Bitcoin: The Gathering

Gods Unchained lleva el blockchain a las cartas coleccionables

Gods Unchained lleva el blockchain a las cartas coleccionables

El año pasado hablamos por aquí sobre las aplicaciones que podía tener en videojuegos la tecnología blockchain, que en el remoto año 2018 era la niña mimada de congresos y festivales y que hoy avanza y se desarrolla un poco más alejada de los focos pero con la misma rimbombancia casi paródica (High Fidelity, uno de los inventos que se pudieron ver en el Gamelab de este año, promete ser «el futuro del trabajo» y «el internet de la VR», todo en uno, gracias a esta tecnología), y de algunos experimentos que compañías como Ubisoft o Sony ya estaban realizando. Hoy tenemos ya al alcance de la mano un ejemplo claro de una de las utilidades más evidentes del blockchain: Gods Unchained, un juego de cartas coleccionables en el que cada mazo está compuesto de piezas no fungibles, únicas e individuales, propiedad de su dueño y de nadie más.

Así, cada carta de Gods Unchained tiene una rareza que puede ser verificada vía blockchain, como las cartas de Magic o los cromos de fútbol; no son infinitas, porque de lo contrario no tendrían ningún valor, ni tampoco pueden ser actualizadas: como, de nuevo, las de Magic, sus características no varían una vez se ponen a la venta, por lo que una carta con unos atributos problemáticos para el equilibrio del juego solo puede ser retirada por completo de la escena competitiva, quizá aumentando su rareza y, por tanto, su valor.

No se diferencia mucho de Magic o de su principal rival moderno, Hearthstone, por lo demás: las cartas tienen unas características y jugarlas cuesta tanto o cuanto; los combates enfrentan a dos personas que ponen a prueba sus mazos sobre un tablero en el que se van jugando las cartas. Hay cartas de distinto tipo, desde las más comunes y vulgares hasta los «titanes míticos», cartas únicas y con propiedades extremadamente distintas y poderosas que cambian de manera radical la forma de la partida. Hyperion, por ejemplo, hace que tanto tú como tu rival uséis el mismo mazo, el tuyo; además, hace que todas las cartas cuesten un maná y sean 10/10. Estos titanes son tan exclusivos que solo se generan cuatro al año; por ello, evidentemente, son uno de los caramelos más golosos de las subastas de cartas, donde se pagan grandes cantidades de dinero por ellos. Hyperion, por seguir con el mismo ejemplo, ha sido vendido recientemente por 62.000 dólares. (No sé si es un error, pero la puja final en realidad fue de 146.279 Ethereum, que hoy son unos 32.000 dólares; a finales de junio, cuando la moneda alcanzó uno de sus valores más altos, habría estado cerca de los 50.000.) 

La probabilidad de conseguir una de estas cartas es bajísima, por supuesto, pero el resto de cartas también se pueden vender, y una serie de sobres e intercambios afortunados te puede llevar a tener en tus manos alguna pieza valiosa y, recordemos, única, que solo tú tienes, inmutable, fijada en el tiempo y verificable solo a través de la cadena de bloques, una tecnología conocida también por ser algo lenta. No es problema para un juego de este tipo, por supuesto, puesto que durante la partida no se utiliza: solo a la hora de comprar o vender cartas se utiliza, para verificar a ambas partes y asegurar la validez de la transacción, quedando libre de engorros o fricciones extra el momento de la partida, donde todo es como en cualquier otro juego de cartas coleccionables, un género bien conocido tanto por hardcore gamers como por un público más casual y amplio que puede acercarse atraído por otros juegos físicos de cartas.

Queda clara la idea diferenciadora, el selling point de Gods Unchained: el blockchain permite a los jugadores monetizar su tiempo.


«El blockchain permite a los jugadores monetizar su tiempo» es, casualmente, la conclusión a la que llega también Robbie Ferguson, cofundador de Fuel Games, la compañía que desarrolla Gods Unchained. Para Ferguson, el modelo que propone Gods Unchained (y que nace, como otros, a rebufo de CryptoKitties, del que también hablamos el año pasado) busca cambiar la manera en que jugadores y desarrolladores se relacionan. La clave ya no está en calcular al milímetro qué ofreces, intentando «extraer el máximo beneficio de tus usuarios mientras les das solo lo justo» para que sigan jugando, sino que abre la posibilidad de crear «assets digitales reales», como los llaman en MIT Technology Review, que se pueden conseguir en los sobres que se ponen a la venta como micropago dentro de la versión free-to-play de Gods Unchained, y que se pueden utilizar para buscar beneficio, acumulando cartas valiosas y vendiéndolas o poniéndolas a subasta en los momentos apropiados.

Creo que es una versión más comprensible de lo que proponía Hashcraft, el experimento del laboratorio de innovación de Ubisoft en el que los jugadores podían crear «islas» que pasaban a ser de su propiedad, y en las que existía la posibilidad de, por ejemplo, cobrar un precio de entrada, ofrecer recompensas económicas por cumplir ciertos desafíos o poner a la venta ítems únicos, que luego podían transportarse de un mundo a otros. Las posibilidades aparentemente infinitas de ese Hashcraft se condensan aquí en una única posibilidad (poseer cartas individuales e imposibles de copiar, con todo lo que ello implica) más fácil de comprender e interiorizar. No faltan críticos que consideran que esto es ponerle puertas a un campo que se caracteriza (y tiene valor) precisamente por poner al alcance de cualquier mano la posibilidad de reproducir de manera infinita el conocimiento y la creación humana; como explican en Technology Review, lo que hace Gods Unchained puede saltar fácilmente fuera de los videojuegos y posibilitar la creación de piezas de arte digitales, cuya autenticidad pueda ser verificada, o utilizar ítems digitales como «prueba» de posesión de otros bienes reales.

Todo esto me recuerda a la historia de la araña de siete patas, uno de los clásicos modernos de la narrativa de internet. Es un intercambio de emails en el que un tipo ofrecía, como pago alternativo para unas facturas pendientes, un dibujo de una araña; esto es, un archivo .gif que, abierto con el software apropiado, dejaba ver una araña muy mal dibujada. Cuando la agente que reclamaba el dinero adeudado rechazaba el dibujo como forma de pago, el tipo le daba una de las respuestas más geniales que he leído nunca: le pedía que, ya que no era válido como pago, le devolviera el dibujo de la araña, un giro estupendo en cuyo núcleo está este choque entre la realidad digital (los archivos son infinitamente reproducibles; al ser enviado por email, el dibujo de la araña se multiplica como por arte de magia) y la idea tradicional de propiedad que el tipo tiene, de manera necia, sobre su archivo .gif.

Es evidente que este tipo de tecnologías despiertan el interés de desarrolladores y —quizá sobre todo— de inversores por igual: Fuel Games asegura que ya han generado cuatro millones de dólares de beneficios, cuando Gods Unchained apenas lleva unos días disponible en beta. Otro espacio en el que la palabra blockchain seguramente se vuelva más popular en los próximos años es la distribución de juegos. Ya sabíamos que Sony está investigando cómo utilizar esta tecnología para sus sistemas de DRM, pero no es la única compañía que quiere entrar en ese mercado: recientemente emergió Ultra, una startup con sedes en Ucrania y Francia que quiere acabar, gracias a su nueva tienda, con el (en sus palabras) monopolio de Steam en el PC.

Gods Unchained lleva el blockchain a las cartas coleccionables

La propuesta de Ultra es la siguiente: como usuario, eres propietario de los juegos que compras, por lo que puedes revenderlos o acceder a otros servicios, como el intercambio de ítems; como desarrollador, se te ofrece la posibilidad de monetizar tu juego de distintas maneras, además de recibir de manera instantánea el dinero que generas, sin las semanas de espera que sí existen en otras plataformas; también es mayor el porcentaje de beneficios que recibes: «el doble» que en los competidores de Ultra.

La otra gran propuesta de Ultra se puede encontrar en la página 26 de su whitepaper: un programa de recomendaciones que, gracias a la reinversión del 50% del dinero generado en la tienda, pretende motivar la inversión dentro de la plataforma y animar a influencers y desarrolladores a atraer a nuevos usuarios. La cosa va así: si el usuario A invita a Ultra al usuario B, el 2% de todas las compras de B va a A; no solo eso, sino que si B invita a C, el 1% de las compras de C también van a A. Todo esto se transforma en Ultra Coins, la criptomoneda de esta nueva tienda. Por supuesto, también se ofrecen otras maneras de «ganar dinero», o sea, de «monetizar tu tiempo», desde ver anuncios hasta minar criptomoneda.

De nuevo, parece que la clave está en esa monetización del tiempo que parece ser clave para tantos negocios con blockchain. A veces es complicado saber si estamos ante el futuro del trabajo o ante una estafa piramidal de toda la vida de Dios.

  1. dani

    «El blockchain permite a los jugadores convertirse en trabajadores.»
    En el capítulo: de ocio a negocio, de mi libro: Puto Blockchain.

    Fuera de haterismos, el artículo es muy interesante.

  2. Mominito

    Para algunos paises, este tipo de cosas crea vias para ganar dinero que van a ser super bien recibidas.

  3. Karrion42

    Pero el juego está guay?

  4. El Jugador Medio

    A veces es complicado saber si estamos ante el futuro del trabajo o ante una estafa piramidal de toda la vida de Dios.

    Blockchain: A definition for the people

  5. Termal (Baneado)

    A mi las bitcoins siempre me ha parecido una estafa piramidal. Una moneda intangible, de valor fiduciario, pero que no respalda ningun pais. Que su valor fluctue tantisimo en periodos cortos de tiempo, y que haya tantísimas monedas, deja a las bitcoins como un mero chiste. En plan: sisi, metete en las bitcoins y compra compra. Y luego los de arriba venden por dinero real y se hacen ricos a costa de los iniciados en el mundillo. Una estafa piramidal de toda la vida vaya. A mi desde el minuto uno es lo que me pareció.

    Por otro lado, nunca he entendido la gente que se compra una carta por miles de dolares…