Análisis de Dr. Luigi

Nintendo tuvo la suerte de tener Tetris como gran puzzle en sus consolas durante mucho tiempo, y quizá por eso Dr. Mario siempre haya tenido una personalidad muy diferenciada; más de una vez hemos visto a la mascota combatiendo bacterias a golpe de pastillas bien colocadas, pero no es un spin-off realmente importante: la mayoría lo conocemos de la época de Game Boy, y sabemos cómo se juega, y ya. No tiene la entidad de Tetris; no lo consideraría un clásico. A pesar de ello, Dr. Luigi llega con una escasez y una confianza en su material impresionantes. La cosa va así: el juego es bastante bueno, muy bueno o fenomenal (en función de si jugamos en el nuevo modo Bactericida, en el modo principal, L de Luigi, o de la manera clásica, en Retroterapia), pero el producto no lo es tanto. Es la Nintendo que menos comprendemos, extrañamente habitual: la que no se aclara entre ignorarnos, lanzando lo que les da la gana y cuando les da la gana, y cebar a los fans, evitando salirse de los esquemas más de la cuenta para que nadie se sorprenda demasiado.

Dr. Luigi tiene detrás más trabajo del que parece; el cambio en el diseño del modo de juego principal es considerable, y el paquete se sabe hacer valer. Es un juego que debería ser universal y que peca de levantarse a sí mismo demasiadas barreras, la mayoría, vuelvo al principio, menos relacionadas con el juego de lo que debería: sus novedades no son suficientes para atraer a los que no sean fans de Dr. Mario, su precio es excesivo para ser una opción clara para aquellos que busquen un buen juego de puzzles y quieran probar cosas nuevas, y sus novedades no consiguen darle la entidad suficiente para adecuarse a una consola de sobremesa, a la que se le suponen partidas más largas. Encaja mejor en Nintendo 3DS; en Wii U es un buen juego de puzzles, pero con una tendencia a la escasez que es un lastre, que le resta más atractivo de la cuenta. [5]