Análisis de RACE Pro

Adoro los coches. Y adoro los deportes de motor, sin excepción. Eso incluye la NASCAR, con sus Billy Bobs y sus Earls y su relajada postura ante los vínculos sanguíneos y las banderas confederadas. No hay para mí fragancia más delicada que la de los hidrocarburos refinados —solamente dos gotitas tras las orejas—, ni atuendo más elegante que un mono de mecánico de la extinta Minardi. Y ahora que Adriana Lima se nos ha casado creo que lo único bello y puro que queda en este mundo es, por este orden, el rosso corsa y el DB4 Zagato. Por eso soy fan de SIMBIN. A lo largo de todos estos largos años, grises años repletos de amargura y sábanas gélidas he aprendido a desfogarme dándome de tortazos contra la implacable naturaleza de GTR2. Casi oliendo la goma quemada mientras el V12 aúlla y luchas contra el force feedback para no perder el control en plena salida: es una experiencia como ninguna otra. Sin cuartel ni concesiones —la victoria es más dulce cuanto más sangrienta— pero inmersiva como ninguna otra lo ha sido. Nuestros suecos favoritos rozaron el freno y nos trajeron RACE y RACE 07, que eran y son su versión de un simulador más amable y accesible, para esa gente que, aun buscando una jugabilidad más profunda que la de un NFS, no está dispuesta a dar catorce vueltas al Nordschleife y abandonar en la última porque maldita sea se han roto los faros en un bache y como es de noche no puedes ver absolutamente NADA, mira que es jarcor esta mierda. Gente normal, vaya. Pero eso no quiere decir que tengan razón: la gente normal no es especial, sólo es la mayoría. A fin de cuentas es la que se suscribe al Club Zed, y el conjunto que agrupa a todos los violadores, maltratadores y asesinos de España. «Parecía tan normaaal…», declara la vecina a un aparentemente afligido reportero de España Directo, que en realidad no acaba de creerse que está saliendo en televisión a pesar de su obvia falta de talento. Creo que lo que quiero decir con todo el párrafo anterior es que si prefieres los RACE antes que los GTR eres una mala persona y estás a medio paso de votar a Berlusconi y/o cometer algún crimen pasional. Piensa en ello. Ocurrió entonces que SIMBIN (¿os acordáis? ¿Los suecos de antes?) anunció que iba a llevar a consolas su GTR y la buena nueva llenó de júbilo los corazones de los hombres, sólo para hundirlos un tiempo después con la noticia de su suspensión. ¿Definitiva? ¿Provisional? Quién sabe. Lo que sí sabemos es que aprovecharon su recién adquirida experiencia para adaptar RACE a la consola de Microsoft, lo cual fue recibido con menos alborozo porque a pesar de ser un buen juego, al fin y al cabo no somos de piedra, y ya habíamos sido heridos antes. Aquí, en el corazón (pone cara de pena y se señala el lado derecho del tórax. (Oh, no me digáis que no podría ser guionista de una serie de televisión nacional.)). Y ahora, meses después y tras una introducción insultantemente larga para un estúpido análisis en un blog de medio pelo llega el momento de lo que viene siendo, mayormente, la verdad. (¿Veis? Prime-time de Telecinco, ¡allá voy!) Empecemos por lo peor, para acabar así con un ambiente positivo. Es como hacer el amor: primero te disculpas, y luego haces tu parte con la conciencia tranquila. Te ahorras todas esas lágrimas. A modo de resumen diré que RACE Pro es un juego correcto pero irregular, y quizá insatisfactorio teniendo en cuenta el caché de sus antepasados. Pero sobre todo es un juego mal promocionado. Desde el primer teaser ha sido anunciado como el primer simulador de consola digno de tal nombre. Uno tan exigente, tan complejo y puro como su versión de origen para PC. Pero nos han mentido. Bastardos. Aún no he decidido si se debe a una decisión de diseño o a falta de tiempo/recursos, ya que talento sobra, pero tengo bastante claro que el juego carece de la intensidad competitiva de sus primos. Si los has probado notarás que esta versión para consolas no te exprime de la misma manera, no te exige lo mejor de ti mismo en cada décima de cada vuelta. En otro juego no sería grave: en éste es pecado capital. No quiero un Morgan Freeman que se limite a sonreírme, paternal, sabio, cuando trazo mal una curva. Lo que quiero, lo que el juego necesita, es que Max Mosley me fustigue por ser tan imbécil. Que me sodomice y me obligue a reiniciar la carrera porque se me ocurrió pisar con una rueda el césped de una escapatoria. Y ya sé que esto no es una opinión popular (quizá por lo de la sodomía, la gente es muy rara), pero es lo que se nos prometió. Real driving, con la asesoría de pilotos de verdad. Lo verdaderamente hiriente no es eso, sino que muchas cosas no están a la altura siquiera del juego que pretende adaptar. La IA es mucho más pasiva que en el original, y sólo se muestra interesada en la carrera cuando estás en el corazón del pelotón; si te mantienes a cierta distancia ves cómo desfilan uno tras otro, sin intentar nada ni meter la pata. Para colmo de males no son excesivamente rápidos. Incluso en el máximo nivel de dificultad tienes un margen de un par de segundos con respecto a una vuelta ideal, algo más que suficiente, excesivo. Así que debemos suponer que cuando hablaron de los pilotos de verdad que colaboraron en el desarrollo se referían a Scott Speed, contra los Tarquini y Montoya de GTR2 o Race 07. Jajaja, eso ha sido un chiste oscuro para los amantes del motor. Estoy seguro de que alguno lee Anait. ¿Verdad? ¿Verdad? La indolencia de SIMBIN salta a la vista en otros aspectos. En los triviales, la presentación. He visto EREs ((TÚ, miembro de un desafortunado 30% del personal: a la puta calle.)) más personales y cálidos que los menús de RACE Pro. Pero también he visto escombreras más bonitas que sus gráficos. Se ven vacíos y carecen de detalle, además de ser muy parco en filtros y efectos visuales. El sonido parece adecuado aunque seamos sinceros, todo suena igual por los altavoces estéreo de mi gloriosa tele SD, y la variedad de coches y circuitos está lejos de impresionar pero es suficiente. De justicia es mencionar que cada uno se comporta de forma completamente diferente al anterior, aportando variedad. Eso los coches; los circuitos tienden a quedarse quietos durante la mayor parte del juego. Así que exclamarás desesperado: ¡zapateta! ((En mi mente todos habláis como Zipi y Zape. A ellos también los odio.)) ¿Es que no hace nada bien? Y yo te diré que sí, sí que lo hace. A fin de cuentas y a pesar de sus errores, sean de mercadotecnia o de diseño, el juego es divertido. Quizá porque el delicioso control, diseñado expresamente para el mando, es el más preciso que hemos visto en años, o porque el manejo de los vehículos sí es herencia directa de los RACE de PC. Ni aun así se salvan por completo de la quema porque los coches se ven demasiado asentados sobre el asfalto, poco dinámicos para lo que nos tiene acostumbrados este estudio, pero es pecata minuta, y apenas empaña una jugabilidad muy sólida. Un bonus inesperado: resulta una buena opción para cualquiera que se atreva con un simulador, independientemente de su nivel o experiencia. Es benevolente (¡Morgan Freeman te ama!), las ayudas funcionan estupendamente y la dificultad está bien graduada, si bien a la baja y mediante los métodos erróneos. Pienso ahora mismo en —autobombo— Top Spin 3. Está plagado de errores, y puedes afirmar sin temor a equivocarte que no hay un solo jodido apartado que no presente algún fallo importante. Pero poco importaba al final porque su jugabilidad, retorcida y pejiguera como podía llegar a ser, también era infinitamente adictiva. Y lo último de SIMBIN funciona exactamente igual. Podría ser mejor (podría ser mucho peor), pero si te gustan los simuladores tendrás que comprarlo, y acabarás disfrutándolo. Aunque sólo sea por la sequía y hubieses esperado más de SIMBIN. Nota: 7