Filmageddon: <em>Cómo entrenar a tu dragón</em>

La premisa y principal leit motiv de Cómo entrenar a tu dragón deja bien claro desde el principio su nexo con los videojuegos: Pokémon y los juegos de coleccionar bichos en general. Desde un comienzo, los trailers y la promoción del filme están enfocados a reforzar ese aspecto. A simple vista, parece un mero reclamo publicitario barato, una bengala disparada para ser vista a kilómetros de distancia por la generación Pokémon. Pocos podrían pensar que detrás de esa burda estratagema de marketing se esconde una de las mejores películas animadas del año y de lo mejor que haya creado Dreamworks en toda su historia, y sin ser una comedia (¡!). La esencia videojueguil que se esconde detrás es deudora de Pokémon, sí, con sus dragones variopintos con debilidades y fortalezas particulares. Pero también de otros juegos. Y no sólo se queda en la superficie, sino que impregna toda la película y su subtexto de otras maneras mucho más sutiles y me atrevería a decir que… bellas. Por lo que dejad a un lado los prejuicios. Estamos ante una película que no gira en torno a mostrar bichos a cada cual más mono o cool, sino que se centra en el chico y su dragón, es decir, en la relación de dos personajes sólidos y bien construidos. Ahí viene el primer nexo con los videojuegos: su historia es sencilla. Como pasa con tantas obras del videojuego narrativo como Zelda o Ico, su argumento se podría resumir en una servilleta. Y ni siquiera es que sea original, sino que es una historia harto manida. Chico falla en su vida social, chico salva la vida a bicho, amaestra a bicho y bicho cambia su vida. Así pues, se ve en las mismas que otros tantos juegos: la película va a vivir o morir según lo bien que cuente la historia, no tanto por la historia misma per se. Ahora bien: ¿cómo hace para narrar la historia? Pues optando por NO seguir el camino fácil. No hay ni un solo chiste fácil, ni una referencia a la cultura popular en la película. No, ni siquiera al título de Nintendo, por mucho que jueguen con el concepto general de los RPGs (“¡Este dragón es de mandíbula ocho!”). De un plumazo, el defecto crónico de los largometrajes de Dreamworks ha sido erradicado y vemos que el homenaje a los videojuegos está llevado de una manera más que inteligente. Empezamos bien. Seguimos mejor: ni el dragón puede hablar, ni hay ningún nexo mágico entre el dragón y su dueño ni nada de nada, tan sólo desconfianza y necesidad mutua. De nuevo, esta película se ve constreñida por las mismas limitaciones narrativas que un juego ante la imposibilidad de usar el diálogo entre los dos personajes principales. La relación entre el niño y el dragón se basa pues en… ¡La interacción! La escena en la cual ambos empiezan a interactuar por primera vez es donde se revela el verdadero genio de la película y cuando uno finalmente comprueba que la inspiración de este filme no es Pokémon, por mucho que Desdentado el dragón parezca una mezcla entre Mewtwo y un cazabombardero stealth, sino Team Ico. Las reacciones y el magistral uso de la animación y lenguaje corporal recuerdan poderosamente a lo visto en el trailer de The Last Guardian, y el manejo del dragón acaba por adoptar la misma filosofía que se empleó en el control de Agro en Shadow of the Colossus. Nada de “me inclino para este lado y vuela”, sino que deja bien claro que jinete y montura son dos entidades separadas aunque interdependientes. Esa diferenciación de personajes y construcción de la relación entre bestia y jinete a base de ensayo y error hace que la película acabe por tener mucho más en común con Team Ico que con los bichos de Nintendo, por mucho que jueguen con el tema de la clasificación y definición de monstruos. Para que quede todavía más patente si cabe que no estamos ante una típica producción de Dreamworks, cabe destacar que la dirección de arte es tremendamente acertada. Gaitas celtas para la música, modelos gráficos simples con texturas ricas impresionantes desde un punto de vista técnico (mención especial a la barba del padre del protagonista) y diseños de criaturas a cargo del creador de Lilo y Stich. Toda una serie de aciertos encadenados que no hacen sino reforzar la sensación de que no estamos ante un producto clónico diseñado para sacarle los cuartos a los padres de la chavalería, ni ante una película “para niños”, sino que se trata de algo hecho con auténtico mimo y dedicación. Para terminar de rematarlo, la película guarda un as en la manga. Bueno, en realidad, varios. Pero el que más nos compete es sin duda la batalla final, en la que los productores decidieron gritar a los cuatro vientos que además de tener una buena película entre manos tienen una idea para hacer videojuegos todavía mejor. Siendo todo lo vago posible, decir simplemente que la propuesta de una mezcla entre Monster Hunter y combate aéreo estratégico me ha hecho salivar de manera incontrolada y llegar a exclamar en medio del cine: “¡Pero si están usando Libra!”. En definitiva, se trata de una película con verdadera majia nintendera y todo un ejemplo genial de cómo inspirarse en los videojuegos de manera elegante. Allí donde otras películas como Avatar o El Ataque de los Clones se limitaban a fusilar a los videojuegos sin aportar gran cosa, esta Cómo entrenar a tu dragón se descuelga con unos guionistas que saben cómo usar bien las fuentes de los videojuegos, enriqueciendo a ambos medios al mismo tiempo. Toda una muestra de que Dreamworks ha alcanzado un nuevo grado de madurez y que la relación entre cine y videojuegos, también. Chapó por ambos. Nota de cierre: atención al giro argumental final. Sé que no hay por dónde meter este comentario, pero no me sentiría a gusto sin decir que los guionistas han tenido auténticas pelotas de acero. Hats off, gentlemen. Ved esta película, zorras.