El amor es una cuestión de tiempo

Análisis de Half Past Fate

Análisis de Half Past Fate

Una de las claves dentro del resurgir de la comedia romántica se encuentra en el rechazo que las nuevas producciones manifiestan hacia la mayoría de los cánones del criticado amor romántico. En las rom-coms clásicas, el amor es sinónimo de felicidad, el suceso más importante de nuestras vidas, por el que, no importa lo que cueste, merece la pena luchar. Y aunque en las comedias románticas modernas también es más que probable —aunque no seguro— que la chica y el chico acaben por ceder y terminar juntos, el género se ha plegado hacia nuevas ideas y nuevas formas de contarlas para abrirse a historias de rupturas, finales agridulces e incluso la aceptación de que, en muchas ocasiones, el cariño que necesitamos puede encontrarse en nuestros hijos, padres, hermanos o grupo de amigos. Sin embargo, incluso en aquellas historias que recurren a elementos fantásticos o más propios de la ciencia ficción permanece constante la idea de que para iniciar el amor se necesita una chispa. Y que, lejos de prender de manera espontánea, los encuentros más importantes están planeados por el destino, una idea tan esperanzadora como controvertida que ha pasado de las historias al imaginario popular.

En el ensayo parcialmente autobiográfico El algoritmo del amor: Un viaje a las entrañas de Tinder la periodista francesa Judith Duportail disecciona en profundidad el funcionamiento de la plataforma de citas para descubrir, entre otras cosas, que su diseño base potencia ciertos comportamientos machistas asentados en la sociedad como la idea de que los hombres siempre prefieren mujeres más jóvenes, con una educación inferior y con un menor poder adquisitivo. Sin embargo, la popularidad de Tinder es incuestionable y afecta por igual a personas de diferentes ideologías y formas muy diversas de enfrentarse a la vida. El secreto (o al menos uno de ellos) se encuentra, según Duportail, en el enorme esfuerzo que los creadores han puesto en simular el destino. En hacernos creer, mediante una ilusión, que el match que acabamos de encontrar no es es otra cosa que una señal, un evento hace tiempo predestinado y una invitación a una nueva aventura. Nos gusta creer en el destino porque nos da seguridad. Porque nos da una una excusa con la que justificar alguna de nuestras locuras. Por amor, la ficción y la realidad se retroalimentan. Y, en ocasiones, la mano del destino es una mentira muy bonita con la que jugar.

En Half Past Fate tenemos tres parejas, pero ninguna de ellas está junta en el momento de comenzar. Por un lado tenemos a un joven emprendedor y a una prometedora directiva cuyas ocupadas vidas dejan poco margen para buscar el amor. El polo opuesto lo encontramos en dos amigos, estudiantes de arte, que nunca parecen estar solteros y disponibles y cuando el otro los necesita. Por último, un encuentro fortuito entre un aficionado a los videojuegos y una becaria, experta en té, acaba en un desastre que solo un gran gesto romántico podría solucionar. Los personajes y las situaciones propuestas en Half Past Fate abrazan abiertamente los tropos y los estereotipos asociados a las comedias románticas de los años 90. Sin embargo hay un twist. En vez de descubrir las historias de manera lineal, los desarrolladores nos entregan pequeñas escenas desordenadas en una línea temporal que abarca hasta ocho años. Y para llegar al amor, por supuesto, tendremos que superar varios puzles.

Cada una de las escenas presentadas en Half Past Fate nos presenta a uno de los personajes en un momento clave antes del inicio de la relación. Esta idea, además de mantenernos intrigados sobre la manera en la que se desarrollarán ciertos momentos ya anticipados, nos permite conocer el punto de vista de cada uno de los seis personajes y entender algún que otro comportamiento extraño de los que somos testigos tanto antes como después. Desde el punto de vista de la historia, Half Past Face no cuenta nada que no se haya contado ya en un buen puñado de películas y relatos, no obstante, el estilo de la narración resulta refrescante, especialmente en las ocasiones en las que descubrimos interacciones previas entre personajes que no sabíamos que mantenían una amistad.

El mayor logro dentro del título lo encontramos en el apartado gráfico, que combina unos preciosos escenarios 3D de textura en pixelart con unos personajes planos en forma de sprite y maravillosamente animados. Cada escena en Half Past Fate está llena de detalles que descubrir y la ciudad que recorren sus protagonistas se siente viva, cambiante y llena de cosas por hacer. Todos los NPCs y la gran mayoría de objetos que encontramos en cada uno de los escenarios nos permite algún tipo de interacción por lo que, a pesar del espacio limitado que tenemos para explorar, las escenas están llenas de detalles que descubrir y minúsculos secretos que averiguar. El problema principal del juego es que a pesar de la libertad con la que podemos movernos por el espacio y la enorme cantidad de cosas que ver, los puzles son demasiado sencillos y limitados, no dando ningún tipo de margen para la confusión o la exploración.

Inspirados por las aventuras gráficas clásicas, los puzles en Half Past Fate nos invitan a hablar con los diferentes personajes y a obtener una serie de objetos como paso previo a superar un obstáculo. Por supuesto hay logros ocultos (y aquí es muy importante hablar con los gansos, los perros y todo tipo de animales) pero la gran mayoría de rompecabezas son demasiado directos y carecen del ingenio necesario como para mantener nuestra curiosidad. De no ser por el evidente encanto artístico de la propuesta y la simpática forma de presentar su historia, Half Past Fate estaría condenada al fracaso. Especialmente, porque en ningún momento intenta cumplir las expectativas asociadas con los videojuegos de corte romántico.

Análisis de Half Past Fate

En la mayoría de videojuegos, el amor es una misión secundaria más. Una opción optativa que en ningún momento afecta al desarrollo de la historia principal. Del mismo modo, los juegos que ponen las relaciones románticas en el centro de su trama las tratan como un premio o un objetivo que se puede lograr mediante la práctica de la fuerza bruta. En las visual novels tipo otome, conseguir a la chica o chico que deseamos nunca es un imposible sino una realidad que pasa por elegir las opciones más adecuadas de una enorme lista de cosas por hacer. Las comedias románticas en videojuegos se basan en gran parte en la posibilidad de escoger a nuestra pareja, algo que nos es directamente negado en En Half Past Fate. Aunque no es intrínsecamente negativo, la decisión que toma el título de alejarse de las representaciones del género romántico en videojuegos para acercarse al amor de película nos deja un extraño sentimiento de desazón que puede relacionarse con la obvia pérdida de control. No obstante, es interesante ver cómo el juego se compromete con su idea del destino y no duda en ningún momento en llevarla hasta el final.

Half Past Fate en un título sencillo con un espíritu sensible y disfrutón que convencerá a cualquier amante del género romántico. Aunque la parte jugable podría estar bastante mejor diseñada, la escasa duración del juego —unas cinco horas— evita eficientemente que la fórmula se vuelva repetitiva, logrando una experiencia tranquila que deja bastante buen sabor de boca. Junto con la encantadora representación del coqueteo en los diálogos, el humor inocentón que recorre todas las escenas conseguirá arrancarnos más de una sonrisa si nos dejamos llegar por su universo. Como en la mayoría de comedias románticas actuales, el amor en Half Past Fate no es es más que una fantasía. Pero si tenemos que fantasear, qué mejor que hacerlo con el tiempo (literalmente) en la palma de la mano. [7]

Redactora
  1. Mijel

    @martatrivi No sé si estoy lento, pero no pillo el por qué del link a tuiter en «resurgir» xD

  2. Marta Trivi

    @emedepan
    Porque me he equivocado y se me ha colado ese enlace en lugar del texto que escribí hace un par de años para espinof 😅…Gracias por el aviso!

  3. Mijel

    @martatrivi
    Jajajaja, valeeee XD

    Gran texto! La mejor comedia romántica es, una vez más, el Monkey Island 😀 Fuera coñas (o no), hay mucho terreno por explorar en temas de amor en los videojuegos, y por eso las poquitas cosas interesantes tipo Florence entran tan bien.

  4. twinshen

    @martatrivi dijo:
    @emedepan
    Porque me he equivocado y se me ha colado ese enlace en lugar del texto que escribí hace un par de años para espinof 😅…Gracias por el aviso!

    Mordiéndome las uñas estoy a la espera de tu próximo directo en twitch con todos esos libros de atrezzo a tu espalda… Porque te los habrás comprado, ¿no?

    P.D. Muy entretenido de leer el análisis. No creo que lo llegue a jugar nunca, pero sí que lo tendré en el radar, nunca se sabe.

  5. Freddy_Hardest

    Buen artículo. Del juego voy a opinar poco, pero me ha resultado muy interesante la reflexión que has hecho sobre el auge de las comedias románticas. Con esto de la cuarentena que sufrís en España, he flipado al descubrir que tengo a toda la familia absolutamente enganchada a los K-dramas, y a un buen número de amigos y amigas (sobre todo ellas), que en el grupo de la pandilla se recomiendan esta o aquella serie.

    Digo que me quedo flipado porque son unos folletinazos de Corín Tellado pero con kimchi, y además están plagados de unos valores (familia, trabajo, relación entre sexos radicalmente diferentes a los nuestros) que, aunque reflejan moderadamente bien parte de la sociedad koreana (viví en Seul casi tres años) , a nosotros nos deberían ser totalmente alienígenas, cuando no producir directamente rechazo. Pero me dicen que cada vez hay más en Netflix (y esta gente no da puntada sin hilo) y que plataformas como Viki lo están petando, es muy curioso. Yo ahora vivo en Tailandia desde hace casi cuatro años, el Netflix de aquí tiene literalmente cientos de esas series, pero es que a los asiáticos en general les pirran este tipo de cosas.

    Supongo que será porque este tipo de producciones ya no se hacen en nuestro país y por tanto despiertan curiosidad, o porque nos hemos vuelto todos cursis o qué se yo. Es curioso, ¿no?