De casas encantadas y visitantes indeseados

El terror hogareño

El terror hogareño

El miedo, como bien decía Lovecraft, es la más antigua de las emociones que puede sentir el ser humano y por ello ha ido cambiando también con el paso de los años. El miedo a la caída de un terrible rayo por haber provocado a los dioses dio paso, lentamente, al miedo de una tromba de agua veraniega con las sábanas tendidas. El terror, como las personas, ha ido evolucionando y determinados enfoques del mismo se han ido quedando por el camino a la vez que otros nuevos miedos han ido surgiendo. 

Esto no se ve solamente en los terrores propios del día a día de cualquiera de nosotros, donde determinados miedos de nuestros ancestros se han esfumado. No tenemos miedo, al menos no todos, a que se nos escape la comida, a que una muela picada acabe con nuestra vida o a que un oso aparezca de la nada y decida devorarnos. Los cambios en los miedos más cotidianos se han ido sucediendo a la vez que la tecnología y la sociedad han ido avanzando, y de esta misma manera los terrores ficcionales, aquellos que, a priori, no pueden dañarnos, también han ido evolucionando a la par que lo hacía el ser humano. 

El terror ficcional siempre ha tenido una potente relación con lo desconocido, con aquello ajeno a nuestras vidas. Lugares lejanos poblados por gentes extrañas, seres preternaturales surgidos desde el espacio exterior para convertir a la raza humana en un simple punto sin importancia dentro del vacío existencial, criaturas con extrañas propiedades ajenas a la naturaleza humana… El Otro, el miedo a lo desconocido, se plasmaba a través de diferentes esquemas narrativos y lugares, personajes y situaciones arquetípicas. 

El terror hogareño

Estas situaciones han ido evolucionando desde el puro relato a la luz de la lumbre, ese contado para evitar males reales pero engalanado, hasta enrevesadas tramas ficcionales con diferentes capas. En la literatura clásica ya había relatos, como el escrito por Petronio, con hombres lobo o terribles pasajes descritos por Apuleyo. Las sagas escandinavas también nos regalaban pequeñas perlas de terror e incluso en las piezas de Shakespeare encontramos brujas y espectros tan comunes posteriormente en la literatura gótica. 

El terror gótico, ese derivado de la acertada obra de un diletante inglés como fue Horace Walpole (retratado a la izquierda de estas palabras; NdE) y su Castillo de Otranto en 1765, se convirtió en apenas unos años en un verdadero fenómeno literario. Rápidamente los elementos propios del género se asentaron a través de las mediocres obras de decenas de autores colocando las lámparas apagadas, los tapices, manuscritos mohosos y lejanos castillos en elementos de obligada aparición. Ann Radcliffe escribió Udolpho en 1794 y subió un escalón más en la literatura gótica convirtiendo, ya de manera definitiva, al género en una de las modas literarias más potentes del momento. El género se fue desarrollando a través de una ingente cantidad de obras menores y otras, quizás no mucho mejores, que lograban activar algo en los lectores. El Monje de Lewis Melmoth el Errabundo de Maturin son algunos de los nombres que llevaron el gótico por bandera. 

Lentamente la novela gótica fue decayendo, quizás por suerte, en pos de un terror más cercano a lo que Lovecraft denominaba terror cósmico que, si bien ahondaba en diferentes cuestiones, se mantenía relativamente alejado del lector. Frankenstein de Mary Shelley abre una nueva etapa en el terror llevando el género a un punto de inflexión del que surgirán diferentes interpretaciones y corrientes. En su obra y en la de Stevenson, Doyle, Wells o Poe coloca la semilla del horror cósmico Lovecraft en su ensayo El horror en la literatura.  

Este horror en la literatura se va acercando lentamente al lugar más santo para cualquier persona. De los castillos del gótico se avanza poco a poco, primero temporalmente y luego físicamente, hacia los hogares de los lectores. De tiempos antiguos se pasa a su actualidad del momento, de lugares exóticos a los campos y bosques de sus propios países y de allí a determinados lugares de las ciudades, quizás debajo de las mismas o en apartadas comunidades con gente extraña. Sin embargo, el hogar, al menos el hogar entendido como verdadero hogar y no como simple casa, se había mantenido ajeno a la mayoría de los terrores. Sí, muchas obras sucedían en casas, pero no en los hogares de los protagonistas. Tener que pasar una noche en una casa infernal como la que narra Richard Matheson no convierte la casa en el hogar de sus protagonistas. 

En 1967 Ira Levin publica Rosemary’s Baby, que dio lugar a la película homónima (aquí traducida como La semilla del diablo: muy sutil lo del spoiler) dirigida por Roman Polanski. En palabras de Chuck Palahniuk, «antes de Ira Levin el terror siempre sucedía en algún otro lugar»; en 1967, salir de EE.UU. era el verdadero terror: IRA, Vietnam, los comunistas… todo sucedía fuera de sus fronteras, mientras que la casa se quedaba bien barrida. Sin embargo, la ficción creada por Levin dinamitaba la seguridad de los hogares americanos llevando el terror a Manhattan, y consigue, como dice Palahniuk en un prólogo a la edición inglesa de la novela, trasladar la Casa Usher a Central Park. 

El enemigo no deja de ser el otro, ese extraño desconocido, pero Levin lo convierte en los vecinos y familiares. La angustiosa experiencia de Rosemary lleva el terror a los hogares de los americanos, pero no cualquier terror; no el miedo a un psicópata como el que crea Bloch (tras haber pasado una etapa de terror cósmico) con Psicosis, sino el terror más gótico y polvoriento: el miedo al diablo. Hay que recordar que Peter Blatty no escribe El Exorcista hasta 1971, que lleva el terreno de las posesiones infernales al hogar infantil. Este miedo al diablo, casi más propio de lejanos castillos de Europa no surge de la nada y responde a la propia situación social del momento con grupos como la familia Manson, el frente simbiótico de liberación o la Iglesia de Satán de Anton LaVey. Algo de esto ya había en una novela como Drácula, donde el enemigo partía de las lejanas tierras de Transilvania para acomodarse en suelo inglés, en la vecindad de nuestros protagonistas. Sin embargo, no deja de suceder en una polvorienta mansión alejada del hogar real de los protagonistas y, como todos sabemos, el final del chupasangre tiene lugar bien lejos de Londres.

El terror hogareño

Este terror doméstico cambió el escenario al violar la última frontera segura del lector. Si el demonio podía surgir de algo tan íntimo como tu propio hogar (tu propio hijo), ¿qué no podía suceder? El terreno de la familia, las casas o los sueños se convirtieron en el coto privado de caza de todo tipo de criaturas y asesinos tratando de llevar los límites del terror un paso más adelante. La influencia en la literatura y en el cine fue más que clara llegando a terrenos tan íntimos como la propia seguridad del sueño con Pesadilla en Elm Street o la utilización del recurso narrativo de la cámara de seguridad en la franquicia Paranormal Activity

¿Ha calado la novela de Ira Levin en el mundo del videojuego? Si echamos la vista atrás, podemos ver que las temáticas de los videojuegos que podemos englobar como “de terror” es bastante amplia: terror espacial, terror gótico, adaptaciones literarias, jump scares con un señor con traje como excusa… Sí, uno de los primeros títulos de terror, Uninvited, sucedía en una casa pero no era nuestro hogar al igual que tampoco lo era la mansión de Haunted House ni la celebérrima Mansión Spencer de Resident Evil 1. ¿Cuántas veces nos hemos enfrentado al terror en nuestro propio hogar? 

Hasta hace relativamente poco tiempo no hemos encontrado títulos que trasladen el terror a nuestros hogares (y no, no hablo necesariamente de nuestra casa). Silent Hill 4: The Room ya convertía nuestro piso en eje central de las pesadillas que viviríamos pero gran parte de la acción no deja de desarrollarse fuera, a través de los agujeros del mismo. No terminaba de cuajar la conversión de nuestro hogar en un lugar de pesadilla. 

La última revolución de los juegos de terror, ese alejamiento definitivo del caduco término survival horror, a través de títulos como Penumbra o Amnesia y derivados como Outlast efectivamente han sabido darle una vuelta de tuerca al concepto. Sin embargo, no dejan de asentarse sobre ciertos clichés más que mascados: el lejano ártico, una mansión decimonónica o un psiquiátrico. Seguimos sin romper la frontera definitiva de nuestra propia puerta. 

Quizás un título que se haya acercado bastante al concepto (dejando de lado una aplicación como Night Terrors, que parece buscar más el jump scare que otra cosa) sea P.T., del tan amado como odiado Hideo Kojima. No sabemos, ni sabremos nunca, si aquella casa del teaser tenía algo que ver con el hogar de Reedus o el propio concepto de hogar. The Beginning Hour, la demo prima hermana de P.T que ha hecho Capcom para su Resident Evil 7, nos lleva a un hogar, sí, pero no al nuestro, por lo que de nuevo falla. Quizás, derivado de la larga sombra (quizás exagerada) que ha creado P.T, sea Layers of Fear el juego que mejor ha sabido acercar el terror al hogar. 

El terror hogareño

Nuestro hogar es la prisión de nuestra vida y  en algunas ocasiones, como en Layers of Fear, es una prisión prácticamente literal. El terror no deviene de ningún ser extraño ni de ninguna entidad diabólica sino de los propios fantasmas del pasado, quizás los más terroríficos de nuestras vidas, y la manera que tiene de afectarnos como seres humanos. De la misma manera que Rosemary no termina de creer hasta el último momento en lo que le sucede, mientras avanzamos en Layers of Fear nunca sabemos hasta qué punto es una alucinación derivada de las memorias de nuestro hogar. Está claro que sigue bebiendo de fuentes cercanas al gótico, una casa de corte clásico, un tiempo alejado al nuestro… De nuevo no termina de ser una experiencia completa. 

¿A qué se debe esta falta de terrores domésticos en el videojuego? Quizás, el mero hecho de jugar a un videojuego ya sea una situación lo suficientemente íntima y ligada a nuestro hogar (jugar en nuestro sofá) como para añadir la carga de un terror derivado de nuestro hogar. En este sentido tampoco encontramos títulos centrados en el home invasion, otro género en auge en el cine contemporáneo. ¿Es nuestro hogar la última vaca sagrada del videojuego? ¿Ha conseguido romper alguien la barrera que rompió Ira Levin en 1967? Quizás el videojuego todavía necesite su propio bebé.

Usuario
  1. Gurpegui

    @wharfinger_kyd
    No se hasta que punto lo desconocería (que ojo, puede ser, más allá de que nos guste más a unos que a otros) pero a lo que hace referencia en sí es al terror que podríamos entender como terror-arte de Carroll. Un terror derivado de ciertas características ajenas a la naturaleza humana que deja de lado esa transposición del criminal y tal… creo yo. Además, hace hincapié no a la transposición del terror ya a la Ciudad que ya a principios del XX se había ido añadiendo a los edificios sino al propio interior de nuestro hogar en una ciudad normal y corriente. No conocía a Mac Orlan, por lo que me lo apunto!

  2. Gurpegui

    @wharfinger_kyd
    Entiendo perfectamente lo que quieres decir y también creo que, hasta cierto punto, dejar de lado el criminal como elemento terrorífico es «negligente». Pero entiendo también que existe cierta separación entre el terror-arte (por usar esa terminología de Carroll) y el terror natural. Una diferencia entre el miedo puramente irreal o fantasioso frente al miedo real de cada día ya sea a un asesino o un terremoto brutal. Creo que es en ese terreno de la dicotomía entre terrores donde se mueve ese comentario de Palahniuk al hacer «hogareño» ese terror sobrenatural que antes tan solo se podía encontrar en ruinas, casas victorianas o pueblecitos apartados.

    Gracias por tus palabras y por sacar un tema como el que has sacado en los comentarios que también es muy interesante, un acercamiento a ese terror más mundano por así decirlo en el terreno de los videojuegos (o en general).

  3. Gurpegui

    @wharfinger_kyd
    Me habían hablado de él en algún momento del pasado y lo había olvidado totalmente. LO he añadido a mi bonita y extensa lista de libros deseados en amazon y espero que caiga en algún momento. Gracias!

  4. Diegodc

    Fantastico texto, @gurpegui, enhorabuena.
    Siempre es agradable leer cosas asi.

    A pesar de que juegos como Gone Home ya han demostrado que un «hogar» da para mucho, quiza los desarrolladores tienen miedo a autoimponerse una limitacion tan grande como lo son cuatro paredes (Al fin y al cabo, no todos vivimos en mansiones) y prefieren optar por ambientes mas comodos.
    Leyendo tu texto he pensado por primera vez en PT de esta manera y se antoja bastante interesante el debate al respecto.

    Por cierto, gran charla en los comentarios, es un placer leeros.

    (Se te escapo un «mansion spcencer» por ahi 😉 )

  5. Gurpegui

    @diegodcsantos
    Gracias por tus palabras y por señalar la errata, no sería un texto mío sin un despiste. Espero que @pinjed pueda cambiarlo.

  6. Gurpegui

    @philip_s_owen
    Tienes razón, hasta cierto punto sí que lo lograron y además de una manera muy curiosa al fusionar ese miedo (fantasmas y tal) con el concepto de recibir daño y tener problemas más de «game-play» en el hogar. Daba miedo volver casi por la posibilidad de morir en tu hogar XD

  7. pinjed

    @gurpegui

    Corregido. ¡Enhorabuena por el texto!

  8. Diegodc

    @philip_s_owen

    Gracias Prullansky, pensaba que era el puto unico que echaba de menos Silent Hill.
    (Y hablo de Silent Hill como si PT nunca hubiese existido)

  9. Javieres

    Muchas gracias por estos artículos sobretodo, hace mas falta terror(fantástico) en nuestras vidas, del otro ya hay mucho. No estaría mal mas artículos de miedico y sobretodo de silent hill 😉

  10. DarkCoolEdge

    Me uno al coro de alabanzas, estupendo artículo. Vaya veranito lleva Anait :bravo:

  11. Kormyon

    ¿Y qué tal el primer juego de terror, Alone in the Dark, que se desarrollaba en la casa del tío de la protagonista?

  12. Gurpegui

    @kormyon
    Claro. Pero no es EL HOGAR como concepto familiar y de vivienda. Es una casa apartada, de un señor desaparecido al que se llega para una investigación… vamos, el equivalente americano de principios del siglo XX para el castillo gótico europeo. No es trasladar ese miedo que se da en los lindes de la civilización al centro de, por hablar de Rosemary’s Baby, el hogar de una familia en el centro de Manhattan. Ese es el terreno que creo que se ha explotado poco en el videojuego actualmente.

  13. Joker73R

    Fantástica reflexión sobre el género de terror en los videojuegos, que está viviendo una época dorada.

  14. DrTenma

    Muy interesante el artículo. Es curioso como el cine actual está trasladando el terror del hogar al individuo. Por ejemplo ‘Insidious’ o ‘The Conjuring’ usan el recurso de que aunque uno abandone su hogar, el mal le acompaña. No estoy seguro dónde lo leí, pero como parece evidente, no es más que una traducción de uno de los temores más actuales: la hipoteca. Podemos dejar la casa, pero la deuda sigue con nosotros.

  15. Gurpegui

    @drtenma
    Perdón la tardanza pero, efectivamente, muchos interpretan las ficciones de casas encantadas y tal como una percepción de la hipoteca y de cierto bajón económico estadounidense. Al igual que los zombies se ligaron a la critica al capitalismo o a la guerra de Vietnam.

  16. DrTenma

    @gurpegui nada hombre, a veces las notificaciones se traspapelan, gracias por responder 🙂 Y sí, exactamente, el terror siempre ha tenido un enlace con la situación social del momento: la guerra fría y el temor a un ataque inminente y los psychokillers, que como el invierno nuclear son persistentes, etc. Igual es porque el terror es un sentimiento muy humano que resulta sencillo enlazar con lo que nos ocurre.