Hace dos días, ese maravilloso lunes 29 que muchos no olvidaremos jamás, Pep nos hablaba por primera vez del nuevo shooter en tercera persona que Toshihiro Nagoshi está preparando con SEGA y que llevará por título Binary Domain.
¿Hay ganas de regar con napalm las junglas de Hanoi? ¿Listos para pulverizar al Vietcong en su propia casa? ¿Sí? Pues, qué mejor día para hacerlo que tres días antes de celebrar el nacimiento de nuestro señor Jesucristo, quien de haber nacido en la época adecuada seguramente también se habría colocado el casco con el «born to kill» grabado a cuchillo y se habría liado a tiros con su M16 en pos de cosas tan importantes como la libertad, la democracia y el pollo frito con salsa barbacoa.
Hoy es día de cifras de ventas, por lo visto: Kinect primero, Angry Birds unas horas después, pero siempre, como de costumbre, los números son globales.
Igual estamos un poco pesados con Kevin Butler, pero es que realmente deberían darle una medalla al tipo de Deutsch Inc.
Después de haber sufrido la pegajosa humedad de la jungla sudamericana y el frío criminal nepalí, ahora se dice que Nathan Drake podría meterse en otro marrón de los gordos en la tercera entrega de su saga, Uncharted 3, esta vez con el polvo y el calor abrasador del desierto (¿egipcio, quizá?), volviendo una vez más a hacer su pequeño homenaje a la referencia indiscutible de la saga, que no es sólo Tomb Raider, panda de necios, sino sobre todo Indiana Jones.
Que el bueno al bueno de Toshihiro Nagoshi le apetecía hacer uno de tiros quedó bastante claro cuando presentó esa locura semi-hereje llamada Yakuza: Of the End.
El otro día conversando con Pep en plena debacle intertúbica (ya sabéis.
Digámoslo ya: es malo, pero de algún modo se las apaña para que enciendas la consola para echar una partida más.
Hablando con Pep el otro día, surgió en la conversación el tema de mi, digamos, bloqueo temporal mientras escribía la crítica de Need for Speed: Hot Pursuit, este texto que estáis leyendo. Es difícil hablar largo y tendido sobre algo tan brutal, tan inmediato; aquí juegan las entrañas, no el intelecto. Para los impacientes, ya os lo adelanto: estamos ante un juego de coches muy, muy cojonudo, un arcade de conducción robusto al que pocas pegas se le puede sacar.