Lo mejor del E3 2017

En este E3 no he jugado demasiado. He visto un montón de vídeos, he entrevistado a un montón de señores y me han explicado muchas cosas en salitas a medio iluminar, y puede que por eso haya caído rendido ante este Battlefront 2.

Es cierto que sobre el papel se trata del último juego en el que uno querría fijarse, porque es una secuela y un reboot y una licencia famosa aplicada a brochazos sobre el dibujo de un shooter de éxito, pero qué queréis, la carne es débil. No voy a negar que el peso de la licencia tenga mucho que ver porque a mi cualquier cosa que involucre a Darth Maul siempre me ha hecho ridículamente feliz, pero creo que sería injusto reducir su mérito a un puñado de muñecos famosos. Battlefront no hace avanzar al medio, de acuerdo, pero refina, ajusta y saca brillo a su fórmula con una solvencia ejemplar, e insiste en el cariño infinito por un material que sigue siendo el más importante del mundo. Un cariño que sabe contagiar, y que se hace evidente a los pocos minutos de tomar el mando: no sé vosotros, pero yo no conozco muchos FPS multijugador en los que los dos equipos intercambien disparos a ambos lados de una plaza mientras avanzan con las filas bien apretadas porque es lo que pasaba en la peli. Por eso cuesta tan poco caer en sus redes, y por eso, de ese puñado escaso de juegos que he podido probar de primera mano, Battlefront 2 ha sido el único que me ha hecho desear llevar puesto el pijama y haber pedido comida china.

En este E3, por desgracia, también me he llevado muy pocas sorpresas. Habrá quien vea esto como algo positivo, porque aquí hemos venido a enseñar el género y en las pescaderías serias nadie te viene a calentar la oreja con la merluza que piensan vender mañana. Los fans de las demos guiadas, de los gameplay de quince minutos y de las fechas de lanzamiento acompañadas de contenido exclusivo en Playstation 4 sin duda habrán disfrutado, pero a mi podéis borrarme de esa lista; a mi me gustan los megatones, los logos en llamas, las plumas que caen despacio y las fanfarrias que entran poco a poco y podrían ser pero podrían no ser.

A mi me gusta el humo, supongo, porque ya tengo once meses al año para pegarme con la cruel realidad. A mi me gusta el E3, y aunque fuera sobre la bocina alguien tenía que salvarme el año. A partir de aquí bien estará lo que venga, y ojalá a Ancel le salga bien la jugada de los meteoritos, los cataclismos en tiempo real y los zooms interplanetarios, pero en el fondo yo solo necesitaba que Ubi dijera que sí tras tantos años diciendo que no. Eso, e irme a dormir con la tranquilidad de que alguien sigue recordando que enseñar decenas de juegos en tiempo record puede estar muy bien, pero no está de más dejar un hueco en el escenario para que salga un tipo llorando.

Lo del remake de Metroid II para 3DS fue raro. Sorprendió que Nintendo no lo mostrase durante su conferencia y también que le dedicase tanto tiempo después. En cualquier caso, a mí me pilla con muchas ganas de un Metroid clásico. Quizá hubiese preferido algo completamente en 2D y sin duda me hubiese encantando algo para Switch, pero todo lo que vi de Samus Returns me gustó y confío en Mercury Steam para sacarlo adelante.

Pese a la araña de color blanco en el traje y si el posible exceso de QTE’s no lo impide, el nuevo Spider-Man de Insomniac está llamado a convertirse en una referencia de los juegos de superhéroes, como Arkham Asylum lo fue hace unos años. A la más que evidente calidad técnica del juego se suma una jugabilidad que, si juzgamos por el vídeo que nos mostraron, parece capturar muy bien la esencia del personaje y sus cómics.

Este es el underdog al que he decidido aferrarme con todas mis fuerzas, y no me vais a bajar de la burra. Como un cazarrecompensas motero en el postapocalipsis del vinagre, el meh y el “qué genérico”, quiero zafarme aquí de las hordas de pesimistas y defender Days Gone como la necesaria aproximación al universo de los zombies con un tono más crudo e incómodo. Es hora de darse cuenta de que el mundo con una civilización destruida por un brote zombi donde “el hombre es un lobo para el hombre” es ya una ambientación canónica de la cultura posmoderna. Como el salvaje oeste, la fantasía medieval o las space operas: otro decorado clásico que añadir al almacén de atrezzo y que, aunque se repitan algunos clichés, siempre tiene margen para hacer algo nuevo y estimulante. En este caso pastorear zombis para arrasar con campamentos de bandidos. ¡Pastorear zombis! Y aún os parecerá poco, me cago en mi puta calavera.

Uno de los juegos más interesantes de la feria y una de las sorpresas más genuinas de los últimos tiempos en el E3. Cuando el máximo exponente de sorpresa es el anuncio de una tercera secuela con un logotipo o del regreso de una franquicia que lleva años criando malvas, hay que poner darle el justo mérito a las propuestas completamente nuevas que parten de ideas innovadoras. A Way Out es la prueba de que ni siquiera hace falta ser el Miguel Ángel de la dirección artística ni el Leonardo de los gráficos: a veces basta con experimentar un poco con lo que ya tenemos y, sin inventar nada nuevo, lanzar un proyecto seductor, convincente y sobre todo convencido de sus ideas y ambicioso. No sé cuánto se reduce exactamente el cerco de posibles compradores con un juego exclusivamente cooperativo a dos bandas, pero todo apunto a algo que hace mucha falta en esta industria: valentía y convicción.

El juego de Ben Esposito, basado en una idea mágica del mismísimo Peter Molydeux –lo profetizó en 2012: «controlas a un agujero»–, se me quedó el primero en la lista de pendientes. Encontramos demasiado tarde el rinconcito de feria que ocupaba Annapurna Interactive, el oasis indie más destacable de este E3. Dentro de un catálogo especialmente llamativo, ya digo, el título del boquete se presenta como el más refrescante: su estética me tiene loco desde hace ya varios años y en la propuesta jugable veo bastante de Katamari y un poquillo de Hohokum.

Van ya unos cuantos etreses, pero lo importante es que falta uno menos para que salga.

Lo de «juegos como servicio» me sigue sonando más a amenaza que otra cosa, así que brindo por cada una de esas propuestas para un jugador que tiran la casa por la ventana. El del Kratos barbudo me pareció, por encima del impresionante Spider-Man, el juego con más músculo de todos los que había en Los Angeles. Jeje.

No tengo claro si la gente de Santa Monica conseguirán imitar a sus vecinos de Naughty Dog, si realmente hay una historia sobre un hijo y un padre entre tanto hachazo —quiero fiarme de Cory Barlog, las pintas de científico loco son garantía de casi todo—, pero creo que me vale con lo que está garantizado: un apartado técnico apabullante y su potencial como terapia para reducir el estrés.