Una pequeña consideración sobre Kinect

Es difícil dar una valoración sobre la conferencia de Microsoft en este E3 de 2010. Por un lado, poquita cosa nos arrancó sinceros aplausos (o exclamaciones en las ventanas de chat, en caso de que estuviéramos en casa viéndolo por streaming —como fue, por otro lado, mi caso: sólo hacía un ejercicio de abstracción poniéndome en el pellejo de Pep—), pero por otro se presentaron muchísimas cosas: un porcentaje altísimo de lo que vimos era inédito, y aun con todo mucha gente parece decepcionada. Yo mismo estoy decepcionado: ninguna de las novedades que vimos estaba dirigida a mí, al jugador de videojuegos al que le gusta, valga la redundancia, jugar a videojuegos. Aunque el target es bien otro, lo cierto es que regalar consolas para maquillar el hecho de que has tenido a la prensa especializada viendo a gente hacer el ridículo durante el 70 % de tu conferencia no es el mejor camino a seguir. Efectivamente, me estoy refiriendo a Kinect y su lógico pero descorazonador protagonismo. Partiendo de la base de que ninguno de los juegos para Kinect que presentaron y que estarán disponibles el mismo día de su lanzamiento me interesa lo más mínimo más allá de la pura curiosidad (incluso Child of Eden, que es muy bonito y tiene muy buena pinta, lo tiene difícil para hacer que algo controlado a base de movimientos consiga llegar a tener la consistencia de un juego controlado con un mando), me queda la incertidumbre de si la otra gran función de Kinect, el control de menús vía voz y movimiento, va a pasar de la anécdota sin pegarse un monumental batacazo. Curiosamente, este control de menús parecía realmente trabajado, bien pensado y con un diseño de usabilidad muy medido, pero por desgracia tiene un competidor muy fuerte y, además, muy evidente: de nuevo, el mando.

Llegar del trabajo y ponerse a bailar sardanas para que los Avatares vayan en canoa o tener que HABLAR con la máquina para escuchar un poco de música será gracioso la primera, la segunda, la décima vez; pero cansará muy pronto.

Kinect nos propone utilizar nuestra voz y nuestras manos para utilizar los menús: hablando podemos hacer que la música se reproduzca y con nuestras manos podemos explorar el contenido de Netflix, pero a la hora de la verdad no hay tantas cosas en las que Kinect supere al mando. Se me ocurre por ejemplo decir una serie de palabras para acceder a zonas particularmente escondidas (‘configuración idioma’, por ejemplo, para ir a esa pantalla concreta), pero aun con todo gastarse un dinero para poner la consola en inglés más rápido no parece una buena inversión. La navegación con las manos no parece ni tan ágil ni tan cómoda, con lo que de nuevo el mando gana. A la hora de la verdad, todo este asunto es muy Minority Report y muy vacilón pero ahí se queda: llegar del trabajo y ponerse a bailar sardanas para que los Avatares vayan en canoa o tener que HABLAR con la máquina para escuchar un poco de música será gracioso la primera, la segunda, la décima vez; pero cansará muy pronto. No era necesario tanto tiempo para enseñarnos lo que no queríamos saber: que Kinect será el sello de Microsoft para ese tipo de juegos por los que el catálogo de Wii es objeto de mofa. Los usuarios más amantes de Xbox deben de tener un auténtico conflicto en su cabeza: tantos años riéndose de Wii Sports y ahora Microsoft hace el mismo movimiento y ni siquiera camufla el nombre demasiado. Ahora podemos pensar: Kinect es una opción, no una obligación; puede ser un buen complemento para algunos juegos. Eso está muy bien, pero como jugadores no podemos engañarnos de esa forma: Microsoft lo ha vendido como el plato principal, y por eso su conferencia ha sido tan desastrosa. La (r)evolución en el videojuego no vendrá dada por la forma de controlarlo, sino por los mismos videojuegos; Kinect y Move deberían ser, efectivamente, complementos, pero la forma en que lo han presentado ha dado la impresión de que Microsoft apuesta demasiado por esta tecnología, hasta el punto de darle tanto protagonismo en una feria dedicada tradicionalmente a jugadores mucho más ortodoxos: pocas madres, abuelas y niñas asiáticas de 5 años hay en las filas de la mayoría de revistas especializadas en videojuegos.

Miedo me da esta apuesta cada vez más evidente de todo el mundo por el control por movimiento, porque los recursos no son infinitos: ya ha pasado con Rare, que han pasado de hacer algunos de los mejores juegos del mercado a dedicarse a hacer las moñadas menos interesantes.

. Black Ops, Metal Gear Rising, Gears of War 3, Halo: Reach y Fable III: sólo cinco juegos (más un teaser de ese proyecto de Crytek tan rollo Gladiator) para una conferencia que palidece en comparación a la del año pasado, sí, pero que tampoco brillaría con ninguna luz propia si no nos acordáramos de 2009. Y viendo la integración de Kinect en Forza 3, bueno, es un extra, pero si ese esfuerzo lo aplican a un juego que esté en desarrollo en vez de a actualizar uno con un tiempo en el mercado, es posible que repercuta en otros aspectos. Miedo me da esta apuesta cada vez más evidente de todo el mundo por el control por movimiento, porque los recursos no son infinitos: ya ha pasado con Rare, que han pasado de hacer algunos de los mejores juegos del mercado a dedicarse a hacer las moñadas menos interesantes. Está claro que los juegos hardcore no dejarán de existir; 2010 ha sido, en lo que se refiere a juegos, quizá el mejor de lo que llevamos de siglo. Sin embargo, por más que quiero pensar que no pasa nada, que el control de movimiento es sólo un plus, un extra, un algo que no me va a afectar con jugador, lo cierto es que cosas como la conferencia de Microsoft me hacen tener miedo. Ya veremos si Sony consigue venderme su Move (y de paso todo lo gestual) mejor que la competencia.