Análisis de Los Sims 3

Nota: Este análisis no habría sido posible sin la inestimable ayuda de la señora pinjed, gran experta en la saga Los Sims, su idiosincrasia, su evolución y, sobre todas las cosas, en hacer unos macarrones a la boloñesa que te cagas de buenos. Cuando hace más de nueve años la enfermiza mente de Will Wright dio a luz un juego experimental que pretendía emular los quehaceres y las relaciones sociales de una persona a lo largo de toda su vida, nadie esperaba que aquel tamagotchi hipertrofiado rompiera las barreras mercadotécnicas del prejuicio de una forma tan brutal y aplastante. Se suele decir que Nintendo ha abierto un nuevo nicho de mercado con sus dos consolas actuales, pero lo cierto es que la gran N lo único que ha hecho es hurgar en la herida que provocó un cataclismo videojueguil tan sonoro como Los Sims. Millones de personas —mayoritariamente mujeres—, que de otro modo jamás habrían tocado un videojuego ni con un palo —y mucho menos uno de estrategia—, cayeron rendidos ante la hipnotizante adictividad que despertaba aquella colorista casa de muñecas cimentada en el consumismo más feroz y descarnado. Y es que, como bien sabéis, Los Sims se convirtió en la franquicia para PC más vendida de toda la historia, y su lista de expansiones y contenido adicional es tan abrumadora que si lo pusiéramos todo en fila casi podríamos cubrir el perímetro abdominal de Letras. Ahora, EA nos tira la caña de nuevo con un cebo al que, nos pongamos como nos pongamos, cuesta resistirse a probar: Los Sims 3. ¿Y qué puede ofrecer la tercera parte de un juego al que la palabra sobreexplotación se le queda ridículamente pequeña? ¿De qué forma se puede complementar si sus tentáculos, ampliación por ampliación, ya abarcan casi todas las facetas de la vida de un ser humano? Averigüémoslo.

Good morning, and in case I don’t see ya, good afternoon, good evening, and good night!

Los Sims 3 añade a los valores de la saga algo que hasta ahora no se había llevado a cabo a este nivel: la progresión total. Y es que la gran hazaña del juego es que sintamos el mundo sim como algo realmente vivo y móvil que cambia y evoluciona constantemente y en el que sus habitantes crecen, envejecen e incluso toman sus propias decisiones vitales, sufriendo —o disfrutando— después las consecuencias. Da la sensación de que en esta ocasión se ha intentado limitar al jugador de forma que, aunque sea un dios que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo controla, se vea sometido de algún modo a una regla tan universal e inevadible como el tiempo. Un ejemplo sencillo: si creamos una familia con dos hijos y luego les abandonamos para iniciar una partida con otros sims, al visitar la casa de la anterior familia unos días después comprobaremos como el paso del tiempo ha hecho que los niños se hayan convertido en adolescentes, con sus gustos y sus rasgos de personalidad desarrollados, e incluso puede que uno de los progenitores esté ahora criando malvas. La gran baza de esta nueva iteración es precisamente esa libertad de explorar la ciudad libremente. Mientras que antes salíamos de casa y nos plantábamos directamente en el lugar de destino, ahora tenemos la posibilidad de darnos un paseo hasta donde queramos llegar. Esto incluye algunas sorpresas bastante simpáticas como una zona del valle con monolitos prehistóricos y pinturas rupestres, la recolección de minerales que podemos encontrar en distintas áreas o incluso algo que parece la entrada a una mina abandonada desde cuyo interior nos observan dos ojos brillantes. Cuenta la leyenda que, si conseguimos entrar, descubriremos que la criatura de la mina es un Will Wright venido a menos, con una camiseta rosa de Culture Club, un sombrero mejicano y un secador de pelo en cada mano. Escalofriante. También se ha acentuado la facilidad para crear un sim distinguible de cualquier otro, y es que el juego añade cientos de variables a cada personaje que le convierten prácticamente en un ser único y difícilmente repetible. Ahora al crear un sim las opciones de personalización son tan increíblemente amplias que casi lindan con la locura. Se nos permite definir desde la estructura muscular del cuerpo, hasta diecisiete características distintas sólo para la forma de los ojos, pasando por la posibilidad de modificar —y no es broma— hasta la apariencia del jodido surco nasolabial. A nivel de prendas también se han añadido variantes que antes no aparecían, como el poder editar el estampado de un vestido, alterar los colores o incluso variar el diseño cambiando rayas verticales por horizontales o modificar el tamaño y la separación de los cuadros de una camisa. Las posibilidades en este sentido ya son prácticamente infinitas, aunque debamos ceñirnos a ciertos patrones (( Lo siento, cosplayers del mundo, pero no podréis haceros una réplica exacta de las Sailor Moon. )). Curiosamente, no podremos elegir la ropa interior, así que los sims no tendrán la posibilidad de someterse a ese axioma existencial que reza: hagas lo que hagas, ponte bragas. En lo que atañe a los avances en la jugabilidad respecto a Los Sims 2, el trabajo sucio ya estaba hecho. La afixiante cantidad de ampliaciones con las que Maxis fue expandiendo el juego mes a mes, han sido incorporadas en Los Sims 3 evitando los excesos y haciéndole ganar enteros en frescura y fluidez. Seguiremos teniendo cosas como los teléfonos móviles, las aficiones, la capacidad de cosechar vegetales o los cambios estacionarios. Muchas secuencias de vídeo han sido finiquitadas, y ahora el juego parece tener más continuidad, haciendo que el jugador no se despegue del ratón ni para rascarse. Podemos coger un taxi, tirarnos a nuestra novia, ir a la librería o simplemente explorar la ciudad sin que ello suponga pasar por una plomiza pantalla de carga, algo que se agradece.

You were real. That’s what made you so good to watch…

Otro de los puntos fuertes de Los Sims 3 es cómo el árbol de deseos y necesidades ha sufrido una metamorfosis considerable. Las tradicionales barras genéricas de “hambre”, “vejiga”, “energía”, “social”, “higiene” o “diversión” siguen ahí, pero se ha añadido un sistema de iconos con el que sabremos exactamente qué está afectando a nuestro sim en cada una de las facetas de su vida y cuánto tiempo va a durar esa bonificación o penalización en las estadísticas. De esa forma, veremos cómo nuestro personaje está de buen humor por haber recibido un masaje, porque se siente realizado con su trabajo o incluso por estar cerca de su reciente esposa; o que le duela la espalda por haber practicado algún deporte. Además, cuando el juego nos dé puntos de recompensa por haber cumplido un deseo de nuestro sim, podremos invertirlos en comprar —además de objetos especiales, como ocurría en Los Sims 2— nuevas ventajas como “entretenimiento gratuito”, que nos permitirá colarnos por la puta cara en cualquier lugar de ocio (cine, teatro, espectáculos deportivos, o conciertos), o “tratamiento de fertilidad”, que convertirá a nuestro sim en un semental con mayores probabilidades de tener gemelos o trillizos. Quizá lo más llamativo de toda la telaraña de deseos, necesidades, sueños y caprichos que se oculta en Los Sims 3, es que cada uno de éstos será consecuente con los rasgos de personalidad que hayamos definido en cada sim. De hecho, todo lo que ocurre en la vida de un personaje tiene como origen de partida sus atributos emocionales y sus manías previamente escogidas. Asimismo, iremos descubriendo los rasgos de los sims que no controlamos a medida que los nuestros les vayan conociendo. Se trata de una emulación perfecta de la esencia de las relaciones interpersonales: ésa que sale a relucir cuando conocemos a una mujer que en un principio es «una romántica empedernida», para convertirse pocas horas después en «una guarra». Como la vida misma, vaya. Y para gestionar tan brutal cantidad de datos, los muchachos de EA Play han trabajado en una titánica interfaz que es, sin lugar a dudas, una jodida obra de ingeniería. Manteniendo la estética de entregas anteriores e incluso conservando algunos elementos intactos —probablemente para evitar que las hordas que componen el núcleo mayoritario de fans de la saga se arranquen la piel a pellizcos—, han ido distribuyendo cada nueva característica y control de una forma muy estudiada basándose, por encima de todo, en hacerlo completamente intuitivo y accesible. Pero también es cierto que existen dos tipos de jugadores de Los Sims: los que disfrutan creando una historia con la vida de sus sims, haciéndoles ricos o pasando de generación en generación, y los que se recrean en la fase de construcción de casas. Y en este sentido, el espectro de posibilidades de creación y decoración de un hogar casi ha tocado techo. Cualquier virguería arquitectónica o decorativa que se pase por vuestra mente calenturienta puede ser representada en el modo de construcción y compra. Y, aunque es probable que EA Play se haya guardado mucho material que sólo liberará a base de las malditas microtransacciones que están acabando con mi estabilidad económica, es impresionante todo lo que podemos hacer de buen principio.

You never had a camera in my head!

Y a pesar de este esfuerzo por representar la realidad y el entorno cotidiano de las personas, Los Sims siguen sin dar el brazo a torcer en las cuestiones morales. No veremos nada que se salga de la norma. No hay insurrecciones, no hay desnudos ((Y el famoso parche anticensura nos descubre unos robóticos cuerpos de Barbie, sin pezones ni orificios, malditos sean.)), no hay asesinatos, no podemos crear mujeres de tetas sobrehumanas o traseros monstruosos. ¡Demonios! ¡Si ni siquiera podremos practicar sexo sin estar enamorados! (()) Así pues, no se ha dado cabida a posibles distorsiones en la blancura y pureza endémica de este Gran Hermano virtual. Y es que, al igual que en el famoso reality, los pequeños monigotes que vemos en sus quehaceres diarios siempre parece que actúen como si supieran que están siendo observados, algo que les deshumaniza y presenta una paradoja que dificilmente podrá resolver la saga algún día, a no ser que ésta pase a manos de Rockstar o que EA se suelte la melena y saque una versión sólo para adultos. Que Los Sims 3 es un título dirigido sobre todo a mujeres es algo más que evidente por muy tópico que suene. Y, por mucho que los járcors nos empeñemos en defenestrar la saga o, cuanto menos, en minimizar su importancia en el panorama videojueguil, también es innegable que sus valores de producción son elevadísimos. Aunque algunos prefiramos desmembrar zombies o masacrar pandilocos, aunque nos dé un ataque de vergüenza ajena cada vez que vemos salir alguna expansión llamada «Los Sims: Utensilios de cocina» o «Los Sims: Filatelia y manicura», es justo admitir que Los Sims, aun con sus cifras multimillonarias, ha sido una franquicia que jamás se ha acomodado en la autocomplacencia y ha sabido evolucionar quitando de aquí y añadiendo de allá, sin reinvenciones catastróficas. Y eso, amigos, es mucho más de lo que pueden decir muchas otras sagas «triple A». Nota: 8