Entender el presente, salvar el futuro

Don’t Forget Me

Inspirado por Her Story y The Red Strings Club, presenta una sociedad obsesionada con no olvidar.

Las luces de neón y la perenne oscuridad de la ciudad no anuncian nada bueno. Conocemos lo suficientemente bien los códigos del ciberpunk como para no necesitar ningún tipo de pista al introducirnos por primera vez en el debut de The Moon Pirates. Es el mismo tipo de jugada que realiza The Red Strings Club; dejar que el jugador establezca suposiciones sobre el estado de la sociedad y concentrarse en presentarnos los problemas de unos pocos personajes.

No será la única vez que el juego nos remita a The Red String Club.

Nuestro personaje es una chica con rostro y nombre pero sin pasado, algo muy extraño en una sociedad en la que los recuerdos son atesorados con mimo y venerados por su capacidad de mantener la paz. La cita «quien no conoce su historia está condenado a repetirla» parece la piedra angular de la filosofía presentada en Don’t Forget Me. Las ideologías de los diferentes personajes se superponen para discutir sobre la necesidad de conservar los recuerdos y la ética de utilizarlos «para un bien mayor». El problema es que nunca va más allá. El juego no quiere. Don’t Forget Me es un juego de puzles en el que la distopía es solo un caro y llamativo disfraz.

La historia empieza con Fran, una mujer joven que aparece inconsciente en la puerta de una clínica de copiado de recuerdos. Hay algo extraño en Fran. Aunque como el resto de la población tiene implantado el chip de memoria, este parece corrupto e inaccesible. Tanto cifrado, como dañado de alguna manera misteriosa. Como consecuencia, Fran se siente confusa y desorientada. Amnésica y perdida en una ciudad que a todas luces parece peligrosa. Por suerte, Bernard el copista se apiadará de su situación y pronto iniciarán una rutina por la que Fran se convertirá en su asistente en la clínica de copiado. Y entre paciente y paciente, descubrirán un secreto. Uno relacionado con los perversos planes de un gobierno totalitario.

Desde el punto de vista narrativo, Don’t Forget Me plantea una división clara entre la historia principal y las varias secundarias y aunque la trama central golpea sin fuerza, las pequeñas situaciones que las acompañan son capaces por si mismas de mantener el interés. En su historia principal, Don’t Forget Me utiliza gran parte de los tropos habituales en las distopías futuristas —desde el gobierno con planes ocultos hasta los terroristas que planean boicotearlos— sin ahondar demasiado en las circunstancias sociopolíticas que los rodean. Entre las pinceladas apuntadas por The Moon Pirates encontramos guerras, rápidos avances tecnológicos y un sentido de la ética que no parece desarrollarse tan rápido como la ciencia. No obstante, y dado que las mismas ideas deben funcionar de manera más o menos lógica con los diferentes finales, en ningún momento se profundiza más allá de buenos y malos, correcto e incorrecto.

Es llamativa la manera en la que el título, a pesar de recurrir a tantos lugares comunes dentro del género, nunca termine por acercarse a la pobreza, la miseria y la diferencia de clases típica del ciberpunk y componga su historia a través de personajes educados y hábiles, cuyo futuro solo se ha visto truncado a partir de sus propias desgracias personales. Incluso «villanos secundarios» del género, como podría ser la policía o las instituciones psiquiátricas, aquí aparecen como una opción viable que abren posibilidades tan extrañas como la de llamar a la policía para que venga a actuar a una clínica de copiado ilegal.

Uno de los guiños a The Red Strings Club

Como en tantos otros títulos, aquí el ciberpunk se limita a una serie de ideas estéticas con un vago trasfondo antigubernamental en lugar de ser vehículo para reflexionar desde la ficción sobre problemas como la masificación de las ciudades, las diferencias entre clases, el desinterés en la política o los peligros del cambio climático. Y aunque en algunos momentos se apunta a que la humanidad está evolucionando a través de drogas e implantes, aprovechándose de las innovaciones en el campo de la robótica, no es algo que podamos ver en ningún momento delante de nuestra pantalla. La trama central de Don’t Forget Me funciona solo como llamativa ambientación para los puzles. Y esto no sería nada malo si no recurriera a un género que, a priori, siempre nos invita a pensar. 

Es en las secundarias —solo hay dos— donde The Moon Pirates se muestran mucho más afinados. Inspiradas por The Red Strings Club, estas historias se alejan de las grandes conspiraciones y se centran en poner a prueba la moral del jugador. Aunque ambas situaciones se construyen con trazo grueso, el estudio nos proporciona las suficientes opciones como para poder expresar nuestra decisión con los matices que deseemos, dándonos espacio para la reflexión. A través de un hombre que quiere olvidar un asesinato y de una mujer dispuesta a borrar todos los recuerdos de su difunto hijo, podremos reflexionar sobre el valor del recuerdo y el consuelo del olvido, mientras tomamos decisiones relativas a los castigos, las ética y la privacidad. No me cabe duda de que Don’t Forget Me hubiera sido bastante mejor de estar compuesto por estas pequeñas y antológicas situaciones, acompañadas de su eficiente gameplay. Porque aunque aunque su historia no convenza, sus puzles resultan muy divertidos.

Más allá de The Red Strings Club la gran inspiración de Don’t Forget Me es Her Story. A grandes rasgos, el debut de The Moon Pirates es también un juego de interfaz. Como asistentes de la clínica de copiado de recuerdos nuestra función será desarrollar los diagramas mnemónicos, esto es, encontrar diferentes tipos de palabras, relativas a objetos, sensaciones o sentimientos que nos permitan conectar las diferentes burbujas de pensamiento que nos permiten reconstruir una escena. En este sentido, nuestras dotes de observación y las conversaciones previas a la intervención nos serán tan útiles como las diferentes indicaciones de Bernard. Aquí se encuentra también otra de las claves de la rejugabilidad del título. Aunque siempre podremos llegar al final del puzle (el recuerdo que buscamos) desbloquear todas las burbujas pasarán por realizar todas las iteraciones en el diálogo previo, para lo que necesitaremos, al menos, volver una segunda vez a la trama.

La interfaz de Don’t Forget Me nos permite introducir diferentes términos para probar si se relacionan o no con las burbujas que tenemos en pantalla. Aunque las opciones no son nada flexibles y, al menos en castellano, están muy limitadas (sombras dará error cuando sombra es la palabra clave), nos bastará fijarnos en la forma en la que dice la palabra Bernard para dar en la mayoría de casos con el término adecuado. En este punto, es importante destacar el magnífico papel de la localización al castellano, que es capaz de introducir los varios términos importantes en los diálogos con la naturalidad suficiente para que no estemos en sobreaviso.

La primera iteración al puzle principal la encontramos en los «chips encriptados» un sistema de seguridad que acompaña a los personajes más importantes y que hará que tengamos que realizar la exploración «a ciegas», es decir, contando con un número limitado de fallos ante los cuales seremos expulsados del sistema. La última variación de la idea principal resulta en un point and click que nos llevará a explorar diferentes localizaciones como si de la escena de un crimen se tratara. De los tres tipos de rompecabezas, este es el que resulta menos interesante y el que refleja con mayor claridad la falta de medios y de experiencia de sus creadores. Los puzles en estas escenas pueden resolverse a fuerza de interactuar con el escenario, siendo en su mayoría toscos y poco trabajados.

Aunque a causa del embargo no he podido probarlo personalmente, es importante señalar que Don’t Forget Me tiene un sistema de juego social que nos permite que los espectadores de una emisión en Twitch participen en la partida por medio de votaciones. Sin saber cómo funcionará una vez implementado, creo que las partes más centradas en las decisiones morales pueden ganar mucho con un debate público y la implicación de varios interesados.

Don’t Forget Me cae en muchos errores que afectan a los estudios novatos y se pega demasiado a sus referentes como para respirar con naturalidad. Aunque llamativa (es desde luego uno de sus selling points), la elección de una ambientación ciberpunk acaba jugando en su contra, dejando entrever un exceso de ambición. No obstante, es evidente que el estudio francés apunta maneras, mejor no olvidarlo. Las luces de neón nos hacen creer que lo bueno está por llegar.

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Redactora
  1. ElAlexRG

    Por desgracia, parece que Don’t Forget Me quedará en el olvido.

  2. Baladre

    Cada vez da más la sensación de que el punk del ciberpunk interesa poco explorarlo. Pero así sólo quedan los neones y la nostalgia ochentera. Un poco de pereza da esto. Gracias por el análisis. 🙂