Sobre el trauma que nos hace verdugos

Una víctima imperfecta

La historia de Emem, una de las protagonistas de Vampire: The Masquerade — Swansong, nos demuestra que las víctimas no tienen que ser perfectas para ser creíbles.

¡Atención spoilers!: este texto habla en detalle sobre la trama de Emem, uno de los personajes de Vampire: The Masquerade — Swansong. 

Aviso de sensibilidad: menciones de abuso sexual, agresión y violación.

Hace un par de semanas mi hermano Gonzalo, que trabaja como técnico en transporte sanitario conduciendo una ambulancia, me comentaba que en un curso de atención a las víctimas de abuso sexual y violación le habían recomendado ver Creedme, la miniserie de Netflix basada en el reportaje con el mismo título ganador del Pulitzer en 2016. Y aunque aún no he visto la adaptación protagonizada por Kaitlyn Dever, tengo que decir que la investigación de Ken Armstrong y T. Christian Miller es uno de los mejores textos periodísticos que he leído en los últimos años y, en ese sentido, también considero que debería convertirse en un referente obligado para todos los profesionales, desde policías a periodistas, que puedan entrar en contacto con este tipo de casos. En el centro del reportaje se encuentra Marie, una adolescente «problemática» internada en una casa de acogida que una noche sufre una violación a manos de un desconocido que se cuela en su habitación. Pero cuando al día siguiente cuenta lo sucedido nadie la cree; sus compañeros en la casa de acogida subrayan que es un chica mentirosa «a la que le gusta llamar la atención», la mujer que la ha atendido durante años empieza a dudar de su relato tras verla «contenta» y «sonriendo a pesar de todo» y la policía tacha su historia de inverosímil al describir un modus operandi ilógico que «ningún agresor llevaría a cabo». Y en este caso las consecuencias de este descrédito no se quedan en lo personal. En los años siguientes el agresor de Marie siguió atacando a mujeres, convirtiéndose en un prolífico violador serial. El texto en eso es muy claro: todo se podría haber evitado. Todo podría mejorar si dejamos de tratar las historias de las mujeres con tanta suspicacia. 

Pero por mucho que nos sorprenda lo relatado en Creedme, por mucho que oigamos —y repitamos— el mantra de que hay que creer a las mujeres (esto es, no enfrentarnos a sus historias asumiendo que son mentira) día tras día, año tras año, vemos ejemplos de mujeres cuyo relato se retuerce hasta el ridículo y cuyo comportamiento se analiza al milímetro comparándolo con una forma supuestamente perfecta de actuar. No solo pasa con las víctimas de diferentes delitos. Hace unos días a través de Twitter, Amanda Knox criticaba que incluso a día de hoy, seis años después de que fuera exonerada, siguen apareciendo vídeos en YouTube en los que supuestos expertos en lenguaje corporal apuntan a su culpabilidad tras analizar su interrogatorio por parte de la policía. Knox, víctima de mala praxis policial, es una mujer estadounidense que pasó 4 años en prisión tras ser acusada de matar a su compañera de piso durante un intercambio en Italia. A pesar de que las pruebas encontradas en la escena del crimen eran incompatibles con su participación, el comportamiento de Knox —mostrarse «excesivamente alegre y cariñosa» con su novio, dormir profundamente tras el interrogatorio, hacer el pino en dependencias policiales tras varias horas sentada…— le granjeó una condena basada en el fuerte rechazo que provocaba en el público. En España tenemos un caso similar con Dolores Vázquez en el que jugó un enorme papel su carácter reservado y los prejuicios sociales contra su orientación sexual. Las historias de ambas mujeres, Knox y Vázquez, han sido detalladas en sendos documentales que llegan independientemente a la conclusión de que a las mujeres, tanto en el papel de víctimas como en el de verdugos, se las examina con especial crueldad. Una crueldad con raíces en una ficción que solo presenta víctimas perfectas y agresoras frías y meticulosas, pero que nunca se detiene en todo el espectro intermedio; el de las mujeres de verdad.

Emem Louis, una de las tres protagonistas de Vampire: The Masquerade — Swansong, es una toreador nacida en Boston cuya trama se revuelve alrededor del perdón y la venganza. Emem, que fue convertida por su amante Hilda en el París de los años 20, debe enfrentarse durante una de sus misiones en el juego a una serie de recuerdos que había reprimido a fuerza de ignorarlos. Es en uno de esos recuerdos en el que vemos a una serie de poderosos primogénitos establecer a la fuerza un Vínculo de sangre con ella, en un ataque que dura 3 noches consecutivas. Según el lore de Vampiro, un Vínculo de sangre es un ritual por el cual un vampiro alimenta con su vitae a una criatura —vástago, ghoul o humano— con el objetivo de convertirla en su esclava. Según la quinta edición del manual del juego de mesa, el Vínculo de sangre produce que el que lo reciba sienta una profunda devoción hacia el Regente que se superpone a la de cualquier otra forma de Dominación vampírica. 

En el contexto del juego de mesa, este Vínculo puede tener varias funciones narrativas, incluyendo actuar como metáfora de la adicción (al vitae del Regente y a su propia persona) o como un instrumento para añadir conflicto entre varios personajes. En el videojuego de Big Bad Wolf, la creación del Vínculo de sangre de Emem se presenta como una acción de sometimiento no consentida y que visualmente nos remite a una violación grupal. Cuando desbloqueamos el recuerdo durante nuestro encierro en la prisión mental, la creación del Vínculo se muestra a través de la imagen de los diferentes sires rodeando una cama de la que Emem no puede levantarse. Tanto la voz en off del personaje —que habla con ambigüedad del suceso— como los comentarios realizados por el resto de vampiros agresores (todos con una presentación masculina) están pensados para que cualquier jugador, familiarizado o no con la franquicia, reconozca la situación e identifique a Emem como víctima de un crimen muy serio. El resto de recuerdos que encontramos durante la misión se centran tanto en las consecuencias de este suceso como en la relación entre Emem y Hilda, que en ese momento seguían conviviendo como pareja. Pronto aprendemos que nuestro personaje pudo recuperarse del ataque y volver a ser ella misma combinando su fuerza de voluntad con el amor y el cariño de su pareja. Sin embargo, tras denunciar la agresión ante su Príncipe —máximo representante de la justicia en Boston—, Emem aprende que, aunque la ley pueda estar de su parte, el hecho de que los agresores sean importantes figuras políticas significa que no sufrirán ningún tipo de represalias. 

En este punto de la historia, la trama de Emem empieza a guardar bastante similitudes con las películas de rape and revenge, un subgénero dentro del cine de explotación nacido en los años 70 que suele tener como protagonista a una mujer que desempeña una sangrienta venganza tras ser violada y torturada. La historia del cine de violación y venganza, y su relación con las mujeres y el feminismo, ha sufrido una serie de vaivenes que se relacionan de forma directa con el discurso social alrededor de la violación. Durante sus primeros años, el rape and revenge se consideraba como un subgénero mayoritariamente progresista que ponía en el foco a la víctima y que la presentaba como ente actante, es decir, como una persona que recuperaba el control sobre su vida a través de sus propias acciones y decisiones. Sin embargo, durante las décadas posteriores empezó a ponerse en duda la extrema sexualización a la que eran sometidas estas mujeres en pantalla —siempre interpretadas por actrices jóvenes y muy atractivas— así como el hecho de que se presentara la violencia extrema como solución a un problema iniciado violentamente. Conceptos como el de «mirada masculina» ayudaron a muchas analistas a explicar esa disonancia entre lo que condenaba la narrativa (el uso y abuso del cuerpo femenino) y lo que mostraba una cámara que se recreaba tanto en los cuerpos como en el sufrimiento. No obstante, en los último años una nueva hornada de directoras, entre las que se encuentran Emerald Fennel y Jennifer Kent, han conseguido revitalizar el subgénero a través de una mirada llena de empatía hacia sus protagonistas y carente de fetichismo hacia la propia violencia que aplican.

Cuando Emem entiende que el Príncipe no va a hacer nada por mejorar su situación ni castigar a sus atacantes, decide, como una heroína del rape and revenge, tomar la justicia por su propia mano. Aunque no lo presenciamos directamente, pronto aprendemos que la vampira ha localizado a todos sus agresores y ha logrado su propósito de acabar con ellos de forma definitiva. Pero a diferencia de lo que sucede con las protagonistas clásica en las películas de violación y venganza, esta sucesión de muertes no parecer servir para nada: ni hace que se sienta mejor, ni consigue paliar la sensación de haber sufrido una injusticia. Lejos de poner punto y final a su trauma, el comportamiento de Emem deriva en más agresiones y nuevas víctimas entre las que destaca su pareja Hilda. Tras enterarse del asesinato de su primogenitura, el Príncipe de Boston decide marcar a Hilda como una forma de controlar a la protagonista. Llena de rabia, con un enorme trauma sin procesar, Emem comienza a discutir frecuentemente con su pareja hasta que una noche la situación empieza a escalar hasta acabar en una agresión. La historia de Hilda y Emem termina cuando la segunda pasa de amante a verdugo en una acción que, hasta para ella, es dificil de asimilar.

A pesar de lo breve que es la historia de Emem, Big Bad Wolf hace un excelente trabajo al presentar ideas que, aunque parecen opuestas, reflejan de forma fiel situaciones que podemos encontrarnos en la vida real. La primera idea es la de que no existe un patrón común entre las reacciones que pueden presentar las víctimas de diferentes clases de violencias. Mientras que Emem es vocal y proactiva a la hora de buscar venganza, otros personajes prefieren ignorar los diferentes problemas que enfrentan o rendirse cuando no encuentran soluciones. Lo verdaderamente interesante es que el juego no señala una estrategia como «ganadora» ni apunta a que un tipo de comportamiento y no otro es más noble o puede ser la solución al problema. Los escritores en Big Bad Wolf parecen tener claro que el problema es la violencia y la solución la eliminación de las estructuras que la amparan, sin que nada pueda hacerse individualmente a posteriori. La segunda idea que presenta el guión es la de que las víctimas no tienen por qué ser perfectas, por lo que ni la violencia de Emem contra su pareja, ni la traición de Hilda hacia la Camarilla eliminan la injusticia que han sufrido o hacen que esta sea menos importante.

La idea de la víctima perfecta, la mujer que no responde ante la violencia o que responde sólo en términos socialmente aceptados; la mujer marcada por un profundo trauma individual que solo se refleja en términos cómodos y conocidos, sigue presente hoy en día en la sociedad y continúa siendo una de las causas más comunes para la injusticia y la revictimización de muchas mujeres. Una forma de eliminar los prejuicios causados por este arquetipo es exponernos a historias que presenten víctimas de todo tipo, agradables y desagradables, justas y pecadoras, recordando mantener una mirada sensible hacia todas ellas. Y esto justo es lo que consigue Vampire: The Masquerade — Swansong; hablar sobre la humanidad de los vampiros pero, también, sobre la de aquella que descansa dentro de los que nos acercamos a jugar.

Redactora
  1. NahuelViedma

    No sé que tan bueno es el texto periodístico, quizá la base ya sea excelente y bastaba con limitarse a lo básico para hacer una buena adaptación, pero a mi la miniserie de Netflix me ha parecido muy buena la verdad.

  2. Caveleira

    Vaya… que chungo el juego… ¿Cuántos se habrán llevado un susto pensando que sería la típica fantasía urbana donde podrían masturbar sus instintos ante personajes bellos con colmillos?

    Y respecto al mantra «hay que creer a las mujeres» voy a decir solo que cuando un experto dice algo solo hay 2 caminos dignos, que son o asumir que es así o intentar entenderlo… porque intentar rebatirlo solo va a exponer lo garrulo que eres.

    (Mi ejemplo no tiene nada que ver, pero…)
    Hace poco me mire la paradoja del cumpleaños, que dice que con 23 personas la probabilidad de que haya 2 con el mismo cumpleaños es del 50% y con 57 es de mas del 99% y parece increíble siendo 57 días solo una sexta parte del año ¿Tan difícil es juntar 57 personas y que no haya 2 con el mismo cumpleaños?
    Pues sí, no hay más.

    Claro, ahí lo que decía de las opciones dignas queda claro al ser una ciencia exacta, pero en las ciencias sociales cuesta mucho más… coges un psicólogo y miras sus detractores, luego los detractores de los detractores, y te puedes pasar la vida así sin saber quienes eran los científicos serios y quienes los que solo necesitaban una tesis original para que les aprobaran el doctorado o la cátedra.

    Que asco de ciencias sociales y que fácil resulta retorcerlas por cínicos.

    Bueno, muy chulo el artículo.

  3. Javier Ricote

    Genial artículo, Marta.
    Gracias.

  4. Mijel

    Genial, que buen artículo.

  5. Malleys

    Me ha gustado muchísimo, gran articulo.