Donald Trump quiere prohibir todos los videojuegos menos el suyo

Donald Trump ha tenido un 2015 absolutamente demencial. De hecho su campaña como candidato a representar al partido Republicano ha sido tan mediática y tan loca que estuvo en la criba final para convertirse en persona del año de la revista TIME, algo reservado a grandes personajes que han dejado huella en la historia. Trump ni siquiera es todavía el candidato del llamado Grand Old Party, pero ha sabido levantar polvareda y rodearse de controversia semana a semana utilizando una técnica muy sofisticada que él mismo ha ido desarrollando durante años: no cerrar jamás la puta boca. En efecto, Trump ha hablado y opinado sobre todo, sin escatimar en valoraciones y decisiones que tomaría si alcanza algún día, ay madre, la presidencia de los Estados Unidos de América. Y los videojuegos no han sido una excepción. En 2012 su opinión sobre los juegos que desplegaran en pantalla algún tipo de violencia era clara y contundente:

Video game violence & glorification must be stopped—it is creating monsters!

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 17, 2012

Tres años después, ya en campaña, no ha perdido la oportunidad de reafirmar aquella opinión y expandirla hasta más allá de lo que nadie creía posible: Trump declaró recientemente durante un mítin en Columbine, Colorado, que su propuesta de prohibir los juegos violentos se extendería a todos los juegos. Dice el magnate neoyorkino que incluso los cielos azules y los prados verdes de Nintendo son una forma de violencia, según se mire. La idea es establecer la protección de los jóvenes como prioridad absoluta, y por su seguridad no solo privará a todo el mundo de jugar a videojuegos («evitaremos», dice, «riesgos innecesarios»), sino que además iniciará un programa llamado Pistolas por Juegos con el que promete financiar para cada menor de edad un arma semiautomática Glock de nueve milímetros con dos cargadores adicionales para defenderse de cualquier amenaza a cambio de que entregar sus juegos y consolas para su destrucción. Para los más pequeños, el programa incluirá también un chaleco antibalas; «la seguridad», insiste Trump, «es lo primero». Una vez la ley esté vigente, todos los niños y jóvenes menores de 18 años podrán personarse en cualquier armería del país registrada en la Asociación Nacional del Rifle para que le sea entregada su Glock y un bono de seis horas de prácticas de tiro contra maniquíes de color marrón y ejemplares del Corán. Solo un juego quedará a salvo de la quema pública que Trump ha bautizado como La Solución Final: se trata de un título de estrategia y simulación que Airborne desarrolló hace una década y Activision publicó bajo el título Donald Trump’s Real Estate Tycoon. En él encarnábamos a un agente inmobiliario que debía exprimir el máximo beneficio de comprar, reconstruir, revender y especular con edificios en ciudades como Londres, Nueva York, Los Angeles o París hasta que a partir de la quinta misión entrábamos en una especie de loco duelo ultracapitalista con el mismísimo Donald Trump. El objetivo era ganarle en una competición neoliberal y, si lo hacíamos bien, acabar por hacerle entra en bancarrota. «Es un magnífico juego», explica Trump. «Tiene mi cara en la portada, es un simpático entrenamiento para jóvenes emprendedores con talento y además es un gracioso ejercicio de imaginación y fantasía: a mí nadie puede arruinarme».