Sobre la propiedad del arte

Análisis de The Lion’s Song

Análisis de The Lion's Song

The Lion’s Song es una historia sobre Viena. Una panorámica viva de la capital austriaca, que construye 1914 a través de tres genios y aquellos a los que sus vidas influyen. Más que un juego, The Lion’s Song es un experimento narrativo que pretende recordarnos las posibilidades de los videojuegos para contar historias. Y lo hace muy bien, a través de cuatro capítulos (en apariencia, independientes) que, con sus propios personajes y temas, dirigen al jugador hacia un final que, por lo explícito, consigue que reflexionemos sobre algunas de las decisiones tomadas con anterioridad. Para entender el cuidado puesto en su escritura y ejecución, hay que analizarlo como si fuera una de las partituras, lienzos o problemas matemáticos con los que tanto disfrutan sus protagonistas.

El primer capítulo, titulado Silencio, tiene a una prodigio de la música, Wilma, en el papel principal. Enamorada de su viejo mentor y presionada para escribir una pieza que defina su carrera en solo una semana, la compositora se retirará a una cabaña en los Alpes para reflexionar sobre su vida, su situación y, lo que es más importante, buscar la melodía que subyace bajo las situaciones cotidianas.

Quizás el mayor error dentro de la promoción de The Lion’s Song haya sido el permitir jugar gratis al primer capítulo sin presentar por ninguna parte indicaciones de lo que veremos en los demás. Con un gameplay demasiado sencillo —la única mecánica del juego es hacer clic en el lugar correcto y seleccionar la línea de diálogo que creamos conveniente—, Silencio es como un pequeño fragmento de tela en un trabajo de patchwork y solo tiene sentido cuando se mira en conjunto. Cuando la disposición de los elementos, la selección de los colores y la composición general quedan a la vista, opacando detalles individuales y defectos que, en realidad, no deberían ser tomados como tal. La aparente sencillez de la historia de Wilma esconde en realidad una importante reflexión sobre la fama, la responsabilidad del talento y el amor, que no descubrimos hasta llegar a ese tren que se nos presenta al inicio de capa episodio y que sirve de escenario para el final.

El segundo capítulo, Antología, tiene como principal a un joven y talentoso pintor con la extraordinaria habilidad de ver las capas que conforman la personalidad de las personas. Es aquí cuando apreciamos el pulido trabajo tras The Lion’s Song, que cambia desde las pantallas de carga a la música, pasando incluso por el tono del episodio —manteniendo la cohesión—, para adaptarse a las diferentes ideas que aporta el segmento. La historia de Frank para lograr reconocimiento y encontrar su identidad pasa por seleccionar los modelos adecuados para sus retratos. Antología habla de la valentía y la autoaceptación y posee el final más redondo de las tres historias. Sin embargo, antes de subir al tren queda la historia de Emma, la más compleja, gamificada y, por ende, interesante de las tres.

Derivación toma el nombre de las herramientas que Emma utiliza para perseguir su sueño: desarrollar un teorema que explique los fundamentos del cambio de manera matemática. Por su condición de mujer, Emma tiene prohibida la entrada a los círculos intelectuales de la escena austriaca. No obstante, armándose de valor, y con seguridad en sus propios axiomas, Emma usará la antigua ropa de su padre para transformarse en Emil, un joven alemán que dejará boquiabierto a los más ilustres científicos de la ciudad. Derivación es una historia sobre el cambio, sobre el que producimos sobre nosotros mismos y el que observan los demás, y sirve como anticipo perfecto para Cierre, último episodio, que nos habla de los protagonistas desde el punto de vista de tres hombres a los cuales han marcado.

Las decisiones tomadas a lo largo de los capítulos anteriores cobran verdadero significado en el final, cuando descubrimos que nuestras vidas, y el arte que producimos con ellas, no solo nos pertenece a nosotros sino a todos los que nos rodean.

The Lion’s Song es el primer juego propio desarrollado por MiPuMi Games, un estudio austriaco que ha trabajado como equipo de apoyo en títulos triple A de la envergadura de Hitman. La confianza en su trabajo es evidente. The Lion’s Song permite cambiar las decisiones más importantes al final de cada capítulo, una comodidad para el jugador más completista que demuestra la solidez de un guión que tiene muy claro qué temas quiere tratar y las diferentes formas que puede tomar su exposición. Con una mecánica tan sencilla, la de rehacer las decisiones, MiPuMi demuestra que no son necesarios finales alternativos ni varias ramificaciones para transmitir la sensación de interacción y de construcción con el jugador.

Con un estética pixel art preciosa, The Lion’s Song es un juego que cuida los detalles hasta en los mismos títulos de crédito. Una excelente exploración de la narrativa en el medio que quizás resulte demasiado sencilla para los jugadores más experimentados y demasiado compleja para los que no disfruten analizando personajes y observando sus matices. Un juego entretenido y experimental, a su manera, que por su asequible duración —unas seis horas— todo el mundo debería probar.

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Análisis de The Lion's Song

Redactora
  1. Sams

    ¡Wow! Vaya sorpresilla ¿no?

  2. casidios

    Me lo apunto también. Otro narrativo que tendría que salir este año para consolicas es Kentucky Route Zero: TV Edition. ¿Sabéis algo de él?

  3. Player uan

    Desde que ví por primera vez el trailer sabía que esto habia que jugarlo sí o sí,y parece que ha salido redondo. Vaya cacho de analisis bueno bueno @martatrivi.

  4. borre

    Me gusta la temática y más todavía que sea un experimento narrativo.

    Esta noche a darle en el portátil.

    Gracias por el análisis y la posterior recomendación con esa gran nota @martatrivi ;D

  5. yet...oh see mind

    Lo conoci buscando juegos como Life is Strange para mi novia y la estetica me enamoro. Gracias por el analisis!

  6. lunaticfriki

    En el juego se dice que Mahler asistirá a un concierto. En 1914. Murió en 1911. Con Mahler no se juega.