Videojuegos, crimen y violencia intelectual

No se hace semana sin una buena ración de noticias en las que se relacionen los ataques de violencia más descabellados con el efecto pernicioso de los videojuegos. La semana pasada, entre días de fiesta y puentes, encontré en Kotaku varias noticias sobre videojuegos, violencia, y las mil y una formas en que quizá estén relacionados, aunque seguramente no; no encontré el momento para sobresaltaros con algunas de las muestras de delirio que fui encontrando; pero, ¡ay!, me las guardé bien para llegar hoy, con la semana recién despierta, y entrar con todo lo gordo. Abrochaos los cinturones. Imagino que da bastante susto encontrarse, mientras uno lee el Daily Mail, con un titular tan tremendo como «Jugador de Xbox de 13 años le corta el pescuezo a un amigo después de conocerse online, jugando al videojuego ultraviolento Gears of War 3». ¡Vaya! No es moco de pavo. La historia es bastante escabrosa: el protagonista conoció a su víctima, sólo un año mayor, jugando a Gears 3, y de alguna forma acabaron quedando en Clydebank, Escocia, y rajándose la yugular. No es que el Daily Mail sea un ejemplo de periodismo contenido y reflexivo, pero resulta muy teatral ver cómo añaden el dato de que el atacante, después de dejar malherido a su víctima, le dijo (en una «escena que recuerda a la de un videojuego», recalcan en el diario) «No mueras» antes de irse «caminando tranquilamente». (La víctima, por fortuna, no murió.) «Estos juegos están calificados para mayores de 18 años y no deberían ser jugados por niños tan jóvenes, pero el juego online podría estar fuera del conocimiento de los padres. Necesitamos estudiar de nuevo qué podemos hacer para poner fin a esto», en palabras de Brian Dochery, de la Scottish Police Federation. Muy agudamente, el Daily Mail se apresura en resaltar que la víctima le dijo a los médicos que el ataque se había producido «por una pelea a raíz de unos juegos de Xbox», un argumento tan brutalmente vago que podría significar casi cualquier cosa. Sin embargo, sí pasan bastante por encima, como si no importase demasiado, del dato de que el atacante ya era padre, con sólo 13 años. Parece más razonable, como apuntan en Kotaku, pensar que un chaval de 13 años que ya ha traído a otro niño al mundo no es el mejor ejemplo de autocontrol y correcta toma de decisiones. También en Kotaku encontramos la historia de Noah Crooks, un chaval de 14 años que vive en Osage, Iowa. Esta vez no se señala un culpable de forma tan directa, pero se deja caer que la culpa es, o puede ser, de Call of Duty; el crimen, no obstante, es bastante más brutal: la noche del 24 de marzo de 2012, Crooks intentó violar y mató a su madre, disparándola 20 veces con un rifle de calibre 22. El juicio comenzó el viernes pasado; una de las pruebas es la confesión de Noah Crooks a la policía, absolutamente terrorífica:

No estoy de broma. Está muerta. Tengo miedo. He matado a mi madre con mi .22. No sé por qué lo he hecho. La intenté violar. La intenté violar pero no pude hacerlo.

Crooks mencionó que el ataque de rabia llegó a raíz del castigo que le había impuesto su madre: por sus malas notas, le había prohibido jugar a Call of Duty. En el Globe Gazette, de donde saca la noticia Kotaku, cuentan que durante su testimonio «Crooks siguió hablando sobre jugar al juego violento Call of Duty». Más adelante, hablan del diagnóstico de un psiquiatra que afirmaba que Crooks sufría un desorden caracterizado por los «episodios constantes de comportamiento impulsivo, agresivo o violento». ¿Se habría tenido en cuenta el objeto del castigo si hubiera sido, qué sé yo, un tablero de Monopoly? ¿Un peluche? ¿Una Biblia, incluso? Quizá por sutil resulta un poco más punzante esta segunda noticia: sin la hipérbole casi paródica de la del Daily Mail, aquí sólo queda una mención pasivo-agresiva hacia un videojuego como dejando caer que sí, que el chaval se volvió tarumba porque estaba absolutamente enganchado a Call of Duty, y su reacción visceral cuando la sustancia de su adicción le fue retirada fue emprenderla a tiros con su madre. Quizá sería mucho más positivo poner el acento crítico en el arma del delito, un rifle del calibre 22 que le regalaron cuando el chaval tenía 11 años. Es evidente que ahí está el problema auténtico: el jueves de la semana pasada, un niño de cinco años mató a su hermana, de sólo dos años, con un rifle del mismo calibre que el de Crooks, y que le habían regalado, como a Crooks. «Es sólo uno de esos accidentes locos», declaró, sorprendentemente, el forense de Cumberland County, en Kentucky, donde ocurrió la tragedia. El rifle, de color rosa, estaba especialmente diseñado para niños: su tamaño era menor para acomodarse mejor a ellos. Katie Couric, ultraviolencia intelectual Fue también en Kotaku donde analizaron la forma en que Katie Couric, en su programa Katie, de ABC News, utilizaba mecanismos casi propios del cine de terror para ilustrar los efectos fatales de los videojuegos violentos. Hace unos días, la propia Katie preguntó en Twitter por los puntos positivos que puede tener este tipo de entretenimiento, que en su experiencia sólo lleva al asesinato y la tragedia:

Passionate gamers upset w convo whether violent video games can contribute to v behavior. Tweet the positive side of violent v games? Thanx!

— Katie Couric (@katiecouric) May 3, 2013

Las respuestas no se hicieron esperar: hubo de todo, pero se habló de mejora de los reflejos hasta desarrollo del sentimiento de camaradería. «La gente con la que jugué a esos juegos [los violentos, imagino] siguen siendo algunos de mis amigos más cercanos», dice uno. El problema real de todas estos reportajes tan claramente dirigidas a culpar a los videojuegos de casos de violencia espantosos no es que estén atacando nuestro hobby. Eso es lo de menos, en realidad: el problema auténtico es que es estúpido, es vago y en última instancia provocan más estupidez y vagancia en los que reciben esos reportajes y confían en lo que en ellos se dice. ¿Un niño viola y mata a su madre? Seguro que ha sido un videojuego; probablemente sería más complicado mantener involucrado al público si tratásemos de estudiar un poco más en profundidad los desórdenes psicológicos del chaval o las consecuencias de una sociedad que ve como algo normal regalar armas de fuego a niños pequeños. Los videojuegos son violentos porque la violencia vende: el amarillismo, el alarmismo y el periodismo espectacular son una forma de violencia igual de simplista e intelectualmente baja que cualquier videojuego violento o machista. Son violencia intelectual. Los videojuegos violentos son comida basura, del mismo modo que son comida basura los reportajes como los citados antes, de fabricación, concepto y consumo rápidos y sencillos, aptos para todos los públicos. Quizá la diferencia es que los videojuegos quieren entretener, y las periodistas como Katie Couric quieren sentar cátedra, modificar la realidad del espectador. Por eso es peligroso, y por eso debemos estar alerta.