Análisis de Castlevania: Lords of Shadow – Mirror of Fate

El momento en el que Castlevania: Lords of Shadow – Mirror of Fate me hizo clic fue uno de vida o muerte. No es que yo mismo estuviera con un pie en el otro barrio, sino que mi personaje, Simon en ese momento, las estaba pasando canutas por mis errores anteriores: encerrado en un área que requería eliminar a todos los enemigos para continuar y con la barra de vida a un golpe de vaciarse por completo, de mi concentración total y absoluta dependía que el pobre Belmont para salir airoso de la situación.

Fue en ese momento cuando todo hizo clic en mi cabeza: después de un impecable combate en el que me las apañé para no recibir ni un arañazo vi las bondades de un sistema de combate contundente, bien pensado y satisfactorio, me percaté de su peso en relación a la exploración heredada de anteriores Castlevania en 2D y, como ya me pasó con el primer Lords of Shadow, la cosa ya estaba resuelta: resulta que Mirror of Fate es un juego rotundo, tremendamente autoconsciente y que se las apaña para sacar la cabeza y los brazos por la ventana por mucho que el techo que le impone el hardware en el que vive le ponga las cosas difíciles alguna que otra vez.

En Mirror of Fate seguimos a varias generaciones de Belmont que intentan vengar sus tragedias personales, todas ellas relacionadas en mayor o menor medida con Drácula. No es una historia particularmente compleja ni tiene demasiadas pretensiones, pero sí juega bastante bien con varios saltos temporales y con una estructura que sabe mantener el interés argumental a medida que avanzamos y vamos cambiando de personaje. Estos cambios están ligados a la narración, necesariamente lineal y que hace que la exploración del castillo tienda también a la linealidad, a pesar de que el backtracking está ahí para aquellos a los que les guste dar paseos por los escenarios. Para evitar desaguisados, eso sí, evitad leer más de la cuenta sobre el argumento de Mirror of Fate antes de jugarlo: el giro final, aunque menos impactante que en Lords of Shadow, tiene cierta importancia para la trilogía de MercurySteam.

Decía antes que el desarrollo de la historia influía en la exploración del (enorme) castillo, y en eso también tiene algo que ver la forma en que está diseñado. La estructura cuadriculada (planeada originalmente sobre el papel, dibujada a lápiz, nos confesaba hace poco el director del juego, José Luis Márquez) sabe guiarnos de formas más o menos explícitas hasta nuestro objetivo; en el minimapa se nos dice hacia donde tenemos que ir, pero la mayoría del tiempo eso no quiere decir demasiado: el resto lo hace un diseño de niveles muy satisfactorio que orienta sin llevar de la mano ni hacerse evidente, y que recompensa la exploración con coleccionables. Estos caramelos para completistas son de todo tipo; desde entradas del bestiario, donde podemos revisar los modelos de los enemigos, hasta mejoras de la vida y la magia o pergaminos que vienen, además, con doble premio: el texto, que amplía y matiza el universo del juego, y un bonus de experiencia, que siempre gusta.

La exploración no tiene un papel principal aquí, sin embargo. Está ahí, y en momentos concretos de la historia es necesario explorar por exigencias del guión, pero Mirror of Fate es un juego narrativo: quiere contarnos una historia, y le interesa mantener un ritmo que el constante volver atrás y perderse por pasillos y estancias haría imposible; la misma historia, ya digo, le lleva a uno a jugar de un modo muy parecido al que sus creadores han imaginado. Y es un ritmo encomiable: constantemente nos encontramos con jefes finales, secciones con enemigos algo más poderosos o, en un par de ocasiones, puzzles enormes que hacen que no todo sea avanzar y avanzar.

Es en los combates más exigentes donde vamos viendo que el combate tiene un peso merecidamente mayor que la exploración. El listado de combos, aunque ampliable a base de subir de nivel, es desde el principio suficientemente completo como para tenernos ocupados un buen rato memorizando (o recordando de Lords of Shadows) ataques. Dicen que el mejor ataque es una buena defensa; en Mirror of Fate, el mejor ataque es un cadenazo en la boca que acaba con el enemigo partido por la mitad, pero la defensa no es por ello menos importante: aprender a leer los ataques básicos y potentes de nuestros rivales, para bloquear y contraatacar o simplemente esquivar a tiempo para no recibir un golpe imposible de recibir con dignidad, se va haciendo más y más necesario a medida que, precisamente, aprendemos a hacerlo mejor y mejor.

Si algo es Mirror of Fate, ese algo es un juego agradable. El paso al formato portátil le ha sentado de maravilla: se le nota diseñado para portátil, con sus espacios más cortos entre puntos de control y momentos intensos, y poco le falta ni le sobra. Cuando terminé la historia (y desbloqueé el modo de dificultad Extremo) me quedé al 82% de juego completado; llegar al 100% me llevaría algo más de las 8 horas que invertí en la tarea, por tanto. No es un juego corto; sus únicos techos se los impone, en lo técnico, el hardware de 3DS.

Mirror of Fate es uno de esos juegos que aprovechan bien la consola en la que están y que la llevan bastante lejos. Los escenarios, aunque se ven desde un lado, están en 3D y aprovechan el efecto de la pantalla muy bien para mostrarnos diferente información en varios planos de profundidad; hay cosas que ocurren detrás y delante del espacio por el que nos movemos, desde sombras que pasan por delante de nosotros, amenazantes, hasta enemigos que nos atacan desde zonas que se quedan fuera del alcance de nuestro látigo. La cámara sabe moverse de manera muy efectiva cuando ejecutamos a un enemigo o cuando el juego nos quiere recordar nuestra escala mínima en relación con el titánico escenario que estamos recorriendo; en cinemáticas y momentos concretos de algunas batallas contra jefes se comprueba que nada se ha dejado al azar, ni el modelado meticuloso de cada rincón del castillo ni la iluminación que da volumen a todo lo que nos rodea.

Y aun así, algunas veces la tasa de imágenes por segundo es algo más justa de lo que debería: parecen haber encontrado dificultades para mantenerse en las las treinta que eran el objetivo del equipo. No es molesto, porque no ocurre demasiado y porque todo parece pensado una y mil veces para acomodarse al hardware, pero no cuesta mucho pensar qué podría ser Mirror of Fate de existir en plataformas más potentes, con pantallas más generosas y sistemas de sonido menos limitados. Imprescindible jugar con cascos, por cierto, más por la banda sonora que por los efectos de sonido (que dejan al descubierto algunas flaquezas cuando, por ejemplo, caminamos por una zona silenciosa y escuchamos el taconeo de nuestro personaje), pero sobre todo por evitar las distorsiones incómodas de los altavoces de Nintendo 3DS.

Al final, no creo que Castlevania: Lords of Shadow – Mirror of Fate tenga la misma entidad y la misma rotundidad que sus hermanos (el que ya conocemos y el que está por nacer) para sobremesa, pero queda claro que es una pieza importante de la trilogía de Drácula de MercurySteam. Desde luego, es una pieza importante del catálogo de Nintendo 3DS: su primer Castlevania después de que los de la primera DS dejaran el listón muy alto, y en eso Mirror of Fate puede ir con la cabeza bien alta; como Lords of Shadow, es una remodelación bastante aguda de los esquemas clásicos de la serie, una que pone más énfasis en el combate y la narración que en la exploración, aunque se nota el cariño por el pasado y el ojo puesto en reproducir (y homenajear) ciertos usos y costumbres de los anteriores Castlevania. Mirror of Fate es, como Lords of Shadow, un cisma; uno calmado, sereno, pero que, con todo, tiene afán de separación. Es fácil imaginar, tenemos pruebas, por qué Kojima y compañía confiaron tanto en estos demonios extranjeros cuando se propusieron darle la vuelta por completo a algo tan japonés como Castlevania. [8]