No hay historia que se construya en el vacío

Cuando un juego nos enseña las costuras

Elena Cortés Alonso reflexiona sobre el componente metaficcional de Welcome to Elk y la posible intencionalidad de los creadores.

«Las historias inventadas pueden volverse
tan reales como las que han pasado…
si las cuentas las veces suficientes»

—Welcome to Elk

No hay historia que se construya en el vacío. Todas, sin excepción, se hallan atravesadas por vivencias, referencias y transformaciones que las moldean y determinan de manera inevitable. Porque para escribir una historia es necesario vivir y no como un tópico que incite a mitificar la labor de creación sino porque toda idea se erige en torno a conceptos y aspiraciones que están predeterminados. A veces son experiencias vitales que quieren plasmarse, en otras ocasiones son una acumulación de conductas y situaciones observadas o puede que sencillamente se quiera imitar un modelo que ha funcionado de forma exitosa, o una mezcla de todas estas causas.

Así, la creación de todo artefacto cultural tiene un proceso detrás que, de manera general, queda invisibilizado en el producto final. Por poner algunos ejemplos, algunos procesos creativos pueden resumirse en periodos de documentación detrás de una pantalla y viajes de campo sumados a todo un aparataje editorial, como podría darse en la escritura de una novela, o también puede remitir a un equipo de personas trabajando cada día para darle forma, como es el caso del videojuego.

Respecto a este último caso, si bien es cierto que enseñar píldoras de ese proceso es algo normalizado que se suele dar en el contenido extra de un lanzamiento o en los diarios de desarrollo que ofrecen algunos estudios, hacer visible esa realidad en el propio juego es un paso arriesgado si se quiere llevar más allá de los créditos. Aunque tenga vocación de conferir a la historia el recuerdo constante de que hay una realidad mundana detrás de la aventura que estamos jugando, puede resultar también una decisión fallida que entorpezca el flujo del juego.

El equipo de Triple Topping Games

En Welcome to Elk el equipo de Triple Topping Games recoge este guante y da un paso al frente en cuanto a honestidad refugiándose bajo el paraguas de la narrativa experimental. Y es que el juego se presenta, tal y como se puede leer en su web, como «una aventura biográfica situada en una isla como ninguna otra, donde cada personaje con el que te encuentras tiene una historia que contar». De este modo, la isla de Elk actúa como un universo ficcional que se halla atravesado por una serie de hilos construidos a base de historias reales que forman la tela que Frigg, la joven protagonista a la que encarnamos, irá descubriendo durante todo el juego. El eco de esta decisión envuelve toda la experiencia y se reitera cada noche, ya que, cuando Frigg se despierta con una resaca monumental, encuentra un mensaje en una botella que recoge, en verdad, la historia real que inspira el evento que acabamos de jugar.

En este sentido, hay momentos en los que los propios narradores de esos recuerdos se convierten en personajes con los que se puede interactuar y nos asaltarán insertos de entrevistas en vídeo de los protagonistas reales de cada uno de esos hilos que tejen la magia narrativa de Welcome to Elk. Pero no es aquí donde reside, a mi juicio, el mayor riesgo que asume Triple Topping Games, pues lo que me volvió el cerebro realmente del revés fue toparme con fragmentos en audio y en vídeo que registran el propio proceso de creación de Welcome to Elk. Con sus costuras, al aire, sin ningún tipo de pudor o argucia que las terminara de justificar más allá de hacer esa acción explícita en el juego.

No es difícil que vengan a nuestra mente ejemplos de videojuegos que juegan con la rotura de la cuarta pared, de manera que se enriquece la experiencia interactiva y, a la vez, se revela la condición de artificio de la ficción que tenemos delante. El mítico Psycho Mantis de Metal Gear Solid leyendo tu tarjeta de memoria o Lara Croft disparándote en la cara cuando quiere intimidad para tomarse un baño al final de Tomb Raider 2 son ejemplos de momentos aislados en los que se nos interpela directamente pero de manera anecdótica. Por su parte, otros títulos como Stanley Parable integran este hecho en la narrativa y la inclusión de este concepto actúa como piedra angular de la experiencia. Pero no es exactamente eso lo que hace Welcome to Elk. Es algo más.

Se podría considerar que va un paso más allá porque no se conforma con romper la cuarta pared para recordarnos que lo que refleja tiene vocación de real sino que también deja al aire las entrañas del juego como objeto. La decisión de incluir estos metacomentarios sobre el proceso de desarrollo provoca que la percepción del relato dé un giro que sobrepasa la anécdota aislada y extiende sus tentáculos por el resto de la vivencia. Así, esta decisión también tiene sus repercusiones en los caminos que recorremos en Elk en cuanto al sentido de su estructura, pues su narrativa se antoja construida a retazos cosidos a puntadas que pueden llegar a ser bruscas y desiguales pero que, a pesar de ello, soportan toda la tensión del relato. Esta creación danesa decide enseñarnos parte de sus costuras a sabiendas de que una decisión así influirá tanto en la aprehensión de les jugadores como en el discurrir del discurso que pretenden construir.

Aquí comienza mi cerebro a echar chispas. Al final, el resultado parece una suerte de retales zurcidos que funcionan a pesar de carecer de completitud y asomarnos a las entrañas del proceso creativo también enfría —y nunca mejor dicho en un juego en que los personajes beben sin conocimiento para combatir las temperaturas bajo cero— la sensación de inmersión. Como jugadora no siento que una decisión así haya resultado fallida pero he de admitir que estos insertos de realismo me provocan cierta incomodidad. Para mí, acaban resultando una suerte de parón en la diégesis que me transporta a un lugar que no sé muy bien cómo definir. ¿Qué lugar es ese al que me lleva Welcome to Elk, que incomoda pero no molesta?

Siento que es hacia ese mismo lugar al que se dirige Frigg al final del juego, cuando avanza hacia el muelle donde desembarcó apenas unos días atrás y se va topando con todos los personajes que ha conocido despidiéndose de ella. La pobre Frigg no entiende nada porque de veras piensa que volverá al pueblo en cuestión de horas. Pero sus nuevos amigos y amigas le desean suerte y la animan a que siga escuchando todas las memorias que lleguen hasta ella. «Las historias que prolongan demasiado su estancia no suelen ser las mejores», nos dirá un vecino, dejándonos claro que es la hora de marcharnos de este relato tan extraño. Así que seguí avanzando de la mano de Frigg, con confusión y con ganas a la vez de ver lo que me depara la última puerta.

Las sensaciones que me deja este juego van desde la fascinación hasta la falta de comprensión respecto a un sentido unitario. Igual que ninguna historia se construye en el vacío y está atravesada por diversas circunstancias, se me queda zumbando el porqué de haber visibilizado el proceso de creación en el contenido del propio juego. Me sobrevuelan algunas ideas: hacerlo real, revestir la sensación de que estamos asistiendo a una construcción biográfica, tan biográfica que los desarrolladores y desarrolladoras quieren dejar constancia de que, como en cualquier otro artefacto, ellos y ellas también estuvieron allí. Pero esos centímetros que me separan de asir una certidumbre que me satisfaga son los que me crean esa incomodidad a la que hacía referencia antes.

Es esa incomodidad, de todas formas, la que despierta una curiosidad que es semilla de las preguntas que vehiculan este artículo. Porque en mí no vibra el enfado ni la decepción ante la falta de un significado completo; no creo que la narrativa esté coja ni me perturban esos retales reforzados por las costuras del reflejo de lo real. Es difícil que hoy en día un videojuego nos aporte algo que sentimos como novedoso y no como trampa, y Welcome to Elk lo ha conseguido cometiendo la elección valiente –de nuevo, a mi juicio– de incorporar sus entretelas a la experiencia jugable.

Así que en ese hueco entre mis dedos y la certeza es donde decido quedarme a descansar a pesar de que no termine de comprenderlo del todo, como le ocurre a Frigg. Porque al final se arraigan en mí las vivencias que vertebran mi propia historia como jugadora y al atice de todas estas preguntas sí que acuden las brasas de una verdad: mis horas en Elk han conformado una experiencia que ningún título me había brindado jamás.

Periodista y escritora de ficción y de lo que le echen. Le gusta dar chapas sobre memoria cultural, y a veces guioniza videojuegos. También co-dirige Terebi Magazine y es adicta a las historias que cuentan los juegos indies.

  1. JT'Salas

    Ojalá sea el primero de muchos textos en Anait, Elena. Me ha encantado tanto en forma como en fondo. Menuda gozada leerte.