis de fe, por Yipee Siendo la última compañía en dar el salto a la nueva generación uno esperaría que Microsoft hubiese aprendido de los errores de la conferencia de Sony. Lo hizo, de hecho, en cierta manera. Tras la tediosa pero obligatoria retrospectiva, con sus correspondientes estrellas del videojuego y otros campos contándonos las bondades de pertenecer a una comunidad tan amplia y dedicada… Well BAM! (Colarlo en algún momento del texto era muy necesario) Pudimos ver el aspecto tanto de la consola como de todos sus accesorios. Lástima que, de todos los errores cometidos por sus rivales, este fue el único que apuntaron. Dejándolo claro ya de entrada, no me parece bonita. Aparte de su aparatoso —pun intended– tamaño, su diseño poco arriesgado y tosco contrasta con un mundo donde las formas estilizadas predominan en todos los ámbitos. No me importa demasiado: yo he venido aquí por las posibilidades y, sobre todo, por los juegos. Ni con esas. La idea de convertir la nueva Xbox One en un centro multimedia total me parece interesante, pero dedicar 45 minutos de una conferencia de una hora a explicar las bondades de ver la TV en tu TV no es lo que un jugador espera de una nueva consola; por no decir que en España, para variar, no podremos oler la mitad de esos servicios. Y por favor, basta ya de hacernos creer que hacer el mamarracho con una cámara y un micro es el futuro. En cuanto a los juegos, si bien un nuevo Forza es siempre motivo de alegría, la escasez de detalles y la impresión de estar viendo más de lo mismo –o algo no demasiado claro, como es el caso de Quantum Break– ha dejado un mal sabor de boca que, por suerte, podrán remediar fácilmente, o al menos eso espero, dentro de 3 semanas. Me gustaría poder ser un poco más positivo. Motivos hay, ojo. Me gusta el mando, sigo viendo un fuerte potencial en esta nueva Xbox y es posible que ahora tenga más ganas de nunca de que llegue el E3 para poder ver cómo luce de verdad la next-gen. Pero a la desconfianza tras el fiasco de ayer se suma el miedo a las noticias que han ido surgiendo poco después; un miedo alimentado por la propia Microsoft, que parece estar jugando al despiste con sus confusas declaraciones sobre la segunda mano, el always online y otros temas tan controvertidos como truculentos. Xbox One partía ayer con una mano presuntamente ganadora. Lástima que fuese de farol. Oportunidad perdida, por Christian Lo tenía a huevo Microsoft para quedar por encima de Sony tras lo que pasó en el anuncio PlayStation 4. Pero no, ayer en Japón seguro que respiraron tranquilos tras ver la presentación en sociedad de Xbox One. Esos tímidos aplausos que empezaban un par de segundos después de lo que deberían resumen a la perfección la sensación de desconcierto que dejó el evento entre los asistentes y espectadores. Hay que reconocer que la tarde no empezó mal del todo e incluso parecía que Microsoft había tomado buena nota de los errores que cometieron sus rivales. Se enseñó la consola (yay!), se enseñó también el nuevo mando y se presumió de las posibilidades de reconocimiento de voz y gestos del nuevo Kinect. También pudimos ver que la nueva consola tenderá a parecerse más que nunca a un ordenador, tanto en sus entrañas como en ese diseño exterior sobrio y funcional que a unos encanta y otros odian. Sin embargo, a partir de ese momento es cuando las cosas empezaron a ir mal. El gran error de la tarde fue dejar en un segundo plano los juegos y dedicar mucho más tiempo a la faceta de Xbox One como centro de entretenimiento del hogar que como consola. Es una evolución lógica de lo que se empezó a hacer con Xbox 360, pero no son funcionalidades que emocionen al gran público y en Microsoft deberían saberlo. Para colmo, los juegos mostrados fueron pocos y todos sufrieron de ese extendido problema de ser más de lo mismo. Tampoco se aclararon durante la presentación los principales miedos de los usuarios sobre la segunda mano y la conexión permanente. Hemos tenido que esperar varias horas para que los responsables hagan confusas declaraciones al respecto que nos han dejado más intranquilos que antes de escucharlas. Estoy seguro que en el E3 nos hartaremos de ver juegos para Xbox One, pero ayer Microsoft perdió una excelente oportunidad de dar un golpe en la mesa y comenzar la carrera en cabeza. ¡¡¡FOOTBAAAAAALL!!!, por pinjed Seguramente por vivir en Europa, o quizá en el norte de África, no éramos todavía plenamente conscientes de que Microsoft ha cambiado mucho desde los dos últimos E3. Su lucha encarnizada contra Sony y su PlayStation por el corazón de los jugadores duró una generación y media. En el ecuador de la vida de Xbox 360 la compañía dio un giro a sus intereses, nos colocó Kinect y nos enchufó un montón de canales de tele, aunque insisto en que las pantanosas —y espantosas—infraestructuras españolas en materia de tele digital no nos dejaron verlo tan claro como al otro lado del charco. Y ahora que ya estamos en el matadero nos sorprendemos de ver caer la maza sobre nuestras cabezas. Ayer Microsoft agarró de la nuca al jugador y le obligó a mirar hacia el abismo, a ser consciente de una realidad terrorífica: hay otro hemisferio en lo casual. Nintendo exprimió hasta la última gota de familias felices, fiestas de cumpleaños y menopáusicas en plena cuesta abajo. Ahora Microsoft nos recuerda que su nuevo cliente favorito es el marido, el tipo que se traga todas las competiciones deportivas, el que se pasa nueve horas al día vegetando ante el televisor, el que consume los debates sobre la NBA en la misma medida que disfruta un reality sobre paletos sureños que cazan cocodrilos. Quizá de vez en cuando también eche una partida a Call of Duty: Ghosts (presente ayer), Forza Motorsport 5 (presente ayer) o toda la plétora de franquicias deportivas de EA (exacto: presentes ayer), pero no mucho más. Microsoft le ha cogido cariño a ese gordo cuarentón inmóvil en camiseta imperio, o a ese soltero macho alfa capitán del equipo de pulsos de su pub habitual, o ese padre de familia que lleva meticulosamente anotadas todas las estadísticas de su hijo de diez años en el equipo de béisbol del barrio y le obliga a entrenar doce horas a la semana. Ese es el nuevo casualismo, Microsoft es su pastor, y nada le falta. Que la mitad de la conferencia estuviese dedicada ayer a la televisión y a los servicios multimedia de Kinect, y que la consola (bonita y sobria) se parezca hasta lo inquietante a un reproductor de vídeo VHS o un decodificador, deberían ser pruebas casi concluyentes de mi tesis. Que a estas alturas ni siquiera la propia Microsoft haya sido capaz de aclarar temas que preocupan al jugador como la conexión permanente o el mercado de la segunda mano… ¡es porque ni ellos mismos lo tienen claro todavía! No solo no saben qué van a hacer exactamente con nosotros, sino que tampoco les importa demasiado. Microsoft ha decidido que el jugador es solamente un eslabón intermedio, uno que (y esto sí lo saben) si cuidan lo justo y lo mantienen mínimamente aseado seguirá siempre ahí, que usarán para poner un pie sobre él y alcanzar un nuevo y más estimulante objetivo comercial: la tele. #XboxJuan, por chiconuclear Primera parte: Las ambiciones de Xbox One no me parecen malas. Juntar todo en un único chisme. Centralizar el entretenimiento doméstico en un aparato. Que ver la tele, escuchar música o jugar a la consola estén relacionados, que sean parte de la misma (¡glups!) experiencia. Crear un media center del futuro, que responda a tus movimientos y a tu voz, que sepa lo que te gusta, con integración de servicios como Skype o Internet (¡glups!) Explorer; un chisme que ofrezca todo esto, de manera accesible, a un público que por lo general no tiene tiempo, ni ganas, ni interés suficientes como para pararse a montarse un media center de este tipo. Segunda parte: Tercera parte: Las comparaciones son odiosas, pero creo que no está de más recordar que hace no tanto se presentó la principal rival de Xbox One, PlayStation 4. En su día dije que la presentación con la que Sony presentó su consola me había parecido «muy directa, muy llena de juegos, muy hardcore», y, qué cosas, me alegraba por no haber visto «nada de ver la tele, escuchar música en el baño, bailar para pasar de página en el menú de selección de películas en alquiler». Con Xbox One ha sido todo lo contrario: quizá han confiado más de la cuenta en que sus novedades, tanto técnicas como de planteamiento, fueran a ser recibidas con tanto entusiasmo que la gente se olvidara de la conexión permanente, la segunda mano, la retrocompatibilidad; los mil y un asuntos que estaban borrosos, que preocupaban y que no han sabido responder correctamente. Nadie en Microsoft parecía tener claro qué estaban presentando, ni cómo responder con precisión a preguntas que, estaba claro, iban a recibir por todos lados. Yo, como (imagino) muchos de vosotros, si no todos, me considero un jugador hardcore. No he usado ninguna de mis consolas para algo que no sea jugar más que de manera anecdótica: algún Blu-ray he visto, y alguna vez me he puesto música en la Xbox, por lo que la gran mayoría de novedades y características sólo me han parecido interesantes en la teoría. Creo que Microsoft tiene una buena máquina, y que con el tiempo pensaremos en esta presentación como un fiasco que dejó paso a una consola que resultó ser más interesante (y menos catastrófica) para el jugador hardcore de lo que se pudo intuir ayer. El E3 de Microsoft estará centrado en los juegos; si una presentación en la que los juegos no tuvieron peso suficiente y una jornada posterior en la que no se supieron resolver las dudas y preocupaciones de prensa y usuarios fueron el primer y segundo strike, fallar en el E3 podría ser el tercero para muchos de los que hemos confiado en Xbox durante ya un buen montón de años. Marcador desfavorable en el descanso, por Pep Sànchez Con el E3 a menos de tres semanas, no quiero ver lo de ayer como nada que no sea media conferencia. No voy a decir que fuera una mala presentación, pero sí una nefasta primera mitad. Si escribiera sobre series o sobre electrónica de consumo, tendría otro discurso; comentaría que a estas alturas no me sorprende el reconocimiento por voz e intentaría ser gracioso al decir algo como «no quiero distracciones cuando estoy viendo una película, ni pantallas con información adicional ni llamadas por Skype», aunque también dejaría claro que soy el primero en agradecer tanta comodidad e inmediatez. Pero escribo sobre juegos… y no sé qué decir. Lo peor no es que de eso hubiera poco —ya digo, está la excusa del E3—, sino lo mal que se enseñó. ¿Presentar lo nuevo de Remedy con actores reales cuando la gente está loca por ver los gráficos que puede mover el nuevo cacharro? ¿Ni un solo desarrollador en el escenario? No tengo razones para creer nada de lo que vi, porque nadie tuvo el valor de coger un mando y echar una maldita partida. Solo Call of Duty: Ghosts se mostró en condiciones, pero un título intergeneracional y multiplataforma no debió ser el protagonista. Incluso la mejor noticia, la de los 15 exclusivos, se quedó coja por la falta de nombres. Estoy convencido de que Xbox One será una apuesta interesante y, joder, quiero una a pesar de lo poco que se esforzaron en vendérmela. Me quedo con demasiadas dudas porque Microsoft no quiso hablar claro y ni siquiera sé si podía permitírselo; los temas polémicos, la conexión permanente y la segunda mano, salieron cuando se apagaron las cámaras sólo para liarse un poco más, para mantener la incómoda sensación de que algo esconden. Microsoft apuntó lo que Sony había hecho mal en febrero y acertó mostrando el aspecto de Xbox One nada más empezar, pero curiosamente falló en todo lo que PS4 sí había presentado bien. Decía Aaron Greenberg que «los juegos lo serán todo en el E3»; igual ahí remontan.