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2019 en juegos: Hypnospace Outlaw

2019 en juegos: Hypnospace Outlaw

En Hypnospace Outlaw asumes el rol de vigilante del hipnoespacio, una suerte de internet al que se accede colocándose una cinta en la cabeza mientras duermes. El primer choque de este brillante juego de investigación está precisamente en la tecnología ficticia sobre la que se sustenta su ficción: su gran propuesta, que en los vídeos promocionales (tanto del juego como los del propio hipnoespacio que se te presentan a modo de tutorial) se resume con el terrorífico what if «¿Y si pudieras navegar por internet mientras duermes?», solo puede existir en un 1999 alternativo en el que los horrores de internet, cada día más visibles, todavía no han atropellado o anulado el infinito potencial emancipador de una tecnología que proporciona acceso sin restricciones a todo el conocimiento universal. Es el primer tema de conversación de un juego cargado de ideas: en ningún año 2019, por alternativo que fuera, querría nadie estar en internet también mientras duerme.

Como guripa del hipnoespacio tu tarea consiste en investigar y poner fin a los casos de piratería, estafa y otros abusos que tus superiores te van encargando. Nadie quiere ser policía de internet. Hay algo en la misma esencia de internet que exige que no haya barreras ni cortapisas a la libre circulación de ideas y contenidos. Si se puede traducir en unos y ceros, se puede copiar de manera ilimitada. Un mp3 es un conejito. Napster es una tienda de animales. A nadie le gustan las tiendas de animales. Por fortuna, tanto el propio juego como su mismo título te avisan de que hay cierto forajidismo a la vista, aquí representado no solo por la gente que infringe, a menudo sin malicia, las leyes del hipnoespacio sino también en la figura de uno de sus creadores, uno de esos informáticos del primer internet que en el fondo se saben derrotados moralmente por haber hecho del mayor invento de la humanidad un centro comercial controlado por macroempresas.

Como Dropsy, el anterior juego de Jay Tholen, la peculiar estética (el juego se desarrolla, convenientemente, en un sistema operativo falso, sus distintas aplicaciones y, claro, su navegador; la baja resolución y el diseño a lo GeoCities de las webs que visitas, referencia a ese primer internet hecho en gran medida por aficionados y entusiastas, rematan la ambientación pre-año 2000) no tapa sino que incluso realza la dignidad y humanidad de este cibermundo; cuanto más lo exploras, cuanto más te interesas por él como algo vivo y que existe más allá de la relación que tu tarea de Policía Poli te obliga a tener con él (una sensación más reconocible cuanto más «en internet» trabajas), más quieres ser de ahí: más tierno y más auténtico te parece justo lo que tus jefes intentan anular.

Puede ser una experiencia dura (lo fue para mí; pocos de estos «juegos de sistema operativo falso» me entran bien, precisamente porque les falta el «game feel» que sí tienen los sistemas operativos de verdad) pero en última instancia es provechosa por la reflexión a la que invita, tan pertinente en nuestro 2019 como, a mi parecer, necesitaba un juego como Hypnospace Outlaw. No tienes una cinta en la cabeza para hacer productivo el tristemente —te hacen creer— improductivo tiempo de descanso que pasas en la cama, pero sí tienes el móvil al lado analizando la calidad de tu sueño, quizá para que una aseguradora le chive a tu empresa si estás durmiendo lo suficiente. Hypnospace Outlaw te anima a reflexionar sobre la medida en que queremos que internet sea una herramienta de vigilancia, un espacio de control y perpetuación del poder.

Bibliografía

Un valioso texto de calei2copi0 sobre las contradicciones de Hypnospace Outlaw.

En Rock, Paper, Shotgun, una reseña que captura bien las sensaciones que transmite el juego.