Píxeles y palabras

Dioses digitales

«(…) Pienso a menudo en el Dios que nos «bendijo» con este críptico acertijo… y me pregunto si tendremos algún día la ocasión de matarlo»
—2B (NieR: Automata)

El paso de los años en la historia de los videojuegos ha traído consigo obras engastadas en la memoria individual y colectiva. Ya fuese por el impacto que provocaron en su lanzamiento, o por las emociones que despertaron en los jugadores que aún las reviven en su viaje al pasado, una poderosa sensación de comunidad las alberga como verdades absolutas. Colman ese listado amplias sagas, juegos innovadores y títulos de autor que se alzan como deidades de un panteón digital que acoge a sus fieles en silencio. Uno que veneramos, al que le rezamos y, algunas veces (pocas), le pedimos cuentas acerca de su existencia y de la nuestra. 

Esos nombres están escritos en cientos de catálogos, recopilatorios, recomendaciones y publicaciones. Los ecos de sus pisadas retumban en noticias, análisis y nuevos desarrollos. También son el imaginario colectivo dominante, del que las nuevas generaciones muchas veces se van alejando con la impresión de arrastrar una losa a sus espaldas. Porque no son pocas las veces que, al mínimo tanteo de las virtudes y también de los defectos de franquicias o títulos intocables, se recalca la ignorancia y la desligación como jugador del sujeto que las menta. Hablar de la decisión de interpretar las enseñanzas del medio por uno mismo empieza guerras santas. Incluso cuando se muestra el evidente mal hacer de un videojuego en términos de racismo, machismo o lgbt-fobia.

Estilan estar capitaneadas por congregaciones que usan como pretexto la defensa de los videojuegos para que prevalezca su criterio. Con su valoración por bandera y el ansia de tener razón, esos adeptos claman venganza y buscan culpables, creyendo que la humanidad ha abandonado unos dioses por otros. Erróneamente transforman lo que valoran en términos personales a seres supremos. Te observan desde las alturas, ostentando los juegos y los trofeos conquistados, los adeptos convertidos y los años que llevan a los mandos, como excusa para menospreciar la capacidad de los demás. El fuego y la destrucción que perpetran en páginas web, redes sociales y foros, deja claro que la cuestión va más de sometimiento e imposición que de posicionamiento.

Los juegos no nos castigan por no escogerlos. Son los círculos de salvadores, apóstoles de su religión, los que gustan de las cazas de brujas. Leen las tablillas y las practican con disciplina, señalando los títulos que obligatoriamente ha de haber jugado quien quiere unirse a la comunidad. Quien no lo cumple es castigado. Con su juicio y las pruebas a las que te someten, injustas y excluyentes, mantienen un estatus de poder. ¿Serás digno o digna de acceder al Cielo del videojuego o te excomulgarán de las consolas? Juegos de autor, títulos triple A, obras de nicho… Todos ellos fueron descifrados, elegidos y ascendidos por personas, como tú y como yo, que alguna vez los jugaron y asumieron en su panteón. Ahora, algunas personas lo imponen a los demás, a costa de expulsar a otras de la comunidad.

Estas cuadrillas luchan en un bando u otro según les plazca, pero comparten el empecinamiento de creerse los paladines de los videojuegos. Así, lo reducen todo a una cuestión de batallas y desaires, en vez de a una convivencia y aprendizaje. Confesar que no te interesan o no te gustan sus predicaciones, con o sin argumentos —porque nadie debería pedir una prueba de tu rechazo—, o que nunca te has acercado a uno de sus ídolos, es para ellos un pecado a redimir si quieres denominarte «jugador». Por si fuera poco, con el tiempo las leyendas de las entidades mayores y de las contiendas entre hermandades minan la industria, la comunidad y los jugadores, muy a menudo magnificadas en la memoria. A veces hasta se usan como pretexto al estancamiento y el tradicionalismo.

No debería ser aceptable ni tolerable anular los gustos ajenos en función de si a nosotros nos parece «buenos» o «malos», o si entran o no en la letanía de títulos beatificados. Desacreditar a un jugador o jugadora por tener unas preferencias u otras no eleva a nadie a representante sagrado del medio. Más bien es puritanismo, sin importar la especialización elegida. Obviamente, es sano y positivo analizar las obras que consumismos y los porqué de esas elecciones, no solo a título personal, sino para fomentar que la industria avance éticamente. Pero inculcar la peligrosa idea de que sin haber jugado a las deidades mayores no tienes voz dentro del medio, deshumaniza a todo aquel que no comulga con unos valores predeterminados. Unos que se acercan peligrosamente al fanatismo.

Dioses digitales

Penetrar en una obra, como es un videojuego, es establecer una conexión que puede que se produzca o no. Hay diversos factores que influyen. Como resultado, no todas las personas llegamos a las mismas experiencias vitales ni se disparan con los mismos títulos. Aunque una obra lleve a la iluminación a un porcentaje elevado de la comunidad, no significa que sea una revelación para cualquier persona que se acerque a ella. No obstante, puede que quien no lo haya hecho decida fundar su propia creencia con un título poco conocido, menospreciado u olvidado. Al igual que en la vida, cada cual debería poder escoger qué añade a sus experiencias. Sin presiones y sin carnets que validen si de verdad te gustan los videojuegos o no.

Es tan legítimo el jugador que se conmueve con la saga The Legend of Zelda, que el que prescinde de ella. Somos seres humanos únicos, con rasgos compartidos y otros característicos. Así, pues, una obra, un autor, una ambientación, una banda sonora, una jugabilidad o una historia conquistarán a más o menos personas en función de múltiples factores. Lo que resulta en una muestra, mayor o menor, de jugadores y jugadoras que no tengan un especial interés en la propuesta. No todo el mundo jugamos a lo mismo ni tenemos gustos idénticos. Nuestras preferencias no son universales. Algo tan simple y diferenciador debería valorarse, en vez de yuxtaponerlo a una especie de prueba o torneo. Por muy ilustre que digan que es un videojuego.

Luego, manifestar una opinión divergente y constructiva no es deslegitimar un título. Es saberte en tu derecho individual de aceptarla, catarla y explorarla o, de lo contrario, rechazarla, posponerla y despreocuparte. Si bien es provechoso probar distintas teclas, ya sea para hallar identificación, amplitud de perspectivas y nuevos horizontes, no es útil atarnos a lo que otros profesan o dogmatizan. Encontrar nuestra identidad como personas y jugadores es también explorar por nuestra cuenta y riesgo. Nuestro deber no es contentar a los que nos reclaman preceptos. Es abrir la comunidad para que otras personas se unan. Mientras que es nuestro derecho, si queremos, cuestionar, deliberar, indagar, opinar, debatir y criticar de manera constructiva los títulos a los que jugamos.

Puede que sea hora de una revolución. Una que lleve por libro sagrado el respeto, el diálogo y la diversidad, en vez de la omnipotencia, la omnisciencia y la omnipresencia. Seamos jugadores y jugadoras paganos si hace falta. Apreciemos lo beneficioso de cada videojuego, lo que nos ha aportado a nosotros. No castiguemos al compañero o compañera que no encaja con nuestro criterio, ni le miremos por encima del hombro. Tampoco alcemos a los videojuegos a cotas en que nada ni nadie pueda tocarlos, sentados como están en sus tronos celestiales. Tienen mucho que decirnos y mucho de lo que podemos aprender.

Porque intercambiando pareceres y analizando el mito seremos capaces de hallar lo que queremos y, especialmente, lo que no queremos para nosotros y para los demás en el medio, la industria y los videojuegos, como actitudes ofensivas, irrespetuosas, discriminatorias, abusivas y de rechazo. Amar a nuestras obras favoritas también es compartirlas con otras personas, a sabiendas que serán aceptadas y aduladas, o rechazadas y condenadas. ¿Y qué importa? Una comunidad sana es aquella en la que un coloquio educado acerca de las apreciaciones de un videojuego debe primar antes que idolatrar a deidades. Un ranking no es una reliquia, de la misma manera que un título no es Todopoderoso.

Colaboradora

Apasionada de los videojuegos independientes y de la comunicación, no duda en hablar sobre videojuegos allá donde es bienvenida. La curiosidad me lleva a buscar respuestas en los lugares menos sospechados, así que siempre tengo preparadas algunas preguntas.

  1. dawy

    Algunos parrafos me los he tenido que releer para entender un poco lo que estabas intentando expresar… Creo que a veces algunas cosas se pueden expresar de maneras mas sencillas y directas, pero achaco eso a mi poco hábito de la lectura en general y no a las habilidades de la redactora, a la cual aplaudo por el artículo. Creo que tienes razón en todo. Nunca entendí la necesidad de castigar a unos e idolatrar a otros «because potato», pero por desgracia es la tendencia actual. Ojalá las nuevas generaciones cambien al respecto un poco su manera de ver los videojuegos en sí. Gracias por el artículo!

  2. NycteriX

    El tono de casi todo el texto me parece excesivamente postizo, como cuando uno empieza a escribir y quiere meter todas las expresiones y palabras que jamás utilizaría en su día a día pero quedan resultonas. Creo que Anait es un sitio donde todos los que han pasado han conseguido expresar mucho sin caer en lo pedante y aquí me falta mucha fluidez; a tope con que los textos sean un poco más elevados en la forma e integren vocabulario y expresiones no tan comunes pero aquí creo que es a costa de que el texto fluya, me ha parecido una lectura poco natural y con una idea central que podría haberse reflejado en tres párrafos. Pero quizá es cosa mía.

  3. Howard Moon

    @nycterix
    A mi me parece que tanto el tono como el vocabulario elegidos tienen que ver con la idea del articulo que ya se manifiesta en el titulo. Lo de equiparar juegos a dioses. En ese sentido veo que le sienta bien.
    En cuanto a lo que plantea…me autocensuro.

  4. FFerd

    @telvanni dijo:
    @nycterix
    En cuanto a lo que plantea…me autocensuro.

    Plantea mantener la mente abierta ante las mitificaciones tan tóxicas que en casi cualquier ámbito del entretenimiento se hacen para poder generar un entorno más saludable tanto al alabar como al criticar. Me parece difícil no estar de acuerdo con lo que dice el artículo, la verdad, es un texto bastante buenrollero, aunque quizás un poco recargadete. 😕

    Seguramente el tono elevado vaya en la línea del elitismo que denuncia el texto.

  5. Tsalal

    @fferd

    Me da la sensación que sentir el texto como recargado se debe a que al escribir estaba pensando en casos concretos, con nombres y apellidos y por no expecificarlos se da muchas vueltas para explicar el tema.

    En cualquier caso es algo contradictorio desde el inicio. Porque a un creador no le puedes decir qué debe colocar o no salvo que le estés financiando el juego. Conductas que a día de hoy nos parecen positivas igual en un futuro se perciben como negativas.

    Desde mi punto de vista, una buena opción es utilizar otro tipo de lenguaje cuando hablamos de videojuegos e intentar no matizarlos con términos totales.

  6. F. York Morgan

    Me gusta lo que dice el texto (y he entrado al artículo tan pronto como he visto una imagen de NiER Automata) pero el estilo, justificado o no, se me ha hecho muy, muy pesado. Me ha recordado a cuando no estudiaba para un examen y me tiraba pistos rellenahojas. No quiero desmerecer el trabajo de nadie y esto lo digo de forma totalmente constructiva.

  7. Akuroshi

    Cada uno tiene su forma de expresarse, eso es innegable, así que obviaré las críticas hacia el estilo (no digo que sean o no sean incorrectas, solo pienso que no es necesario machacar a la autora) e intentaré comentar un poco el tema de fondo:

    yo creo sinceramente que no es necesaria una revolución ni un frentismo para poner en su lugar a nadie. Para mí la solución es algo más psicológica: relativizar y entender la escala, magnitud e importancia del «problema». Entender que no es necesario ni deseable buscar la armonía entre «gamers» para disfrutar de tus aficiones, cosa que puede lograrse poniendo en su justo lugar precisamente lo que es «el videojuego» en su esencia, como fenómeno de entretenimiento y producto cultural, como una obra abierta genial que, precisamente por su naturaleza, se deja escribir en muchos colores. A veces me da la sensación de que perdemos un poco el enfoque y damos muchísimas más vueltas de las necesarias tratando de encajar un fenómeno plural en una definición unívoca, sobre todo en cuanto ponemos el foco hacia su recepción (todos los debates tipo «¿cuánto de arte es el videojuego?» me parecen absurdos en una época en la que nadie espera que un fenómeno artístico concreto, dentro del ciclo de la industria cultural, se remita a un principio general canónico). Con esto sé que mi punto de vista puede ser nocivo si uno parte de la tesis de «las comunidades/los foros de progamers tóxicos hacen daño a los videojuegos», pero yo no comparto esta realidad y pienso firmemente que no es cierto. Yo creo, al contrario, que el videojuego está más vivo que nunca y que, precisamente, a quien puede hacerle verdadero daño este tipo de comunidades tóxicas es al usuario que se deja llevar por lo que proyecta en ese contenido y, sobre todo, al que magnifica su importancia y le da un crédito que no tiene.

    En este sentido, me parece que pasar más tiempo de la cuenta reflexionando sobre la toxicidad de un entorno digital concreto rara vez da resultados positivos, justo al contrario. Convencer al fanático de que deje de ser fanático o de que no considere «inferior» al menos iniciado me parece que es una tarea útil y necesaria dentro de ciertos círculos (por ejemplo, entornos inmediatos como el familiar o el laboral, así como todo tipo de luchas sociales de calado, obviamente), tarea que además nos puede perjudicar psicológicamente (apuesto a que el sentimiento con el que se ha escrito este artículo ha sido más doloroso y ha ocupado más trabajo que el que dedica la gran mayoría de gente que pasa el día escribiendo «jajaja n00b» en un foro), pero pienso que en el momento en el que opiniones de extraños son capaces de influir de una manera real en tu manera de disfrutar de tu afición, es hora de purgar la «toxicidad» de uno mismo. No se me malinterprete. Lo que quiero decir es que, a veces, uno mismo se engaña pensando que los videojuegos son MUCHO MÁS que entretenimiento, ocio, diversión y goce estético. Naturalmente un videojuego, como una piedra, puede ser fruto de los más intensos sentimientos, reflejo de las proyecciones sociales más profundas, pero a día de hoy me parece que abordar el videojuego como algo más que un medio de expresión (como el arte que es, tal y como se entiende el arte desde el siglo XX, no como se entendía el arte en el siglo XVI) es arriesgado.

    El argumento de la iconoclasia me parece pueril y pienso que, en parte, solo refleja una especie de revanchismo y las ganas de ponerse uno en el lugar de los viejos dioses para dictar sentencia (la lógica Kill Bill, muy golosa, de la retribución directa). Me da la sensación de que, sobre todo en algunas redes sociales (Twitter) y foros (que ya no son lo que eran) hay gente que te pone a parir a la mínima por una opinión impopular o por no tener el carnet actualizado del tema que se trate, pero realmente creo que es un grave error enfrentarse a este mundo como si uno tuviera que defenderse o hacerse respetar por sus gustos. Creo que en ocasiones nos volvemos demasiado influenciables por las cámaras de eco que frecuentamos y, sin apenas percatarnos, acabamos asumiendo una posición de rendir cuentas que, si pensáramos un par de veces sobre ella, descartaríamos por absurda. Asumimos ese discurso, le damos credibilidad y lo perpetuamos.

    Creo que pretender cambiar una cosa por otra, establecer una vía correcta para «discutir» sobre un videojuego, sin darse cuenta de que hacer eso es matar la naturaleza del mismo y su riqueza, es un error. Error enmascarado de «apertura», probablemente inconsciente y con buenas intenciones, pero error al fin y al cabo. Como he dicho algunas veces por aquí, creo que basta echarle un ojo a cualquier otro ámbito artístico para compararlo, para que veamos cuán absurdo resulta teorizar sobre si la gente que cree que el Western es el mejor género de cine debería ponerse a charlar con los que aprecian la revolución del CGI o si es necesario poner al fan de von Trier a explicarle a mi madre que Sálvame es puro Dogma 95. No sé, yo al menos lo que veo al final del túnel es casi siempre un divertimento: estas discusiones, incluido mi post, no dejan de ser un tema interesante en tanto producen en mí cierta satisfacción, ganas de comunicar, de ser leído y de aprender del debate, pero no deja de ser de alguna manera algo interpersonal y concreto, no universal. Ni más ni menos, una intervención tan digna como la del que piense que solo he dicho estupideces.

  8. Howard Moon

    @fferd
    Pero en ningún momento dije que estaba en contra de lo que plantea el articulo.
    De lo que estoy en contra es de comerme al caníbal, convertirme en el monstruo que persigo o repartir carnets varios, que no solo son los de true gamer los que se reparten.
    Especialmente estoy en contra de las generalizaciones y la muerte por literalidad.

    @akuroshi
    Usted es una persona hermosa que justifica que un asteroide no choque con el planeta y termine, por fin, con esta farsa pueril e innecesaria llamada humanidad xD
    No debería privarnos de un tocho por semana. Como mínimo.

  9. Paush

    @akuroshi

    Respecto al estilo empleado en la redacción del artículo, estoy convencido de que el uso de expresiones tan pomposas y rocambolescas, casi religiosas, no es casual, sino una forma de ironizar sobre la devoción a los tótems videojueguiles de cada uno.

    Una reflexión muy interesante, por cierto.

  10. Caveleira

    De acuerdo con el articulo, muy bueno, solo me hubiera gustado que añadiera ejemplos de los juegos que deidifica (o se esfuerza por no deidificar) la autora.
    Y señalo que eso no solo pasa en videojuegos, en una conversación de cualquier arte (música, cine, lo que sea) no falta el que se carga de condescendencia y dice algo como: «sí, esta tan bien como ese, aquel, el otro… ¿cómo? ¿no conoces a aquel? hombre si no conoces a aquel no entiendes ni papa de esto…»

  11. Señor Mayor

    En primer lugar discrepo con muchos con el tema de la claridad de exposición: creo que el estilo es hermoso y adorna muy bien el tema tratado.

    Interesante artículo. La verdad es que aborrezco cualquier tipo de fanatismo y me alucina que éste fenómeno se dé también en los videojuegos. Qué mejor que cada uno disfrute de su hobbie como le venga en gana. Pero es que esnobs y fanáticos los hay en todos lados, incluso diría que en la cinefília o en ciertos círculos culturetas de la música esto es aún más acentuado.

  12. Shalashaska

    Muy de acuerdo con el artículo. La casa del árbol y las reglas para entrar. Es mi hobby y si no sigues lo que yo digo o no tienes ni idea o no te mereces llamarte gamer. Como si tuvieramos diez años.

  13. carndolla

    @for_the_republic
    Por fin las caretas fuera! 😆

  14. FFerd

    @telvanni Cuando se escribe un artículo sobre cierta comunidad es completamente inevitable aplicar categorías y etiquetas. Es una herramienta básica para hablar de cualquier tema y en cualquier caso un artículo de opinión no suele tratar de pontificar ni creo que fuese la intención de éste; al menos yo no lo he interpretado así.

    Nunca entenderé lo de «no se puede generalizar». Claro que se puede, ¿por qué no? Casi cualquier aserto es una generalización en mayor o menor medida.

  15. Gordobellavista

    A mí también se me ha hecho largo el artículo para lo que acaba por decir.

  16. DarkCoolEdge

    Muy bien el artículo. Quizás para los que estamos en ese barco no dice mucho pero para los describe en él es una lectura necesaria.

    En cuanto al estilo, no he notado lo que mencionáis algunos. No me parece rebuscado ni pretencioso. Lo de acusar a la autora de utilizar palabras que no usaría en su día a día… en fin, casi que mejor no lo comento.
    Si os cruzáis con un texto realmente complejo igual os explota la cabeza.

  17. YenVer

    Ni se me ha hecho largo, ni pomposo, ni complejo…

    Todo lo contrario, buen artículo!

  18. thenote

    @darkcooledge
    @yenver

    Consideren esta palabras de la propia escritora :»¿Son los «grandes» videojuegos dioses intocables? ¿Son las únicas experiencias válidas para considerarnos «jugadores/ras»? Reflexiono en @AnaitGames sobre esta cuestión y otras relacionadas en un estilo acorde a la temática: pomposo y místico«

  19. Howard Moon

    Quiero pensar que los que los que manifiestan su agrado por este articulo van a dejar de mirar por encima del hombro a los los que disfrutan los FIFA, los colofduti, los AC y el enésimo sandbox de turno con mil iconitos y misiones de recadero, no? XD

  20. homero12

    @telvanni
    Jajaja vos queres ver a anait ardiendo.

  21. OdiseoBCN

    Creo que entiendo lo que plantea el artículo. Especialmente a medida que pasa el tiempo es mas «complicado» haber experimentado según que juegos en el «momento correcto» (o «de la forma correcta»). Y eso ha terminado generando un discurso sobre la validez del jugador. «Sólo es jugador aquel que ha jugado/se ha pasado X juego». Eso lo entiendo. Y entiendo porqué es necesario estar en contra de esas dinámicas.
    Pero a la vez tengo la sensación que esa idea se contradice muy fuerte con lo que escribieron Albert y Marta recientemente aquí mismo: existe una generación de jugadores que no se acerca a juegos clásicos porqué no los entiende/tienen el pre-juicio de que son malos. Quicir no haber visto cine mudo no te hace mal crítico, quizás, pero decir que el cine mudo es mierder, quizás si te convierte en un gilipollas. Ahí las fronteras entre lo legitimo y el no tener ni idea de que se está hablando es muy fina, me temo.
    p.d: Estrictamente, me gustaría pensar/creer que un crítico es alguien que precisamente SÍ tiene acceso a todo material (por muy desconocido/antiguo que sea) y que es capaz de establecer puentes entre lo viejo y lo nuevo para explicar el presente. Si aceptamos que para ser crítico no hay que tener cierta experiencia creo que vamos hacía lo Jino Review. Y eso es una mierda muy tocha, la verdad.

  22. ernestrodesgonzalez

    Estoy muy de acuerdo con el artículo. Personalmente, opino que siempre es bueno debatir y exponer los puntos de vista de cada uno. Aunque no creo que esto sea incompatible con el hecho de pensar que, un selecto grupo videojuegos, distintos para cada jugador, son realmente «dioses digitales».

  23. Ronie

    Yo tampoco veo lo pretencioso del vocabulario que comentan algunos compañeros, la verdad. Me ha gustado mucho el texto, de hecho.

  24. Samsks

    Ojalá la premisa del texto se pudiera hacer realidad pero me temo que este hobby está construido con trincheras, sectas, generaciones, compañias… Personalmente me considero que me gustan muchos géneros de videojuego y aún así miro con recelo a cierto tipo de jugadores, sobretodo los más jóvenes.

  25. Ernest Rodés González

    Este artículo me ha parecido muy interesante. Es verdad que cada persona desarrolla una conexión diferente con cada videojuego, ya que la personalidad de cada uno influye. Todos somos libres de valorar una obra mejor o peor dependiendo de nuestra experiencia, y nadie debería poder decir lo contrario.