Nadie es más malvado que un demonio

Avance de Sand Land

Sand Land
ILCA, Bandai Namco / PlayStation, Xbox, PC
26 de abril de 2024


Hace unas semanas acudimos a un evento organizado por Bandai Namco en el que tuvimos la ocasión de ver Sand Land, la película que adapta el manga de Akira Toriyama publicado hace 24 años, y también de probar Sand Land, el juego homónimo que ha desarrollado ILCA. A un mes vista de su lanzamiento, os contamos nuestras primeras impresiones después de haber recorrido sus desiertos —¡y sus praderas!— durante tres horas, tiempo suficiente para profundizar en los puntos fuertes del juego, seguramente con más éxito que la ventana de oportunidad que supuso la versión de prueba publicada hace unos días.

Toma de contacto

La primera parte de Sand Land que pudimos probar corresponde con los primeros compases del juego, una forma idónea de acostumbrarse a los controles básicos de las distintas secciones jugables; a saber: combate a pie, utilización de vehículos y fases de sigilo. Se trata de una fase tan temprana que aquellos jugadores que se aventuren a enfrentarse con algún dinosaurio más grande de lo habitual a puñetazo limpio quizá encuentren un muro infranqueable; una sencilla lección de la importancia de los vehículos para la supervivencia en el desierto.

No tardamos en toparnos con un combate necesario para continuar la trama, un enfrentamiento contra unos bandidos que nos tienden una trampa que arruina nuestro medio de transporte. Es el momento de habituarse a los ataques rápidos y fuertes de Beelzebub, el protagonista de Sand Land —bastante más protagonista en el juego, más adelante retomaremos esta idea—, cada uno asociado a un botón, también disponemos de una esquiva bastante ágil con uno de los gatillos y el clásico salto con el botón inferior, X en el caso del mando de PlayStation 5. Un sistema de combate sencillo, ideal para repartir unos cuantos mamporros entre enemigos poco exigentes, salvo que nos hayamos quedado sin agua con la que recuperar la barra de vida. ¿Recordáis aquel dinosaurio más grande de lo habitual de antes? Puede que cruzarnos en su camino nos haga afrontar este combate como si de una no-hit run se tratara al comenzar el enfrentamiento a un toque de vida. Puede.

El potencial del combate va más allá de lo que pudimos catar en este primer encuentro, ya que los dos aliados que nos acompañan aprenderán habilidades de apoyo a lo largo del juego, algunas con cierta utilidad en combate. Además, Beelzebub —Beelze para los amigos, Belcebú en castellano o príncipe de los demonios si nos referimos a su título— también aprenderá nuevas técnicas que podremos ejecutar con la combinación de dos botones, movimientos con la capacidad de infligir un daño mayor.  Es una parte del juego que necesitamos conocer más a fondo, porque tras la sesión de juego no pudimos explorar bien la aportación de Thief, el demonio que acompaña al protagonista en esta aventura, y el Sheriff Rao, quien acude en busca de la ayuda de los demonios al inicio de la historia, más allá de su participación en la trama.

Al quedarnos sin coche con el que recorrer el desierto, como ocurre en Sand Land, toca conseguir un nuevo medio de transporte; Thief se enfunda su cómico disfraz y da paso al tutorial de las fases de sigilo. Con un gatillo podemos caminar agachados y en silencio mientras observamos el estado de los iconos que flotan sobre los enemigos que pueden descubrir nuestra posición; esta señal puede ser de distintos colores en función del riesgo que corremos de ser descubiertos. En la práctica resulta bastante sencillo, para el ladrón que acuda a su misión armado de paciencia, recorrer la zona en busca de los objetos que necesitamos tomar prestados sin intención alguna de devolverlos más adelante.

Poco después nos encontraremos con una sección de sigilo algo más estimulante, tanto por el tipo de escenario (dentro de una base militar con algo más de verticalidad) como por la cantidad de enemigos y sus patrones de movimiento. En esta fase controlamos de nuevo a Beelze y podemos dejar fuera de juego a aquellos enemigos que pillemos desprevenidos por la espalda. De esta incursión saldremos pilotando un tanque que arregla Ann, una rebelde a la que liberaremos de su celda; la aparición de este personaje implica distanciarse del argumento original de Sand Land, pero, al igual que en la serie estrenada este mes, es necesario para conectar la historia con su segunda parte.

Rumbo al bosque

Tras esta misión dimos un salto a una sección bastante más avanzada. Tras terminar la historia de Sand Land, el juego continúa con una nueva aventura para Beelzebub y sus dos acompañantes —es una pena que no se sientan tan relevantes como en la película, aunque quizá se deba que controlamos sólo a uno de los tres personajes—. Para poder poner rumbo al segundo mapa del juego tendremos que atravesar una zona muy amplia de desierto que, si no llevamos cuidado, puede terminar por engullirnos y dirigirnos hacia destinos indeseados. Por sencillo que parezca el terreno, nada más engañoso que un mar de dunas.

Para este viaje ya contamos con cuatro de los cinco vehículos que ofrece Sand Land: el tanque, lento pero resistente y con una potencia de fuego envidiable; un robot bípedo, una suerte de AT-AT de Star Wars descapotable; un aerodeslizador que nos resultará imprescindible para atravesar el nexo entre los dos mapas; y una moto como la de Bulma en los inicios de Dragon Ball, el mejor vehículo si lo que buscamos es velocidad. Si optamos por montar en moto, cambiando de vehículo al instante o desplegándolo mediante una cápsula si vamos a pie, Thief y Rao se subirán al coche del inicio del juego para seguirnos. No obstante, si el desierto se torna demasiado complejo por su orografía o la presencia de criaturas y enemigos armados, siempre podemos recurrir al viaje rápido a cualquier punto de abastecimiento en el que hayamos parado antes.

Una vez alcanzamos nuestro destino nos encontramos con una serie de puzzles de palancas en los que jugar con el nivel del agua tanto a pie como sobre nuestro aerodeslizador. Es fundamental recordar la posibilidad de cambiar de vehículo en todo momento, si la superficie sobre la que nos encontramos lo permite, para que nuestra travesía por esta suerte de templo subterráneo sea placentera; en unas zonas determinadas encontraremos varios cocodrilos gigantes que, con el vehículo adecuado, no suponen una gran amenaza. Esta zona termina con un jefe final que se puede complicar si no echamos manos de los recursos a nuestra disposición: cuando estamos dentro de un vehículo podemos acceder con la cruceta a una serie de objetos que nos otorgan vida o ciertas ventajas momentáneas en combate.

Tras esto podremos conocer las verdes praderas de Forest Land, un mapa igual de grande que el primero, escenario de una trama tan amplia como la que conocimos en Sand Land. Aquí el personaje de Ann gana peso, nos uniremos a un grupo rebelde que se enfrenta al ejército real del país, encabezado por el clásico malo malísimo de escasa estatura, bien acompañado por la clásica mole de músculos de hierro que evidencia el salto de nivel de la situación y la necesidad de que nuestro protagonista mejore si quiere enfrentarse a tal amenaza. No pudimos conocer mucho más de la historia —es la parte que queda por estrenar del anime en Disney+—, pero sí afrontar una misión más antes de dar otro salto temporal: un agradable paseo en moto por caminos repletos de curvas en las que derrapar, una infiltración más larga y compleja que las anteriores y un nuevo vehículo bastante divertido que puede recordar al robot que utilizaba Pilaf en Dragon Ball.

Cachivaches y roboces

Sin darnos cuenta habremos pasado de recorrer un sótano agachados, con una música de tensión genial, a golpear salvajemente otro robot a puñetazo limpio. De vuelta a la base rebelde podremos trastear con las posibilidades de customización que ofrece el juego, tanto estéticas como de mejoras sustanciales para el desempeño de cada vehículo. Se trata de otra parte del juego en la que tenemos que profundizar cuando probemos el juego completo, pero en esta ocasión sí pudimos recoger alguna pieza tras derrotar un tanque enemigo, un cañón mejor que el nuestro que podemos reemplazar por ese trofeo que demuestra nuestra victoria en batalla.

El siguiente salto nos llevó a una misión que tenía cierto olor a recta final del juego. En ella, tras un par de cinemáticas, debemos acudir a cierta zona de Sand Land en la que necesitan nuestra ayuda para frenar a las fuerzas enemigas. Es una ocasión ideal para combatir con todo lo que tengamos y una experiencia similar a lo que pretendía mostrar la demo pública que se liberó hace unos días. Las posibilidades de combatir sobre ruedas son constantes, tanto por las misiones del juego como los encuentros que podemos forzar al recorrer el mapa; por suerte, los enfrentamientos con vehículos son más estimulantes que la lucha a pie.

No tuvimos tiempo de explorar la parte final de esta sesión, pero sin estropear la sorpresa para quien decida jugarlo podemos decir que es una oportunidad idónea para quien desée exprimir aún más el juego. Algo que podremos hacer a partir del 26 de abril en PC, PlayStation 4 y consolas de nueva generación. Pese a que los personajes secundarios pierden algo de fuelle respecto a la película —puede que también influya el idioma, las voces originales tienen más carisma que los actores de voz en inglés, al menos en esta ocasión—, el encanto de la historia se mantiene intacto. Al corazón que le puso Akira Toriyama a Sand Land hace casi un cuarto de siglo se añaden las fases de sigilo y una serie de vehículos capaces de elevar el entretenimiento que puede ofrecernos Sand Land. Se trata de una propuesta muy concreta que puede recordar a ciertas experiencias de PlayStation 2 por el tipo de diversión que ofrecen sus misiones, un juego con un público objetivo concreto que demuestra que Bandai Namco le tiene pillada la medida a las adaptaciones de manganimes al videojuego. 

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.