No en nuestro nombre

Tal y como cuenta The Washington Post, uno de cada cinco trabajadores en tecnologías de información (lo que incluye desarrolladores de videojuegos) de los Estados Unidos confiesa estar insatisfecho con su puesto de trabajo. Muchos ni se molestan en quejarse, pero la realidad es que la tercera parte del total de profesionales del sector planean cambiar de oficio a lo largo del presente año. ¿Sus razones? Cargas de trabajo insoportables, jefes incompetentes, horas extra obligatorias por doquier (en ocasiones no remuneradas, todos recordamos cómo Electronic Arts ha sido demandada por sus propios trabajadores en repetidas ocasiones por esto, será que al gigante americano le falta el dinero) incluyendo fines de semana, sueldos bajos y, como es de esperar en esas condiciones, deterioro de la vida familiar. Y la situación empeora: el 61% de estos currantes dice que en los últimos seis meses su carga de trabajo se ha incrementado, así que el volumen de trabajadores que no es capaz de desempeñar todas sus tareas ya llega a la mitad del total. Señores capataces, sé que esto no les va a gustar, pero debo anunciarles que, aunque se siga practicando de forma encubierta, un tocayo mío que tenía barba y se apellidaba Lincoln abolió la esclavitud, tras lo que diversos movimientos obreros (quizá ustedes los conozcan como “amenaza comunista”*) fueron consiguiendo diversos derechos que, lamento ser yo el que se lo diga, hay que respetar por ley. Me refiero a esas inconveniencias contra las que ustedes, fieles defensores de las buenas costumbres, tienen que lidiar constantemente: ir a trabajar solo cinco días de cada siete, currar ocho horas (irrisoria cantidad) y largarse a su casa, permiso de paternidad, vacaciones de 30 días, un salario digno… esas maquinaciones de Satanás, ya saben. Y es que, quién lo iba a decir, cada uno de sus asalariados tiene una vida propia fuera de su empleo: esposa, hijos, aficiones, necesidades espirituales, dormir… ya no son esos recién licenciados que dormían en el suelo de la oficina y pasaban todo el tiempo que permanecían despiertos ante el monitor con toda la ilusión del mundo. Que sí, que sí, que ustedes los sacaron del paro, les permitieron aumentar su capacitación profesional por medio de la experiencia y todo lo que quieran, pero ellos, hay que ver lo ingenuos que son, piensan que si se les tratase con más cariño y eso se notase a fin de mes, si tuviesen días libres y no tuviesen que hacer horas extra, estarían más frescos e imaginativos, lo que se traduciría en más innovación, mejores productos, menos parches, mejor imagen de marca, más beneficios a la larga (¿qué sabrán de beneficios estos advenedizos?) y algo tan nimio como que los más talentosos especialistas quieran trabajar en la empresa y los trabajadores más experimentados no estén deseando olvidarse de su pasión. Pero claro, ellos no se dan cuenta de que lo que el público quiere es que el juego salga al mercado en una fecha determinada a toda costa (lo que es mucho más importante que su calidad), porque el público no es más que un hatajo de borregos que compran una y otra vez la misma basura que desaparece prontísimo de las listas de ventas (¿por qué será?), y los desarrolladores son unas sanguijuelas que están esperando la ocasión de largarse y montar su propio estudio, cosa inexplicable si tenemos en cuanta lo bien que viven en la empresa. Ironías aparte, retrógrados capataces de mente tan gris que no les alcanza para nada más que para aprovecharse del talento y el sacrificio de otros, cuando hagan las barbaridades que suelen hacer, tengan al menos la decencia de ni decir ni pensar que con ello satisfacen a los jugadores. No en nuestro nombre.