
Análisis de Stacking
«¡Ya lo tengo, chicos! ¡Un juego protagonizado por muñecas matrioskas del siglo XIX! ¡Con decorados de cartón piedra! ¡Y diálogos en carteles, como en el cine mudo!». Eso habría gritado un creativo cuando se le ocurrió la premisa de Stacking. Y posiblemente la idea habría sonado tan descabellada y absurda que cualquier desarrolladora del mundo habría llamado a seguridad para que alejasen a ese jodido perturbado de sus valiosos empleados inmersos en el desarrollo del enésimo shooter de marines espaciales calvos. Pero gracias Dios o a Alá o a Cthulhu o a quien sea, Double Fine es la gloriosa excepción, la piara de simpáticos chiflados capaces de tomar las riendas de algo así y, contra todo pronóstico y estudio de mercado, elaborar algo bello, diferente y muy accesible.