Black MIDI: Música danmaku para superordenadores

Estos kanjis de aquí arriba quieren decir danmaku. Se llaman danmaku a cierta generación de juegos de naves, shmup para los amigos, que comenzó a aumentar el número de balas que disparaban los enemigos. También se los conoce como bullet hell, un término bastante apropiado: en este subgénero, la pantalla suele estar ocupada casi en su totalidad por una cortina de balas que siguen patrones a medio camino entre el espectáculo de láseres y el laberinto. 

Aprender a esquivar es más importante que apuntar con precisión. En los danmaku, la hitbox (el espacio que determina las colisiones entre, por ejemplo, nuestro avatar y las balas enemigas) es mucho más pequeña que el sprite del personaje, por lo que aunque las balas pasen por encima de nosotros solo nos hacen daño si impactan justo en unos pocos píxeles, generalmente bien visibles; para compensar, quizá, nuestro poder de disparo suele ser titánico, con armas que barren a cantidades de enemigos enormes sin demasiado problema, proyectiles o rayos amplios que nos permiten desentendernos hasta cierto punto de los jefes, en muchas ocasiones tan anchos como la pantalla, y centrarnos en esquivar las decenas, cientos, miles de balas que atraviesan la pantalla constantemente, sin descanso.

Es un género agotador física y mentalmente, un reto hermoso y con una comunidad de seguidores pequeña pero muy fiel. En Japón son suficientemente populares como para que Sony se haya interesado por llevar algunos spin offs del Touhou Project a PlayStation 4; ninguno de ellos es un danmaku, pero que Zun, el creador de esta serie de protoindies de naves, esté detrás de este debut en consolas da esperanzas. 

El Touhou Project, una serie de juegos (divididos en una serie principal y una multitud de spin offs, propios y de fans, discos de música, novelas y todo tipo de creaciones de la comunidad) que se llevan lanzando por vías más o menos amateur desde mediados de los 90, es uno de los representantes más claros del danmaku desde sus primeras entregas. Los juegos de Cave pueden ser más conocidos, y desde luego su alcance dentro y fuera de Japón (a pesar de su reciente pseudodefunción) es mucho mayor, pero la forma en la que Zun ha mantenido fresco el género él solo, desarrollando, componiendo y diseñando todos los Touhou, es encomiable.

Del mucho material creado por aficionados que han surgido del Touhou Project, hay una cosa en concreto que me parece fascinante. La conocí en un capítulo de This Exists. Un tipo de spin off poco ortodoxo. Un estilo musical chiflado: el Black MIDI.

Según Know Your Meme, el primer registro de Black MIDI en YouTube, aunque no el principio de la comunidad que se dedica a esto, es un vídeo de 2011 que convertía una partitura en una orgía indescifrable de notas sonando al mismo tiempo. Algo totalmente imposible de interpretar, por supuesto, pero eso da lo mismo: la intención de los blackers, como se conoce a los creadores de este tipo de midis, no es que la canción sea interpretable por un ser humano, sino aumentar la densidad de notas todo lo posible respetando a la vez la canción en la que se basan.

En una entrevista con Thump, uno de los nombres más conocidos de las escena Black MIDI, TheTrustedComputer (un chaval californiano de 16 años responsable de cosas como este medley navideño, y el primero que consiguió crear un Black MIDI con un millón de notas), daba alguna clave sobre los orígenes, las intenciones y las influencias de su música:

El Black MIDI ha estado ahí desde 2009. Más que como un género de la música electrónica, lo metería en el saco del remix. El término «Black MIDI» viene de las partituras «ennegrecidas» por montones de notas. La parte MIDI viene de MIDI, no tiene nada especial. Creo que todo esto vino de la idea de esos juegos «bullet hell».

La relación entre los Touhou y el Black MIDI queda clara a poco que buscas muestras de este extraño subgénero: una de las canciones que más suelen dejarse ver es Necrofantasia, de la banda sonora de Perfect Cherry Blossom, mi favorito y la séptima entrega de la serie principal del Touhou Project. No es la única: en la lista de midis más largos que hay en Impossible Music, una wiki de la que TheTrustedComputer es moderador, se puede ver que una cantidad enorme de adaptaciones al Black MIDI tiene como origen canciones, ya bastante complejas por sí mismas, de los juegos de Zun.

En una época en el que la optimización lo es todo, la demencia del Black MIDI parece casi una afrenta: cuanto más portátiles y livianos y nítidos queremos que sean nuestros archivos de audio, los blackers llegan y te cascan una canción con 280.000 millones de notas, que pesa 1,1TB y que es casi imposible de reproducir. Es un tipo de obra derivada curiosa: las canciones Black MIDI sí trasladan, de alguna manera, la filosofía de los danmaku a sus partituras, creando cortinas de notas-bala abrumadoras pero de alguna forma comprensibles, aun a pesar de la cantidad exagerada e inhumana de información en pantalla.

Como los danmaku, aquí el orden también es importante. Obviamente, si quieres que una partitura con veinte millones de notas en tres minutos suene en condiciones tienes que ser más o menos ordenado; pero también importa el orden visual, la forma en que la partitura se va a ver cuando sea reproducida en programas específicos, como Synthesia, de manera parecida a la importancia que tienen en los danmaku las formas de los patrones de balas que nos lanzan a la cara. Mirad, por ejemplo, este midi de tres millones de notas, una auténtica barbaridad técnica y visualmente:

Como comentan en This Exists, la locura del Black MIDI tiene muchos niveles; algunas canciones se pueden escuchar con menos dificultad que otras, algunos blackers quieren que las canciones se vean bonitas y otros que la cantidad de notas sea lo más alta posible. Como sabemos por incontables grupos de metal, no siempre más notas es igual a mejor música:

Por todo lo que tiene de inhumano, casi de antihumano, el Black MIDI; por cómo los blackers se jactan de tener máquinas lo suficientemente potentes como para reproducir en directo archivos gigantescos; por su secretismo, por lo que tienen de underground, de misterioso; por los chavales de 16 años obsesionados con explorar ciertos límites casi de manera inconsciente, como sin querer. Por cómo fuerzan el MIDI, un protocolo de comunicación sin más, hasta crear un tipo de música que se funde con lo visual de una forma genial; por cómo un subgénero de videojuegos ha dado lugar a un subgénero de un subgénero musical. Por todo eso te queremos, Black MIDI.