
Subid amigos míos, pasad al asiento trasero de mi DeLorean. Vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo a una era más luminosa y caótica donde las ideas y los sueños, por muy locos que fueran, podían hacerse realidad: los años 80. Las máquinas
arcade aún están en la cima de la popularidad y su relativa simpleza hace que aún no se vean como un elemento perversor de mentes juveniles, si no más bien como juguetes sofisticados ((También ayudaba el hecho de que en esa época estaban más preocupados por la circunstancia de que sus hijos pudieran meterse ración y media de jaco en vena, lo cual ponía a los videojuegos en una clara posición de ventaja en lo que respecta a peligrosidad.)). Es 1984 y un productor de cine se percata de que ese tocho rectangular encima del cual se acaba de preparar y meter su último tiro de farlopa es, de hecho, un guión. Lo toma en sus manos y lee el título:
The Last Starfighter. Rápidamente comienza a pasar páginas y comprueba que no es más que un pastiche de clichés
sci-fi regurgitados en un texto que plantea un argumento sencillo, con personajes no demasiado profundos y diálogos que solo sirven para justificar lo que va a pasar en la siguiente escena. Los ojos del productor brillan; será un éxito. Y joder si lo fue. Aunque la crítica al principio no se mostró entusiasmada con
The Last Starfighter, su popularidad derivó en la creación de una novela de la película y una miniserie editada nada más y nada menos que por Marvel y escrita por Bill Mantlo ((Principal guionista e impulsor de la creación de las series de Micronautas y Rom, además de padre del dúo heroico
Capa y Puñal (
Cloak & Dagger, en el original).)). También se prepararon varios videojuegos basados en la película, aunque desafortunadamente o no llegaron al mercado, o llegaron modificados y con otro título. Con el paso del tiempo el filme se convirtió en una obra de culto que acompaña los recuerdos de la infancia de millones de personas. Y hasta aquí bien pero, ¿por qué nos acordamos de ella 25 años después de su nacimiento? ¿Qué es lo que hizo que se convirtiera en una película de culto, venerada con el paso de los años hasta el punto de haberse prometido una secuela para 2010? ¿Qué coño tiene que ver con los videojuegos?
The Last Starfighter narra la historia de Alex Rogan, un pobre
redneck del medio oeste americano que vive en un parque de caravanas con su madre y su hermano pequeño. Sueña con mudarse a la ciudad con su novia y entrar en la universidad. Mientras tanto mata el tiempo jugando a un
arcade
Starfighter en el que, ostentando el puesto de artillero
Starfighter deberá, y cito textualmente, «defender la frontera de Xur y la armada Ko-dan». No, no son los de las conchas.

Cinco duros más y me voy a casa, lo juro.
Rogan, después de un día especialmente, como diríamos,
de mierda, decide desahogarse jugando y acaba, sin comerlo ni beberlo, batiendo el récord de la máquina ante la alegría y alborozo de sus vecinos, que al parecer no tienen nada mejor que hacer en día laborable que salir en plena noche a ver como Alex se hecha una partida a las maquinitas. La alegría le dura poco porque al llegar a casa su madre le entrega una carta con la respuesta sobre la concesión de su crédito universitario. En palabras técnicas podemos resumir su contenido en un escueto «te jodes, paleto». Y la historia podría acabar aquí si no fuera porque Starfighter no es una máquina normal. En realidad es un simulador de una nave intergaláctica puesta en la Tierra para buscar reclutas que luchen en una auténtica guerra cósmica. Dejaré de destripar el argumento en este punto para que seáis vosotros mismos los que descubráis el resto de la historia cuando
la veais en Megavideo la compréis en edición 25 aniversario y continuaré explicando cómo el nexo con los videojuegos es mucho más profundo que la mera presencia de un arcade.

El futuro visto desde el pasado.
Objetivamente podemos comprobar que
The Last Starfighter no es una gran película. Como ya adelanté en la introducción, su guión esta repleto de tópicos y es previsible hasta la náusea, sus personajes no son memorables y nada destaca especialmente. Sin embargo estamos ante una de esas ocasiones en que el todo es más que la suma de sus partes, mucho más. Si en lugar de intentar analizar la película como un producto audiovisual pasamos a observar su intencionalidad subyacente, descubrimos que esa anodina historia de combates estelares y héroes que no desean serlo es en realidad un auténtico homenaje a la misma esencia, no ya de los videojuegos, sino del propio acto del juego. Desde el punto de vista educativo se entiende el acto de jugar como el primer acto creativo del ser humano. Ya desde bebés aprendemos a fantasear y a tomar roles imaginarios, a colocarnos en posiciones hipotéticas y manejar distintos puntos de vista para desarrollar nuestra capacidad resolutiva. Aprendemos y nos socializamos jugando, desde que nacemos y comenzamos a balbucear hasta que somos unos viejunos jugadores de dominó. De esta manera soñamos que somos futbolistas, ninjas, soldados o aventureros, y cuando nuestra imaginación se junta con nuestra razón aprendemos a usar un palo como una espada, un trozo de cartón como un escudo, piedras como postes y cuerdas de saltar a la comba como látigos. Según crecemos vamos perfeccionando nuestras fantasías, hasta el punto de que los videojuegos se convierten en el último eslabón de esa cadena de herramientas de apoyo que comenzó cuando juntamos por primera vez nuestros dedos índice y anular para crear el cañón de una pistola.

Ceci n'est pas un vaisseau spatial.
De esta manera
The Last Starfighter no es la historia de Alex Rogan, es la historia de la fantasía humana llevada a la realidad, el niño que quiere ser astronauta y que gracias a su habilidad jugando por tanto, imaginando se convierte en un auténtico piloto espacial. Alex Rogan somos nosotros cada vez que dejamos a un lado la carga de una realidad mundana y decidimos que por un rato
le pueden dar bien por culo al mundo, que yo soy un policía/un vaquero/Goku. El filme puede presumir de ser, junto con
TRON, la primera película en contar con un uso generalizado de efectos infográficos: entornos y figuras 3D generados por ordenador. El año anterior a su estreno había visto la luz
El retorno del Jedi donde George Lucas aún hacía uso de maquetas para representar las batallas entre naves y cruceros de batalla. Sería bueno cuestionarse por qué existiendo entonces cosas como esta:
En
The Last Starfighter nos encontramos con unas escenas en 3D que lucen tal que así:
¿Es que acaso Nick Castle ((Un tipo tan versátil que escribió un corto con John Carpenter, dirigió la adaptación al cine de
Daniel el travieso y encarno a Michael Myers en la mítica
Halloween.)), director de la película, no era capaz de ver lo mal que quedaba en pantalla, a pesar de ser efectos
tó punteros para la época? En absoluto. Lo que sucede es que no le interesa tanto el contar la historia de manera «realista» como el que nos sintamos dentro del videojuego ((No hay más que ver la Flor de la Muerte, el arma definitiva del bombardero
Starfighter y que es lo más parecido que he visto en la vida a un ataque especial de un juego de navecitas.)), generando la ilusión de que hemos cruzado el cuarto muro digital y nos hemos introducido en un mundo donde un simple gañán de parque de caravanas puede ser el mejor piloto del universo sólo porque es capaz de jugar con las suficientes ganas. Por eso los personajes son tan poco profundos; porque son icónicos: el héroe, el mentor, el escudero… Y la historia no es que sea típica, es la aventura que todos quisimos vivir. Un mal acecha a los inocentes y un luchador, arrastrado por las circunstancias, debe alzarse contra él. Seguro que más de uno puede ahora mismo rememorar alguna fantasía infantil que se corresponde punto por punto con todo esto. Por eso
The Last Starfighter nos llega al corazón, igual que los libros de
Elige tu propia aventura o algunos videojuegos, porque nos permite vivir las aventuras que siempre soñamos, aunque sea a través de un
alter ego ficticio que no controlamos del todo y que no es más que un elaborado disfraz cuyo pespunte inicial se dio el día en que por primera vez elevaste una rama al cielo y, subido en un banco con tus amigos, soñasteis con recorrer los siete mares en vuestro barco pirata.
Solo los usuarios registrados pueden comentar - Inicia sesión con tu perfil.
Brillante análisis
sobretodo la parte de los de las conchas.
Desde un punto de vista filosófico la peli es más profunda de lo que podría parecer.
De las 3 q lleváis esta es la más buena, sin salir del hoyo de la mediocridad claro
Peliculón.
Me ha gustado mucho la reseña la verdad.
Se lee rapida y ademas es amena.
La peli la tengo bajada desde hace tiempo a la espera de que mi mujer se pire un finde y me deje solo para poder verla junto con otras que tengo del estilo. :/
Hace relativamente poco tiempo, tras ver el piloto de Stargate: Universe, me acordé de esta película pero no de su nombre… quien lo haya visto imaginará por qué.
Eres un crack Guybrush, en serio, en esta te has salido
Nací en el ’89, y ya se imaginarán que pasaba por el cine y la TV…
infantil?
Así se hace, pequeño saltamontes.
Joder, AMO esta película, y aunque tenía ganas de plantarle una reseña, veo que lo que has escrito supera lo que yo tenía en mente, y con mucho. Felicidades, Guybrush.
Gracias, me alegro de que os haya gustado ^_^