La nostalgia que recorre Revachol

Una vela a gran distancia

Los personajes de Disco Elysium se aferran a visiones antagónicas del pasado sin ninguna relación con la realidad.

La nostalgia es negación. Negación del doloroso presente

Medianoche en París. Woody Allen.

Cerca del muelle de Martinaisse, dos viejos enemigos juegan a la petanca. Se trata de René Arnoux y su vecino Gaston Martin, dos septuagenarios cuya impostada rivalidad parte de los tiempos de la Revolución. Arnoux es un fascista, un monárquico convencido que aún sigue llevando el uniforme y las medallas conseguidas en la batalla de Grand Couron en donde, bajo las órdenes del príncipe Drysant, cargó contra los revolucionarios vestido de terciopelo y oro. Fue una masacre. Más de 280 compañeros de Arnoux, incluido el propio heredero a la corona, sufrieron graves estragos ante una inteligente emboscada revolucionaria. Pronto descubrimos que Arnaux no porta el uniforme con orgullo. Su breve carrera militar estuvo llena de fracasos, y los ideales del rey Frissel no parecen resonar hoy en día en el anciano. El secreto lo encontramos en una foto; una vela que ilumina a gran distancia. En el puesto de vigilancia que Arnoux ocupa en el Sindicato de Estibadores la imagen de una joven pareja sonriente nos revela la forma en la que el anciano se aproxima al mundo.

Tenemos que hablar de Jeanne-Marie.

La antigua rivalidad de Arnoux y Martin no es solo política. Aunque es cierto que el primero decidió combatir defendiendo sus radicales ideas mientras que el segundo optó por quedarse seguro en casa, el resentimiento entre ambos, nacido cuando solo eran unos niños, tiene nombre de mujer. Jeanne-Marie —la hermosa Jeanne-Marie, como se refiere a ella el propio título— solía preferir a Arnoux hasta que, tras volver irreconocible de la guerra, acabó por marcharse de la mano de Martin. Cuando Arnoux recuerda la época prerevolucionaria y el gobierno de Frissel no repara en la recesión y los abusos acontecidos en Revachol sino en la joven que los anarquistas y comunistas terminaron arrancando de sus brazos. Muchos otros personajes se acercan al pasado de similar forma dentro del universo de Disco Elysium. Porque en las calles de Revachol, recordar es mucho mejor que avanzar.

Hace ya trece años del inicio de la Gran Recesión, de la realización colectiva de que el futuro había quedado congelado a causa de la acción conjunta de las hipotecas subprime, el mercado globalizado, la crisis climática y los diversos programas de austeridad. Tenerlo todo —esto es, un buen trabajo, una familia y vacaciones pagadas— era solo posible para unos pocos y, en consecuencia, el espejo de las ficciones y la cultura viró rápidamente para entreternos con una imagen idílica del pasado. Lo que siempre había sido propiedad conservadora; la idea de una época gloriosa que podíamos resucitar, se ha extendido a través de fantasías ochenteras, la expiación de los grandes iconos de los 90 y el regreso de la moda al inicio del milenio. Los ejemplos no son difíciles de encontrar.

A pesar de estar ambientado en un futuro cercano, Black Mirror: San Junipero utiliza los extraños patrones y los colores vibrantes de finales de los 80 para hacernos creer que encontrar a la chica de nuestros sueños es algo posible incluso después de la muerte. Me sigue pareciendo irónico que la Gran Fantasía Queer levantada por Black Mirror se ambiente en una recreación de la época en la que se iniciaba la crisis del SIDA con los múltiples delitos de odio que la acompañaron. Esta imagen desproblematizada y centrada en elementos estéticos y de la cultura pop la encontramos también en Stranger Things, IT o Love, Nina entre muchas otras historias donde el bullying, el machismo, la homofobia o el racismo si llegan a apuntarse, aparecen diluidos en inocencia infantil, relaciones de amistad o el recuerdo del primer amor. El truco es que los espectadores conocen el presente pero el pasado solo es un lejano recuerdo. Y como el resto de ellos, resulta apasionante.

En Medianoche en París el escritor Gil Pender fantasea con los maravillosos años 20 en la ciudad del Sena mientras su prometida le pide que deje la escritura de novelas para concentrarse en los lucrativos guiones. Aunque el presente es «aburrido», en las fiestas del pasado Dalí, Hemingway y Buñuel, junto con Zelda y Scott Fitzgerald, se reúnen en los cafés para hablar de verdadero arte. El presente es práctico, inmediato y está lleno de decisiones desagradables mientras que el pasado para Gil es seguro y reconfortante. Pero entonces conoce a Adriana. El personaje interpretado por Marion Cotillard es una soñadora que rememora constantemente los días de la Belle Époque. El mensaje de Allen está claro: la nostalgia nos seduce porque nos abruma el presente; toda época pasada siempre fue mejor. Gil y Adriana viven como la gran mayoría de los personajes de Disco Elysium: volviendo a un pasado desdibujado, ajenos al presente y sin ningún interés en el futuro.

A pesar de contar con un protagonista amnésico, Disco Elysium es un juego de aires nostálgicos en el que el pasado es lo único que sus personajes saben mencionar. Para construir a Harry y desarrollar su ideología y visión del mundo deberemos escuchar fragmentos de la historia de Revachol contados a través de personajes fascistas, comunistas, moralistas o ultraliberales. Todos ellos, a pesar de sus diferencias, coinciden en que la fiesta ha terminado y en que lo único que podemos hacer es sentarnos tranquilos a rememorar. Como bien nos informa Cindy, «nadie quiere asociarse con los comunistas» desde que fueron derrotados hace 50 años: «El comunismo es una ciénaga de melancolía y supuestos escenarios», coincide la voz de nuestra cabeza. Para el fascismo, el futuro tampoco es una opción. Los autodenominados «tradicionalistas» sueñan con el regreso de un brillo que nunca llegó a existir, mientras que los ultraliberales buscan hacer fortuna sin pensar en el mañana. En boca de Kim, los moralistas parecen la opción más sensible, la más segura a la par que aburrida. Las voces moralistas en nuestra cabeza nos instan a no creer en nada. A no idealizar ningún pasado a costa de perder la esperanza en el futuro.

Dora Ingerlund y Dolores Dei son la misma mujer en la mente de Harry. Dependiendo de cómo nos acerquemos a nuestra partida nuestro recuerdo de ella puede pasar de ser triste a ser absolutamente desolador. En el año 45, seis años atrás, Dora hizo las maletas y se mudó a Mirlova. El dolor de la pérdida nos hace recordar con cariño las cartas apresuradas, un encuentro extraño en la estación de autobús y la caja de zapatos en donde rezaban para poder llegar a fin de mes. Aquel presente precario se ilumina ahora en dorado. Como Jeanne-Marie, Dora Ingerlund es otra vela muy, muy lejana que nos engaña para hacernos creer que una vez hubo un pasado y que este era mucho mejor.

Las calles de Matinaisse se caen a pedazos. Las aceras están levantadas y el espigón se llena de grietas mientras que la gente solo busca reparar antiguas estatuas. Nadie quiere nuevos ídolos cuando pueden seguir venerando la vidriera resquebrajada que representa a una maternal Dolores Dei. Como una vela a gran distancia, el pasado en Disco Elysium puede parecer más seguro y hermoso pero, como nos recuerda ZA/UM, la nostalgia siempre ayuda a sumir en la oscuridad los detalles escabrosos, instándolos a no avanzar. Es la luz la que no nos deja aprender ningún tipo de lección. En Disco Elysium el pasado se adelanta al futuro pero, recuerda; no es real lo que se ilumina bajo la persistente luz dorada.

Sé que será así hasta el final de la tarde, cuando me baje de la 42 y vuelva a caminar hacia ti cada paso que dé será más ligero. Es probable que empiece a correr. A veces lo hago. No puedo creer que te haya conocido. No puedo creer la felicidad que siento contigo. Tienes un alma inmensa, inmensa y siempre, siempre, siempre volveré a ella. Besos, besos, besos.

Dora Ingerlund

Redactora
  1. METALMAN

    @martatrivi Solo puedo describir tu texto de la siguiente manera: Excepcionalmente bonito. Leerlo me ha provocado un montón de sensaciones, que es algo que no suelen provocar todos los textos.

    Por otro lado, me parece maravillosa esta iniciativa de dedicarle diferentes textos a un mismo juego, con diferentes enfoques y centrándose en diferentes motivos. Es una pasada.

    Mira que hay juegos que dan para escribir (aunque la mayoría no posean tanta riqueza como este). Molaría que lo hicieseis con algún clásico de los que tenían contenido (Planescape, Sanitarium, I have no mouth…)

    Saludos!!

  2. Baladre

    Llevo todo el día dándole vueltas a lo que has escrito. Yo no tengo nostalgia nunca y no
    sabía por qué me había obsesionado con el artículo. Esta tarde en el coche por fin ha
    salido. La imagen de la luz de la vela me ha llevado al recuerdo de cosas que sentí hace años leyendo El Retrato del artista adolescente. Esa luz es como el recuerdo de su infancia que tiene Stephen Dedalus.
    Y me he sentido igual que cuando leía aquello de niño. Es muy difícil para mi emocionarme con un artículo aunque disfrute mucho leyéndolo. Me has cogido totalmente desprevenido.

    Has escrito algo muy hermoso. Y tengo encima un stendalazo que no me aguanto ni yo.

    Hace unos días te leí en algún lado lo mucho que habías notado tu evolución en el podcast y lo mucho que te ayudaron a mejorar tus compañeros, Pep y Victor. Yo tengo que decir que creo que eres lo mejor que le ha pasado a Anait en mucho tiempo. Ojalá seas consciente de ello. Ojalá tus colegas te lo digan muy fuerte.

    Modo fanboy loco off. Que tengáis buen día.

  3. Shalashaska

    Es curioso el ejemplo de IT, como muestra de nostalgia. En las películas recientes el pasado está ambientado en los ochenta, como Stranger Things y muchas otras ficciones que tiran de nostalgia fácil. Pero en el libro, escrito en los ochenta, la parte del pasado está ambientada en los cincuenta, el periodo de la Americana, y fuente de la nostalgia de Stephen King, ya que es cuando él era un niño. En este sentido, me parece que las películas han sabido adaptar la novela muy bien, trasladando esta nostalgia del autor a la nostalgia que podamos tener nosotros (bueno, el público americano de cuarenta y pico, yo en los ochenta no era ni un proyecto. Ya veremos cuando la nostalgia que venda sea la de los 90 o los 2000, porque allí sí que me van a pillar).