Análisis de Virtua Tennis 2009

Quien a día de hoy no haya probado nunca un Virtua Tennis no merece mi respeto. Lo tendrá igual, porque en Anait somos caritativos como el que más (¡marcad nuestra casilla en la Declaración de la Renta!), pero desde luego nunca recibirá la Visa Oro con nuestros rostros en relieve. Vergüenza debería darte, lector repelente. Aun así te haré una pequeña introducción: Virtua Tennis fue una más de las franquicias deportivas que durante un tiempo publicó SEGA, compañía que por aquel entonces aún se merecía usar las mayúsculas en sus membretes. SEEEEEGAAAAA, gritaban unas voces angelicales mientras un torrente de lágrimas gozosas se precipitaba por mis carrillos hasta morir en la vasta inmensidad de mi vientre. El juego, que a eso iba, vio la luz en Naomi, plataforma arcade de arquitectura similar a la Dreamcast, y posteriormente dio el salto a nuestras casas (y camas) vía dicha consola. Duros tiempos para la economía mundial, que presenció atónita la desaparición de millares de jóvenes que no volvieron a ver la luz del sol desde aquel día aciago ((«Asiago… ¡Asiago algo!», guiño, guiño.)). VT me robo un número incontable de tardes gracias a un control de simplicidad exquisita, con apenas dos tipos de golpeo, y un ritmo endiablado. Puro arcade, un Pong con gráficos en 3D y dos botones de más, o eso es lo que dice todo el mundo en todos los análisis de un Virtua Tennis. Eso sí, incluía un modo World Tour con torneos varios, un ranking parecido al de la ATP y un puñado de minijuegos divertidísimos. Con la excepción de los bolos que tenías que derribar con tu servicio, claro. Ése era cruel en su tercer nivel y su diseñador merece la muerte. Como paquete y a pesar de su presentación cutre, made in salón recreativo, era tan bueno que casi no importaba que incluyera a Tim Henman como un grande de esto del tenis. Tim Henman, por el amor de Dios. La franquicia esparció su semilla por otras plataformas. VT2 pulió algunos defectos del original y añadió tenistas femeninas, lo cual fue recibido con alborozo en primera instancia, decepción un poco más tarde (¡no estaba la Kournikova!) y revueltas populares algo después, cuando se descubrió que ¡oh no!, Tim Henman seguía presente, sin duda tras amenazar de muerte a los desarrolladores. Tim Henman, por el amor de Dios. A pesar de eso el juego seguía siendo exquisito. Después del 2 vino el 3, lo cual no es tan sorprendente como parece si uno lo piensa bien, y de vez en cuando versiones menores que no considero de estofa suficiente como para aparecer en este blog. Tengo que admitir que no he tenido el placer de probar la tercera en profundidad, cosa por la que me disculpo infinitas veces. Qué clase de analista es este tipo, dirán los lectores. El único que acepta cobrar en embutidos, responderán los jefes de Anait. Me encontraba pues el otro día reflexionando sobre la obra de Pynchon, la mirada perdida, a través de la ventana, en un ceniciento callejón invadido por la bruma matutina, cuando el impertinente llanto del timbre me arrancó con violencia de mis cavilaciones. Paquete para moi. En el envoltorio (un sobre no ecológico, que al fin y al cabo son más baratos y la cúpula de Anait tiene su cuartel general en Barcelona) una flamante copia de Virtua Tennis 2009, la última y más next-gen de todas las entregas de la franquicia. Gozo de los gozos, exclamó el niño que llevo dentro, ¡por fin me mandan un juego legítimamente divertido! Pensé incluso en perdonarles el chóped de este mes. Ya. No va a pasar. Mucho me temo que no es demasiado bueno. No suelo hablar en exceso de los aspectos más técnicos de un videojuego. Al fin y al cabo sigo sin distinguir entre parallax mapping y anisotropic filtering, y mi interés por llegar a hacerlo alguna vez es cero. Pero desde luego puedo identificar, y señalar con dedo acusador, una estampa aplastantemente fea de un vistazo. No diré que VT2009 es last-gen, porque todos hemos disfrutado con espléndidas imágenes en juegos clásicos independientemente de su resolución. El de Sumo Digital, en cambio, consigue un admirable equilibrio shaolin entre texturas planas y feas o terroríficamente detalladas y feas sobre modelos poligonales cutres, en su mayoría feos. Podrías enseñar a tu perro a hacer sus necesidades en el váter amenazándole con una visita nocturna de alguno de los tenistas. O, si omitimos a los jugadores reales digitalizados, el tenista. Y es que Sumo Digital ha incluido, de forma completamente gratuita, el editor más limitado jamás visto en un videojuego, el mismo que han usado para crear la miríada de rivales con los que te batirás el cobre en tu ascenso al número 1 del modo World Tour. Algo que tendrás que hacer con un personaje igual a todos ellos, claro. A uno le queda el consuelo de que en pleno partido poco importa la apariencia de tu alter ego, pero entonces tendrás que enfrentarte a una inexistente variedad de animaciones que, sorpresa, no son mejores ni más fluidas que las del juego original (recuerden señores: 1999). Los efectos, las marcas en la superficie de la pista o el movimiento de los tejidos que tan bien lucían en Top Spin 3 no hacen acto de presencia en el de Sega. Y el sonido es peor. En cualquier caso, yo puedo perdonar cualquier ofensa a cambio de una jugabilidad bien diseñada o una buena bolsa de monedas de oro. Por suerte lo primero se mantiene y las partidas, igual de breves, igual de electrizantes, son también casi tan adictivas como siempre. Casi. De la tercera entrega, ésa que apenas he probado, se criticó la exagerada tendencia de los jugadores a tirarse al suelo y rodar para devolver las pelotas a las que llegaban forzados. Lo cual suele resultar, como muy bien sabrán los veteranos, en una devolución inalcanzable y un punto para el rival. En ésta se han excedido en sentido contrario, y en un nivel de dificultad alto llorarás sangre para colarle un puñetero passing shot a un Murray que llega a todo con razonable comodidad y aún le sobra tiempo para colarte un disparo ajustado. Claro que es fácil vencer hasta al más hábil enemigo con un contrapié sencillo. En mis tiempos eso no pasaba, en ningún nivel de dificultad. Pero admito que estoy siendo un poco picajoso y la impresión general es buena. Eso si te mantienes en los partidos y campeonatos de exhibición o el modo online. Porque el World Tour es otro gigantesco despropósito. Lo básico se mantiene, con minijuegos aceptables, una tienda donde hacerse con pijaditas y el ránking mundial que debes coronar para ganarte el respeto de tus seres queridos. La lista, ojo, alberga a 100 jugadores amateur y 150 profesionales. Creo, porque llegarás a la cima en 2034 si le dedicas un par de horas cada día y ganas absolutamente todo lo que juegas, a lo Tim Henman en la cima de su legendaria carrera. La realidad es que te aburrirás mucho antes porque el nivel de tus rivales crece con demasiada parsimonia. Eso significa que para llegar a un punto en el que se te plantee un reto, especialmente si eres, ejem, una institución en el VT como lo soy yo, tendrás que jugar MIL OCHOCIENTOS MILLONES ((Aprox.)) de partidos insulsos contra rivales estúpidos a los que ganas directamente con tu resto. En el enfrentamiento número 250 uno se pregunta ‘¿Por qué?’, sale del World Tour y se conecta al modo online, que te proporciona un reto interesante y sencillo, en la mejor tradición de VT, sin tener que tragar con horas y horas y horas, y horas, de estulticia y tedio. Piensa en un maratón de 150 horas de El súper. Sé que es cruel descuartizar así el esfuerzo colectivo de un estudio como Sumo Digital que, estoy seguro, le guarda cariño a la saga después de tanto tiempo trabajando en ella (o eso, o los miembros del equipo se han hartado de VTs y están perpetrando la maniobra de sabotaje más rebuscada en mucho tiempo), pero las críticas no van por ahí. Virtua Tennis 2009 es un título de bajo presupuesto puesto a la venta a toda prisa sin el menor sentido crítico por parte de Sega y bajo un nombre demasiado querido. Es un insulto de la compañía nipona a una de sus mejores franquicias y, a menos que necesites jugarlo online con algún otro amigo fanático de la saga, una adquisición terrible. Dicho de otra manera: si este juego se llamara ‘Tennis Player Pro’ saldría a la venta directamente en una cesta de saldos, y ahí se quedaría toda la eternidad hasta que, miles de años después de nuestra extinción, una raza más inteligente desenterrara una copia y decidiera que nos lo merecíamos. No puedo decirte lo que debes o no debes hacer con tus 60€, pero aquí va mi sugerencia: cómprate el Braid varias veces. Oh, y tu entrenador en el juego es Tim Henman. Tim Henman, por el amor de Dios… Nota: 5