Aprovechando el lanzamiento de Cereza and the Lost Demon, exploramos a fondo el personaje que mejor representa el lustre infinito, y los altibajos, de PlatinumGames.

Bayonetta es, como dicen los anglos, larger than life. Es uno de esos personajes que obligan al resto a vivir bajo su sombra; una de esas presencias que se convierten en referencia obligatoria dentro de su género; una figura polémica, por muchos motivos, que a menudo se discute con justo el tipo de falta de perspectiva de lo que es, en fin, larger than life: tan grande que hace falta tiempo y distancia para analizarlo y estudiarlo en condiciones, como se merece.

Hace pocos días se publicó Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon, una precuela o spin-off de Bayonetta que hace saltar por los aires muchas de las certezas que creíamos tener sobre el personaje y su alcance. De ahí que hayamos decidido dedicarle esta semana a Cereza, la Bruja de Umbra, un personaje que nos fascina y que nos ha acompañado durante casi quince años. ¡Se dice pronto! Han sido muchos años de jugar a Bayonetta, a sus secuelas, de seguir sus desarrollos, de estar al día, a veces demasiado, de cómo va la serie y del futuro del estudio que la desarrolla; toca sentarse un momento y poner por escrito algunas de las ideas que han surgido en este tiempo.

A lo largo de los artículos que componen este monográfico intentaremos discernir el porqué de esta obsesión. Se hablará sobre los orígenes de Bayonetta, dentro del estudio que firma sus historias pero también más allá, en su germen, en Capcom o Clover; también se hablará sobre la ética y la estética de Bayonetta, sobre sus formas y también sobre su fondo, buscando una definición de un personaje que a menudo se ha querido definir precisamente por su resistencia a tener límites claros. Por último, y como colofón, analizaremos Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon, la nueva entrega, un cambio de tercio para la serie y para una Platinum que de vez en cuando, quizá más de lo que sus tropiezos nos hacen pensar, sigue demostrando que tiene el lustre que un día, cuando abrió sus puertas, se prometió mantener para siempre.