
Red Faction
Ahora que parece que la conciencia social y la reivindicación de los derechos del trabajador o su ausencia son equivalentes a elegir entre Pull&Bear o Purificación García, qué mejor juego para empezar la lista que uno en el que encarnamos a un minero (máxima expresión del trabajo, hombre heroico que combate a la naturaleza en su estado más duro la roca con la potencia de sus brazos y el sudor de su frente) que lucha contra sus superiores, una corporación asentada en Marte (si el juego se desarrollara en Asturias tendría menos tirón comercial; y me parece incomprensible, porque Asturias es infinitamente más turístico que Marte, que además de feo tiene unos accesos malísimos) que aparentemente es malísima. A pesar de que no tiene banda sonora de Ska-P, el trasfondo revolucionario creo que es suficiente como para estar el primero en esta lista. Revolucionario fue también su motor, que permitía deformar el terreno en tiempo real con explosiones y tiros. Esto sonaba mucho mejor sobre el papel que lo que realmente acabó siendo, pero en 2001 éramos muy jóvenes y recibió bastantes buenas críticas. Yo mismo recuerdo haberlo disfrutado bastante, aunque también recordaba haber disfrutado el primer Carmaggedon y resulta que es un juego malísimo.
Tony Hawk Pro Skater
Y de un trabajo viril y salvaje como es el de minero con dominio de las armas de fuego pasamos al polo opuesto, al colmo de la vagancia y el parasitismo: el skate. Los skaters, por si alguien no lo sabe, son esa gente con aspecto de glue sniffers que ensucia nuestras calles con sus monopatines y nos hace más cortas las tardes vendiéndonos costo. Los videojuegos, como atento objetivo que observa lo que ocurre en la sociedad, ha retratado este fenómeno en multitud de ocasiones: mi preferida es la serie Tony Hawk Pro Skater, en la que estos deshechos sociales son pintados como héroes y como ídolos de masas; nada más lejos de la realidad: alguien tiene que parar a estos delincuentes. Lo que sí es cierto es que los juegos, hasta el Underground 2, fueron divertidos a rabiar: jugabilidad extremadamente arcade, situaciones y escenarios cada vez más y más enrevesados y enloquecidos, un elenco de personajes que empezó rozando lo delirante y terminó cruzándolo a cabezazos… Luego les perdí la pista por alguna razón, y aunque las malas lenguas dicen que la serie se ha ido por el mal camino y ahora los juegos son malos yo no escucho ni una palabra y desempolvo la GameCube para echar unas partidillas. Por supuesto, esto no quita que los skaters sigan siendo una amenaza que haya que erradicar. Aunque no se me ha ocurrido ninguna forma efectiva aún, seguir el modelo halcón-paloma podría ser efectivo y divertido para limpiar nuestras calles y poder ir tranquilamente de casa al cafetín para charlar con los amigos sobre literatura sin temer que uno de estos dementes sobre ruedas se nos eche encima, desgraciándonos a nosotros y desgraciando nuestra ropa.
Cuando la Ley de Vagos y Maleantes se queda corta.
Monopoly
A pesar de que el ideal romántico del trabajador manual es llamativo (y todos daríamos lo que fuera por hacernos marineros y que la gente nos recordara como aquel tipo con barba que volvía cada noche de faenar y se emborrachaba en un bar del puerto), ser un terrateniente millonario y vivir rodeado de lujo también tiene su aquél. Hay quien dice que el dinero envilece, que en realidad por muchas posesiones que tengas estás vacío por dentro; yo digo: mejor, así podré meter en ese vacío más dinero. ¡Dinero, dinero, lo que da sentido a nuestros días! Versiones electrónicas del clásico juego de mesa Monopoly hay para todas las plataformas que puedas pensar ((Y que tengas conectadas a alguna televisión en tu casa.)), desde PS2 hasta Xbox 360, y prácticamente todas fallan en lo mismo: son demasiado fieles al juego de mesa. Esta fidelidad puede ser un pro para según qué jugadores y en según qué casos, pero Monopoly no es un juego reconocido por ser el colmo del dinamismo y la velocidad y esas son, precisamente, dos de las características predominantes en el videojuego actual. Los chavales de ahora no tenemos ni puta idea de nada.
Paperboy
Los inicios en el mundo laboral suelen ser duros: empresas de trabajo temporal que te explotan, empleos miserables de los que te avergüenzas u ocupaciones totalmente desviadas de lo que esperabas para tu futuro profesional (y que luego acabas aceptando y llevando a cabo el resto de tu vida por pura resignación y pena) se cruzan en el camino del joven trabajador como poligoneros ansiosos por un pinchazo en el casco antiguo de cualquier ciudad. En otros lugares, en otras épocas, cuando la bondad aún habitaba en los corazones de los conciudadanos y la moral laxa se veía con desaprobación en vez de con jocosidad o ¡incluso! admiración, había trabajos que nuestros chicos podían hacer para ganarse unas monedas sin tener que recurrir a la venta de drogas: preparar y distribuir limonada casera, limpiar el coche del vecino o repartir periódicos por el vecindario eran algunas de ellas. Ahora la limonada estaría desaprobada por Sanidad, el vecino haría fotos eróticas a tu hijo mientras limpia su coche con una manguera y los periódicos… en fin, ¿quién coño compra periódicos en el siglo XXI? Paperboy nos pone en la piel de uno de estos chicos que, a lomos de una flamante bicicleta de paseo y sin avergonzarse de ello ni por asomo, reparte por el vecindario los periódicos, usando para ello el tradicional método del lanzamiento hacia la puerta. La fiereza y emoción de este trabajo, comparable al toreo o al boxeo (esa fiereza y emoción que vista a cámara lenta pone los pelos de punta), se retrata con mucha precisión gracias a la perspectiva isométrica y a lo espectacular de su planteamiento, que no por efectista (esas lápidas en las que se lee RIP PB, estremecedoras; igual las alfombrillas que rezan «get lost», extraños suscriptores del periódico estos, que parecen aborrecer recibirlo) es menos efectivo.
Los Sims
El trabajo no es sólo una cosa que tenemos que hacer porque sí. El trabajo puede ser lo que da sentido a nuestra vida, por ejemplo: trabajamos investigando en un laboratorio como habíamos soñado desde pequeños. Puede ser también uno de los pilares de nuestro día a día: trabajamos para sacar adelante a nuestra familia, para pagarle la ortodoncia a nuestro niño y para regalarle algo bonito a nuestra mujer el día del aniversario de bodas, y llegamos a fin de mes muy justos. También lo que nos paga los vicios, si trabajamos durante la semana para salir los fines de semana y follarnos a estudiantes erasmus a las que invitamos a coca, o también nuestro combustible si lo que somos es unos jodidos maníacos que queremos ir directos a la tumba sin descendencia ni familia pero con un buen puñado de millones en la cuenta corriente, o incluso una puta pesadilla si trabajamos tanto que no tenemos tiempo ni para salir a buscar a una moza recia a la que echar un polvo. Esta multiplicidad de dimensiones del trabajo se aprecian bien en Los Sims, en el que el trabajo condiciona (como en la vida real, cfr. último ejemplo del párrafo anterior) directamente el día a día de nuestro avatar en el juego. Quizá se eche de menos en este sentido (en el que me centraré por no extenderme más de la cuenta) que el carácter de nuestro muñeco se vea alterado en mayor grado por su trabajo (no es lo mismo trabajar en la obra que en AnaitGames; mucho más duro lo segundo), pero aun con todo en Los Sims podemos hacer tantas cosas y el trabajo tiene un papel tan grande como parte elemental de la vida que era imposible terminar sin mencionarlo.
Ser proxeneta: trabajo y placer, al fin juntos.
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«Y de un trabajo viril y salvaje como es el de minero con dominio de las armas de fuego pasamos al polo opuesto, al colmo de la vagancia y el parasitismo: el skate.»
EPIC WIN
«Por supuesto, esto no quita que los skaters sigan siendo una amenaza que haya que erradicar»
¬¬
Los skaters en el fondo son buena gente. Y las skaters son… bueno, deberias ver las que he visto yo en algunos parques de la isla. Solo teneis que verlas de reojo ajustandose los pantalones para que la tension se os dispare. ains, lo que me ha costado no gritar un «MOOOOOOOOZAAAAAAAAAAAAAAAA REEEEEECIAAAAAAAAAAA» en esos momentos…
Chiconuclear nunca lo admitirá, pero él en realidad tiene alma de esqueiter. Se dice que todos los veranos coge el monopatín y recorre un país europeo con una mochila a la espalda, la compañía de su inseparable perro Jaime y nada que perder.
Red Faction, expansion con escenarios de Asturias ¡Ya!
Lo dice un orgulloso carbayon que vive en canarias, pero tiene familia que tiene esa vida. Tony hawks, yo tambien le perdi la vista tras el underground 2 XD.
Hola, soy Andrew Ryan, y tengo una pregunta que hacerte.
Hahaha! Joder, qué buena idea de artículo! xD
Yo, el juego en el que me he pasado más horas «currando» virtualmente era el Shenmue, hay transportando cajas con el toro. Y haciendo carreras con la peña del curro… Yu Suzuki te necesitamos.
Yo el juego en el que virtualmente he currado en el World of Warcraft. ¡Que hartón de hacer recados, joder!
*más he currado
(Cuanto molaría un botón de edit *coff coff*)
Esqueiter es una gran palabra, Heston.
que buen articulo muy divertido xddd
a mi el red faction me gusto bastante, pero aqui me falta algun imagina ser!!
esqueiter, pienso escribirlo asi siempre a partir de ahora