Análisis de Terminator Salvation

Cuando yo era un chavalín imberbe, en mi barrio vivía un hombre que se pasaba el día haciendo ejercicio en plena calle. Era algo obsesivo. Hacía estiramientos apoyándose en los bancos, flexiones en la acera, abdominales en los columpios y hasta se le vio un día ejercitando los bíceps con dos cajas de leche. Enfundado siempre en el mismo chándal azul turquesa, Termi —así le llamábamos nosotros— solía alertar a los niños del barrio sobre el advenimiento de unos robots que acabarían con la humanidad mientras recuperaba el aliento después de las palizas físicas que se infligía. Su apodo —como habréis adivinado, un diminutivo de Terminator— se debía a las premoniciones que decía tener en sus sueños y que, misteriosamente, coincidían punto por punto con el clásico de James Cameron. Su retraso mental era evidente, pero nos encantaba escuchar cómo describía en primera persona aquel futuro postapocalíptico, y cómo respondía luego con relativa coherencia a nuestras preguntas. Realmente parecía que estuviésemos ante el jodido Kyle Reese en una mala época. Por lo visto, a Ernesto —así le llamaba su madre— se le había metido en su blando cerebro de doceañero que lo que ocurría en la película era una profecía que se iba a cumplir en cualquier momento, y ésa era la razón por la que invertía todo su tiempo en entrenarse: quería estar preparado. Para lo que no sé si Termi llegó a estar preparado es para la concatenación de despropósitos en que se convirtió la saga algunos años después con sus dos últimas y bochornosas entregas. Ahora sólo espero que, por su bien, allá donde esté no caiga en la desgracia de jugar a este Terminator Salvation. Su salud mental podría verse seriamente empeorada. Y la vuestra. He hablado dos mil veces de los juegos basados en licencias, y casi siempre ha sido para resaltar honrosas excepciones. Pero hoy la cosa es distinta. Terminator Salvation no es como los típicos malos juegos que acompañan a muchos estrenos. Es peor. Desde Jaws Unleashed no me topaba con un producto de tan mala calidad, y al menos allí podías devorar a los bañistas y oír sus gritos ahogados y el desgarro sus miembros, cosa que le confería cierta gracia. En este caso, ironías de la vida, la salvación es imposible. Resulta impactante la absoluta desgana que desprende el juego en todo momento. Desde el diseño de personajes y sus animaciones, hasta la variedad de armas y enemigos, la sensación de que sus desarrolladores querían cumplir con la fecha de entrega sin devanarse los sesos haciendo algo que valiera la pena. Maldita sea, si ni siquiera los logros de la versión de Xbox 360 están a la altura (un logro por cada uno de los nueve niveles, y dos más por acabar el juego en dificultad media y difícil). Pero lo más flagrante, lo que me hizo ejecutar la mortífera maniobra sagrada del double facepalm, lo que clama al cielo, queridos lectores, es la duración. Terminator Salvation: El videojuego a mí, que soy un inútil al que ganaríais en cualquier juego aunque os cortaran los pulgares, en nivel medio, me ha durado cuatro horas. Cuatro. Y si algunos ya nos quejamos cuando un juego se acaba a las diez o doce horas, imaginaos mi reacción cuando llego al final de una pasarela —no, no hay final boss; de hecho no hay ningún boss— y, tras una pequeña cinemática, vi los títulos de crédito. Como un estruendo salido de las mismas entrañas del infierno, mi voz retumbó por todo el edificio: «PERO ESTO QUÉ ES». Ahora tengo tres denuncias por contaminación acústica y una por golpearle en la cabeza a una señora al tirar la caja del juego por la ventana. Malditos seáis, GRIN Studios. ¡Yo os maldigo! La mecánica de juego, como no podía ser de otro modo, es un calco de la de Gears of War. Cámara trasera, mucha cobertura y tiroteos relativamente largos. Con media docena de armas (que recogeremos porque inexplicablemente podemos verlas, rodeadas de un brillante fulgor verde, a través de las paredes) deberemos enfrentarnos a los peones de Skynet en los escenarios más repetitivos jamás concebidos. Arañas robot, robots voladores, motos robot, terminators sin piel, terminators con un poco de piel. La variedad es sin duda espectacular, y la frecuencia con la que nos encontramos siempre con los mismos enemigos y en las mismas circunstancias, harán que sea una auténtica bendición la ridícula duración del juego. Nuestros compañeros, pese a ser unos pringados de la resistencia, tienen más aguante que los terminators a los que se enfrentan junto a nosotros. No mueren jamás. No caen, y tampoco nos ayudan si caemos porque morimos directamente, así que no existe esa posibilidad. ¿Para qué están entonces? Pues básicamente para dos cosas: una, que podamos escondernos cual ratas cobardes y dejar que ellos hagan el trabajo sucio; y dos, para que haya personajes con los que mantener horribles diálogos y ver como sus animaciones faciales y su sincronización labial están al nivel del muñeco Rockefeller. Técnicamente es un título digno de la pasada generación. Hay fallos gráficos por todas partes, texturas flotantes, popping, aliasing, clipping, screen tearing y todas las cosas feas terminadas en «ing» que se os ocurran. Además, directamente, no tiene físicas: si pasamos al lado de una planta, las hojas ni se inmutarán y seremos nosotros quienes debamos andar con cuidado de no atascarnos en ellas. El diseño de John Connor —que no es Christian Bale, por cierto— es anodino y sin carisma, y lo único recalcable en cuanto al modelado de los personajes es el escote que siempre se preocupa en tener bien al aire el personaje que interpreta la turbojamelga Moon Bloodgood (( Mejor nombre de la historia después de Max Powers. )), Blair. Terminator Salvation es feo. Muy feo. Y, a pesar de tener todos los defectos imputables, podemos dar gracias a que el juego no salte de la pantalla e intente estrangularnos con el cable HDMI, porque es lo único que le falta. El guión es una mierda, pero si habéis visto la película al igual que yo (( En realidad topé con ella al descargarme porno hardcore alemán. Odio cuando me pasa eso. )), entenderéis que no había mucho a lo que agarrarse. Al parecer, según me ha parecido interpretar entre bostezo y bostezo, el arco argumental nos sitúa antes del filme, concretamente las peripecias de John Connor en las que conoce a algunos de los personajes que luego pasan a formar al equipo que vemos en la película. Las misiones son de lo más intrascendentes: rescatar a algunos supervivientes —en la que se intenta recrear la mongólica diatriba de Connor al tener que elegir entre cumplir una misión o seguir sus principios morales, en plan «si no ayudamos a esa gente, no somos mejores que las máquinas: la vida es sagrada»—, defender una azotea, destruir una torre de comunicación de Skynet, etc. En este sentido, no aporta nada nuevo, pero tampoco nos hace estallar la vena de la sien de pura incompetencia. En definitiva, Terminator Salvation es un mal juego, hecho con prisas —o directamente sin terminar—, extremadamente corto, sin ningún tipo de desafío, repetitivo, con un acabado visual lamentable, y lo peor de todo es que también es aburrido. Si sois fanáticos de la franquicia, quizá os valga la pena alquilarlo y jugarlo con algún amigo, ya que incluye un modo cooperativo que no me he visto con fuerzas de probar. En cualquier caso, si finalmente decidís desembolsar los sesenta euros que cuesta, más vale que os hagáis a la idea de a qué os estáis enfrentando. O de lo contrario, podríais acabar comprándoos un chándal turquesa para salir a la calle a levantar cajas de leche y asustar a los críos. Nota: 2